quince

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Tras un fin de semana de reflexión sobre la noche del viernes y mucho estudio, llegó el lunes. Me había pasado los dos últimos días alternando entre el estudio y películas mentales relacionadas con la conversación que tuve con Kuroo. No podía evitar dar mil vueltas a todo, lo hacía inconscientemente desde que tenía memoria. Las conclusiones a las que había llegado eran las siguientes: primero, la tensión dentro del gimnasio había sido un completo producto de la imaginación, y segundo, él tenía que tener a alguien en mente si estuvo tan esquivo con mis preguntas. No estaba 100% segura de nada de eso, pero era a lo que había llegado yo.

Era el último día de exámenes, por fin. En quince minutos empezaría mi prueba de matemáticas, la única que me quedaba para terminar todos y finalmente poder descansar. Al menos hasta el mes siguiente.

Estaba haciendo un repaso de última hora a los ejercicios más complicados cuando una voz muy familiar me llamó la atención. Levanté la cabeza y miré hacia la puerta del aula, donde Kuroo estaba recostado en el marco. Casi en el instante en el que yo le miré él levantó la vista y nuestras miradas se cruzaron a través de la clase. Asentí con la cabeza a modo de saludo, pero él dejó la conversación con la chica con la que estaba hablando para acercarse a mi mesa.

-Si no te importa, estoy intentando estudiar-le dije, seria. Necesitaba concentrarme y su presencia no ayudaba precisamente.- Solo te dejo hablarme si sabes las preguntas del examen.

Kuroo hizo un puchero en broma y puso las manos en mi pupitre, apoyando su peso sobre ellas. Llevaba la camisa del uniforme remangada y se le marcaban los músculos de los antebrazos. ¡Mina! ¿Se puede saber que haces fijándote en eso?, pensé. Le miré levantando las cejas y muy seria, esperando a que se fuera, pero no parecía querer irse a otra parte. Suspiré e intenté concentrarme otra vez en mis apuntes, si él no se iba yo tendría que ignorarle.

-Solo venía a darte suerte -inclinó un poco la cabeza y la acercó a la mía-. Aunque no la necesitas, eres muy lista y lo sabes. Aunque no más que yo, por supuesto.

Y con un guiño de ojo se alejó de mi mesa para volver con la chica con la que estaba hablando antes. Era una compañera de clase, pero yo no tenía mucha relación con ella. Casi sin darme cuenta, muchas preguntas me abordaron la mente. ¿Es su amiga? ¿De qué la conocerá? ¿Será ella la misteriosa persona de su corazón? Sacudí la cabeza, sacándome de mi ensoñación. No podía distraerme ahora. Además, ¿a qué narices venían tantas preguntas? No tenía ningún motivo para pensar nada de eso. Sí que era cierto que yo era una cotilla de primera y que me gustaba saber muchas cosas que no me incumbían en absoluto, así que igual le interrogaría si encontraba ocasión. De todos modos, eso tendría que esperar, pues primero tenía mi examen.

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En cuanto terminé el examen salí corriendo del aula para buscar a Hana. Con todo el estudio no había podido estar con ella casi nada el fin de semana. Supuse que estaría en su clase, pero cuando entré no la hallé en ningún lado. Tuve que preguntar a una compañera suya si sabía donde estaba, y lo único que me pudo decir es que la había visto salir de la clase. Eso me intrigó, pues normalmente ella me venía a buscar o me esperaba para estar juntas en los descansos.

La busqué por toda la planta y nada, ni en los baños ni en otras clases. El único sitio que me faltaba por mirar era el tejado. Subí corriendo las escaleras, preguntándome si le habría pasado algo, y nada más abrir la puerta la vi, sentada en el suelo, cerca del borde. Me acerqué a ella y le puse las manos en los hombros.

-¡Por fin te encuentro! ¿Pasa algo?- me senté a su lado con las piernas cruzadas, mirando hacia el borde. Era un típico día de diciembre, hacía frío y un poco de viento que calaba hasta la médula, y el sol asomaba tímidamente entre las nubes.

Toxic ||HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora