V. Pueri et ad solis occasum

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[El niño y el ocaso]

Cuando el alba llegó, y junto a él, yaciendo en un sueño sin atisbo de inquietud o pesadilla, lo recibió el perfil lozano de un joven en plena adolescencia; con el rostro casi lampiño, y la piel impía de quien aún no ha recibido sus más cruentas batallas, roma dormía en el comienzo de ese día. El imperio moribundo portaba la cara del recuerdo de los siglos de cuando eran buenos amigos, y sus cuerpos parecían más cerca de la niñez.

Se levantó con calma, no sabiendo que esperar cuando el chico en la cama despertara, pero con dolorosa resignación, se sentó en una mesa que él mismo labró en esos días que habían estado en esa casucha. Permaneció inmóvil, en espera.

El chico de piel cubierta por el beso del sol abrió sus ojos, y confundido, se sentó con rapidez, paralizado al verse en un lugar extraño y con alguien que no reconocía. Germania sintió el impulso de acercarse, de pedirle que recordara...pero aquellos eran caprichos que nada cambiarían.

Rómulo entrecerró sus ojos con labios apretados, como si sopesó sus opciones en una situación tan incierta. El adolescente lo miró en silencio, pasando de un ceño fruncido de ira y hostilidad, a uno de confusión, de quien intenta encontrar un recuerdo.

-Germania -Aldrich contuvo su aliento, un poco esperanzado-, ¿dónde está?

Por una parte, Aldrich quiso sonreír ante el hecho de que donde sea que la mente del Imperio lo hubiera decidido dejarlo en ese momento de su regresión, se aferró a alguna remembranza donde estaban juntos; y así mismo, era como una puñalada saber que para Rómulo él era un desconocido, sin semejanza a quien lo acompañó en los siglos que quedaban aún en sus recuerdos.

-¿Germania?

-Sí -dijo el chico, parándose con brío, como si lo quisiera desafiar con una pose altiva-. Estaba con él, y... -el joven dudó un poco, pero decidió terminar su frase tras un segundo de reflexión-, eres idéntico a él.

Aldrich suspiró, buscando alguna mentira que pudiera ser convincente.

-Soy su abuelo, si quieres verlo así -dijo Germania con apenas cambio en su rostro; y siguió hablando, combinando una verdad con una mentira-, no me habías visto, porque cuando Aldrich nació, muchos de nosotros, como predecesores, terminamos nuestro ciclo.

-¿Pero qué hago aquí? -cuestionó Rómulo aún tenso.

-Estaban bebiendo alcohol, o algo que conseguiste de tu casa -Germania no estaba seguro si su mentira sería convincente, o si en ese tiempo Roma ya había comenzado a tentar los placeres de la bebida-, te estabas cayendo de dormido, y Aldrich me pidió que si podía dejarte dormir; él se fue después, teniendo algo que atender.

Rómulo no parecía muy convencido de una historia tan burda y simple, pero cuando esos ojos oscuros se fijaron en él, el chico sonrió. Aldrich pensaría, que aún de forma inconsciente, el romano estaría dispuesto a escucharlo y confiar.

El día se fue entre el romano esperando al Germania que él recordaba, y Aldrich, creando excusas para mantenerlo con él. Cuando la noche llegó, no fue difícil hacer al imperio quedarse a dormir con él; el germano decidió dejar al chico solo en la cama, para no inquietarlo o provocar que se fuera.

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Los días continuaron, y aunque era miserable el hecho de que Roma le fuera olvidando, los recuerdos desaparecidos hacían más fácil calmar a Rómulo con alguna mentira; conforme iba regresando a su juventud, aquella inocencia que alguna vez tuvieron también.

Puer ad solis occasum [GermaniaxRoma] |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora