III.

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Eres la razón de este sentimiento inexplicable,

de este acordeón de somníferos en el que duerme

mi corazón, en un sueño estable.

Reventado en las alas de un pájaro,

multiplicando esquinas con mis sueños

aunque también repito en cable

la emisora de tu recuerdo.

Sueños de radio,

corazón voraz

que se alimenta de tu respiración

para complementar la mía.

Aunque suene lento

aunque derrame aceras

resbaladizas sobre mis párpados.

Creo que nunca supe hacer volar 

a las estrellas, quizá las hice titilar

alguna vez.

Si tú me mirabas,

pero nunca le di cuerda

como tú plegabas las alas.

Nunca hice caso a este sentimiento

que crecía como Nerón

incendiaba Roma.

Creí que podía sobrevivir,

que podía subsistir.

Me hiciste  mudar del verano

a tu piel.

Y del mar a cada tripa de diciembre

colateral que nos pilló por sorpresa,

volviendo del final al principio.

Así es cómo me gustan las historias

que cada ventana grite más fuerte,

que cada papel escape el gas

que yo no pueda darte.

Las cartas de agosto y el peón 

de Navidad.

Sé que podría armar todo mi cuerpo 

en una botella, 

respirar tus contraluces

y versar tus sombras.

Me gusta que me enciendas

a luces,

y que me desgarres a intentos.

Que me provoques incendios

burlando a la pared.

Que dobles mi piel

como si fuera papel que sólo responde

a los algoritmos de tus dedos.

A los movimientos de deshielo

entre el terremoto y la falla

 de nuestros cuerpos.

Tuya hasta el cien por ciento

de las ecuaciones con las que el amor,

ni por asomo puede explicarse.

Tuya, hasta las células que no pueden contradecirse.

Crépuscule (poesía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora