Gianbologna.

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Estoy cayendo por ti, 

pero no en un borracho tren

de sentimientos.

No en ese desenfreno literal de la noche,

amazona de mi mente.

Sino en el envoltorio del muslo

hecho carne, de aquella sabina

de Giambologna.

Aquel romano cuya mano

ardía en sábanas de placer.

Parece mentira que esté escribiendo esto,

y que tal vez me cueste la infinitud de los desconciertos,

acabar el suplicio que comenzó.

Aunque esa no es la palabra.

No.

Ni por asomo.

Nunca podría decirte

que fuiste reloj sobre trincheras.

Porque la pólvora de mi mente sanguinolenta

te habría matado.

Tal vez sí podrías ser el boceto de silencios

de la Catedral de Saint Paul.

Tal vez podrías izar tu bandera

en las Antípodas.

Y no te aseguraré que no sea mi cuerpo

varado en compromiso con la muerte.

Un rehén de Hades.

Un carnaval para las carnes frustradas de Perséfone.

que sabes que vive perdida entre la vendimia de Ceres

y el invierno del Cáucaso.

Ambrosía para el motivo de huida

en la piel.

Crépuscule (poesía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora