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Ya estando cambiada con un como short holgado y una camiseta de Edward, baje para ver que hacia de desayuno.

— ... I just want you for my own. More than you could ever know. Make my wish come true. All I want for Christmas is you, yeah... — su ronca voz, pero con un leve toque dulce, se escuchaba al cantar la clásica canción de Navidad de Mariah Caray. Desde que descubrí a Edward cantar hace un par de semanas en la ducha le pedí que dejara de hacerlo, pero a escondidas. Camine hasta llegar a abrazarlo por la espalda y dejar besos en ella, para mi suerte no llevaba puesta una camiseta — ¿Disfrutaste la ducha?

— Fue muy relajante y mi cuerpo duele menos, tienes que ser menos dominante, recuerda que no soy tan resistente como tú .— con eso fue suficiente para que apagara el fuego de la hornilla y toda su atención se centrara en mi. Me gustaba, a quien no le gustaría que su novio, o el chico que les gusta se preocupara. Sin embargo lo que no me agradaba era que Edward me veía como una tacita de cristal — Antes que se te ocurra preguntar si tengo un hueso roto, piénsalo bien Pierce.

— Solo me preocupo Savannah, sabes que mi fuerza es tres veces mayor a la tuya y no es que quiera minimizarte, pero así es. Anoche...

— Anoche paso lo que debía pasar, lo que queríamos que pasara y lo disfrutamos, el dolor lo puedo vivir en otras situaciones y te aseguro que no se quitaría tan fácil con una ducha u otra cosa. — le di la espalda.

Tal vez no era justo enfadarme con Edward solo porque se preocupara, pero que me viera como alguien menos fuerte no me gustaba. Y menos que tratara de solucionar el problema con besos en mi punto débil, no ayudaba para nada.

— Cariño, lo siento, por favor perdóname. Sé que detestas que piense que eres débil, pero recuerda mi especie es diferente, mi fuerza es sobre natural, y tu cuerpo delicado como una rama... — estaba echando más leña al fuego y no se daba cuenta — Savannah, no quiero discutir. Es Navidad y debemos celebrar como es debido, ¿no?

Suspire porque en parte tenía razón y no quería discutir. Me aleje sin que pusiera oposición y lo mire fijamente.

— Solo cuida tus palabras cuando se te ocurra insinuar que puedo llegar a ser más frágil o débil que un vaso de cristal, porque tendré un castigo nada placentero para ti.

— ¿Es una advertencia o amenaza?

— Tómalo de la forma que quieras, siempre y cuando obedezcas. — me acerque lo suficiente como para ponerme de puntillas y quedar a centímetros de sus labios. Una sonrisa lasciva se plasmó en su rostro luego mordió su labio lentamente.

— No me provoques, o tendré que recordarte que no recibo órdenes y es ta vez no seré tan suave como anoche. — sin aviso atrapo mi cadera con sus manos apretando sin llegar a que sienta dolor.

— ¿Eras suave? Con razón tardaste mucho en venirte, cariño. — copie su sonrisa y lo abrace por el cuello, sabía lo mucho que disfrutaba mi cercanía. Le fascinaba.

— Olvida el pensamiento de que te tome aquí mismo, aunque ganas no me faltan para arrancarte mi camiseta y desgarrar ese short que te queda de muerte... — le dio una rápida mirada a mi cuerpo sin ninguna pena, porque así era él — Pero tenemos que desayunar e ir a casa de tus padres, no quiero quedar más con mis suegros.

— Es una lástima, moría porque vieras lo que tengo puesto por debajo de esto. — señale su camiseta.

— Creo que puedo hacerme una idea, se trasluce el color negro de tu bra y es mi segundo color favorito.

— ¿Y el primero cuál es? — las manos de Edward se colaron por la camiseta y acariciaron mi cintura, se sentía sumamente bien y él sabía a la perfección el efecto que causaban sus manos en mi cuerpo. En cada parte de él.

— Es el bello color de tus ojos, un azul marino muy excitante a decir verdad.

Sin esperarlo me elevo hasta quedar sentada en la encimera y repartió besos en mi cuello, sin preocuparse por callar sus leves jadeos, y yo los míos. Se colocó entre mis piernas sin dejar de besarme y esta era la primera vez que no me preocupaba el ser vista por alguien, en este caso que de nuevo cierta persona nos viera e interrumpiera.

— Detenme ahora porque no me va a importar que Wyatt. — subió los besos hasta mi mentón — Serás la responsable de que nos atrapen.

No quería que se detuviera, pero tampoco que Wyatt nos encontrara, ya había pasado por esto antes.

— Luego verás tu regalo de Navidad. — murmure.

— Me dejarás en suspenso. — le di un corto beso y baje de la encimera.

— Lo mejor tarda en suceder, ¿no? — alzo una ceja confundido, pero esbozando un leve sonrisa — Será mejor desayunar y salir antes de las once o tendré un interrogatorio de Chiara y Cassie.

— No bromeo cuando digo que eres increíble, a veces.

Negué y caminé hasta la alacena.

Aquella Primera Navidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora