-¡No mires! -me gritó mamá. Rápidamente, ajuste las vendas para cubrir bien mis ojos, no quería problemas hoy. Todo quedo oscuro, como mi vida. La puerta se escuchó abrir y mi piel se erizó por completo, el miedo invadió mi cuerpo haciendo que respire con dificultad. El aire se volvió denso. Nada se escuchaba. -A la mesa -ordenó mamá, ninguna omitió sonido. Lentamente y con cuidado, para no chocarme nada, comencé a caminar hacia donde sabía que se encontraba la mesa. Eran años de práctica. La mayor incertidumbre se la llevaba el no saber nunca, donde te sentabas. Me extraño el no haberme chocado con alguna de mis hermanas, eso me dio una ligera idea en donde me encontraba. Esa idea, no hizo más que paralizarme. Sentí como el plato, que sabía que era de fideos, estaba frente a mí. El vapor y olor invadieron mi rostro. Respiré hondo. Tenía que calmarme un poco. Tragué en seco antes de hablar. -Vi...Vicky. -¿Qué pasa? -me preguntó casi en un susurró. Escuche un suspiro fuerte a mí lado. Victoria se sentía lejana, como si estuviera en frente mío. -¿Me...me pasas el queso? -sentí como sus pequeñas manos comenzaron a tantear la mesa. -No está acá. -¿Caro? -pregunté ilusionada. -No, Mica -mi aire se extinguió. -Mm..Mamá. -No me senté todavía -se escuchó incluso más lejana que mis hermanas. -Sé lo que estás haciendo -habló finalmente. Todo mi cuerpo se paralizó. Esa voz me estaba hablando. La voz ronca y fuerte, la dueña de mis pesadillas- ¿Te molesta estar sentada al lado mío? -Mme...pasas...el... -¿El queso? -Sí. -Lo estoy usando. Sabía muy bien que estaba mintiendo. No veía, pero no era tonta. -No te pases de lista. Que no puedas verme, no quiere decir que yo no lo haga -cada vez se hacía más difícil respirar- . Te conozco. Estaba segura que no lo hacía, ni un poco. ESTA HISTORIA SOLO CONSISTE DE SEIS PARTES.