Otra vez igual

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Narra Albert:
Una buena noche, eso es todo lo que tenía planeado para hoy. Un concierto, sin mi mujer, sin ser el centro de atención, solo una noche de descanso, donde el trabajo fuera mi menor preocupación; Llevo meses sin tener un puñetero respiro, sin poder levantarme una mañana y pensar "me quedo cinco minutos más en la cama", solo con días eternos de ruedas de prensa y envuelto en una mala racha continua con Beatriz.
La vida de un político es más dura de lo que la gente cree, si me diesen la opción de visitarme en el pasado, me recomendaría nunca entrar a ciudadanos y seguir disfrutando de mi vida de universitario, eso sí era buena vida, todo el día con los colegas, de fiesta en fiesta sin parar. Por eso esta noche tenía que ser perfecta, cuando vi la oportunidad de escaparme a un concierto de una artista, que además admiro, no me lo pensé dos veces y eso me trajo varias discusiones con mi pareja, pero las ganas eran mayores... lo que no sabía, era que todo me iba a salir tan mal, hasta el punto de estar volviendo a mi casa triste, sintiéndome un auténtico fracaso y sin ganas de ver como mi mujer me restriega por la cara lo mal que lo hago todo, además que la carretera vacía no es la mejor compañera para luchar contra el sueño y el cansancio.

Bea: Amor... ¿Ya estás viniendo para casa? (Escuché por los altavoces del coche tras descolgar la llamada)
+: Sí cariño, ya voy... aunque quizás pare un rato en algún descampado para tomar el aire...
Bea: No seas tonto y ven para casa ya, que no quiero que andes a estas horas por ahí solo.
+: Necesito parar aunque sean cinco minutos, no puedo conducir bien con este sueño y no quiero tener un accidente. (Dije demasiado seco, sabiendo que le molesta eso)
Bea: ¿No quieres venir a casa verdad? ¿Es eso no? Ya no me quieres como antes... no me miras igual...
+Para de decir esas cosas, sabes que no es eso.
Bea: ¿Estás con otra? ¿Te quieres tirar a otras no? Por eso ya no me tocas como lo hacías... no te atraigo lo suficiente.
+: Beatriz, ya hemos tenido esta conversación cientos de veces y sabes que nunca te pondría los cuernos, no soy tan canalla como puedo aparentar.
Bea: Pues ven ya amor... (oí como rompía a llorar al otro lado del teléfono, conmigo siempre consigue lo que quiere así)
+: Ya voy de camino, te lo he dicho... tengo que colgar, te quiero. (Apagué el móvil antes de que contestase para seguir poniéndome nervioso)

Mentiría si niego rotundamente que lo nuestro ya no funciona, que siento como se enfría despacio lo que durante años ha sido un fuego vivaz, que la miro fijamente a los ojos y ya no están las mariposas en el estómago, que cada vez me siento más un buen amigo que su marido... y trato de decírselo con pequeñas señales, porque con simples palabras no soy capaz. Ella ha sido la mujer de mi vida durante mucho tiempo, nadie me ha hecho sentir de la misma forma que ha logrado con cada sonrisa, por eso es por lo que seguimos juntos, por eso lo sigo intentando con las ganas que me quedan y que van menguando, que más que por amor ya son por costumbre... al final sí que tenía razón mi madre y nos hemos perdido en la rutina, como muchas parejas, y no creo que salgamos de esta crisis bien, ya que ninguno de los dos la quiere afrontar, porque es mejor ignorarla y tratar de adivinar por donde va a explotar.

Desvié la vista un momento de la carretera y encendí rápidamente la radio, para olvidarme de que esta noche tiene un ambiente marcadamente de aflicción. Unos minutos después me encontraba canturreando las canciones de una emisora cualquiera, mientras recorría la interminable carretera, que estaba completamente desierta, como en las películas de miedo, solo le faltaba la niebla tenebrosa y la musiquita escalofriante. Luego bajé ligeramente las ventanas del copiloto y del conductor, para permitirme sentir el aire frío de la noche calarme hasta los huesos, reconozco que es la mejor forma de sentirse realmente vivo, porque a veces hasta duele.
Al cabo de un rato aparqué en la paralela a mi calle, me aseguré de que no se me olvidara ninguna pertenencia y salí del coche a la vez que respiraba hondo. Las luces de mi piso aún estaban encendidas, a pesar de ser casi las dos de la mañana y sabiendo que Beatriz tendrá que trabajar, ósea que ya podía prepararme para que me cayera una buena. Llamé indeciso al telefonillo y al subir me abrió la puerta una faceta de mi chica que me dejó desconcertado, llevaba una ropa interior muy sensual y me miraba con lujuria...

Sólo porque nos queremosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora