Capítulo 11: The Village

1.2K 105 564
                                    

No recordaba cómo había llegado ahí. 

¿En qué escena de su vida estaba? ¿Por qué no podía posicionarse en el contexto de esa situación sin perder los estribos? 

Recordaba haber cedido ante el letargo, haberse dejado llevar profundamente al infinito mundo de los sueños, pero no conseguía atrapar entre sus flotantes memorias algún archivo que pudiera explicar cómo y por qué había sido en el pastizal en el que su cuerpo yacía, y lo que su lógica menos alcanzaba a explicar era por qué no le asustaba. 

Su cuerpo había estado inerte por minutos, o incluso horas, en medio de la nada y rodeado únicamente por largas hebras de césped. No se había atrevido aún a abrir los ojos porque temía lastimarse la retina con el sol que su piel recibía violentamente, sólo sabía de su ubicación porque los finos picos del pasto le hacían cosquillas en la piel expuesta de sus brazos, y, aunque seguía sin colocarse en situación, se agradeció por no haberse vestido con una bermuda en la parte inferior de su cuerpo, de ser así posiblemente habría maldecido por la comezón de su lampiña y frágil piel. 

Intentó sembrarse en las entrañas el pesado pánico por sentirse ajeno, pero un suave olor a naturaleza mojada le llenó el pecho de tranquilidad, de incontenible regocijo que sus poros ya comenzaban a exudar en su aura. Al dejar de presionar los párpados con fuerza sobre sus ojos, una sonora risa a la distancia se volvió música. No había instrumentos o asomo de artificialidades emitiendo armonías, simplemente era el viento soplando suavemente, como pidiendo temeroso el permiso de aquel cantarín sonido para interrumpirlo. 

Louis no lograba ponerle nombre al dueño de la emisión, pero se sentía cercano a pesar de la lejanía, lo incitó a dejarse llevar, a disfrutar del desconcertante escenario, y le prestó el valor para abrir los ojos, y aunque le sol brillaba en su máximo esplendor no le hizo daño, fue como si lo hubiera abrazado suavemente, dándole la bienvenida al desconocido refugio que por fin pudo materializar. Sólo tuvo que parpadear varias veces para quitarse el pesado espectro del sueño, era como si algo lo hubiera hecho huir, y él estaba muy ocupado deleitándose con el ambiente que olvidó sorprenderse. 

Inspiró nuevamente el aroma, que gradualmente tomó mayor protagonismo en lo que parecía ser una pradera en cuyo suelo no había únicamente seco pasto como él se lo había imaginado, también había flores de una variedad impensable de colores y tonos, que al agitarse con el viento y juntarse entre ellas parecían dibujar un arcoíris que, en su movimiento, parecía silbarle algo, y aunque Louis no podía poner el sonido en palabras, algo en una fibra de su cerebro interpretó el mensaje. 

Le estaban pidiendo permiso de estar cerca de él, de abrazarlo una y mil veces en aquel pedacito de paraíso primaveral. 

En las largas y finas tiras de césped que hacía un instante le habían molestado un poco, pudo contemplar un matiz único en el verde que los coloreaba, eran todas afines, ninguna dispar o anómala, ni mucho menos intrusiva con el conjunto de flores, de hecho se combinaban, se hacían uno solo para llamar al joven a fusionarse.

Se habría quedado rodeado por las bellezas de la tierra, tranquilo hasta esperar por una meta nueva, pero justo cuando estaba por tocar una de las florecillas azules que componían un patrón del arcoíris, la risa volvió a escucharse, y esta vez parecía un sonido progresivamente cercano, cada vez más próximo.

Y también había comenzado a emitir palabras, letras que, cuando pudo unir, hicieron que su corazón saltara de gozo.

—¡Lou!

Alguien lo estaba llamando alegremente, y con esa simple palabra consiguió unir un rostro a esa inigualable voz. ¿Cómo había podido olvidarla aunque fuera por un momento? Si esa voz era de los sonidos más preciosos que podrían haberse creado. 

When green and blue collideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora