-¿Cómo negarse al placer del dolor si no se experimenta antes?- Las palabras en barítona nota se esparcieron acariciando cada célula de su humanidad, entonces se dio cuenta de que había firmado su propio contrato de tortura el momento en que se dejó besar después de la charla sobre el libro. Pero no se iba a negar, definitivamente estaba decidido en acabar. Pase lo que pase. -Pégame, pégame fuerte que me gusta- Le susurró a su maestro mientras le veía el rostro por encima de su hombro, éste solo se limitó a sonreír. Al contrario con el cuento de Enrique Ánderson Imbert "Sadismo y Masoquismo", sabía que él no le iba a negar su petición.