Capitulo 2

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Al cumplir mi mayoría de edad me prepararon una fiesta, no muy diferente a las de años anteriores donde se reunían sobretodo criados y familiares, los cuales solo acudían por la comida y la oportunidad de rascar lo que pudiesen de la fortuna de mi padre a partir de contratos y acciones.
Ese día vi la oportunidad perfecta para marcharme ya que justamente yo, no era el centro de atención.
una vez pasado el momento de la tarta y los saludos incómodos acompañados de sonrisas falsas, me escabullí rápidamente hacia el jardín trasero donde, antes de empezar la fiesta ya había escondido una mochila con lo necesario para viajar a lo mochilera. De esa forma me encaminé hacia mi nuevo destino, aun desconocido.

Por el camino me encontré con gente extraña, tacaña, de todo tipo.

Cuando pase por una gran ciudad mi dinero escaseaba y ninguna habitación era lo suficientemente barata para lo que llevaba en mi adorable cartera de Piolín, con colores vivos, que gane en una feria del pueblo por disparar a un payaso hasta que estallase el globo encima de su cabeza, asi que decidi dar un paseo haber si encontraba un buen puente que me refugiase del frio y donde no fuese muy concurrido; pero claro, todos estaban pillados y no eran unos lugareños muy agradables que se pueda decir, así que seguí buscando.

Llegue a un callejón entre dos grandes edificios donde la gente ni se paraba a mirar de reojo, así que decidí explorarlo. Cuando ya llevaba unos minutos caminando me tope con unos vagabundos que se calentaban las manos en un contenedor ardiendo. Pensé que pasaría igual que con los anteriores ogros de los puentes así que decidí pasar de largo.

-Hey- oí una voz a mi espalda, era grave y un poco afónica; al girarme pude ver un hombre sentado en el suelo con un viejo colchón roñoso y hecho polvo con algunos muelles sobresaliendo.

- Me dice a mi?- respondí señalándome y esperando que no fuese un vagabundo hostil que quisiera robarme.

- Claro, te estoy mirando solo a ti. - El barbudo hombre me hizo un gesto con la mano que yo interprete como que quería que me aproximase a él. Dudé durante un instante pero, desobedeciendo a la enseñanza de mi padre: ' no hables con extraños', me aproxime lentamente con las manos en los bolsillos de mi parca color verde oscuro que me regaló por navidades una tía mía a quien, como al resto de personas y familiares, no tenia mucho aprecio.

- Que desea?- Le dije intentando parecer lo mas educada posible (aunque luego pensé que me había pasado un pelín).

- Vaya, que educada - Reaccionó con una carcajada.

- Disculpeme por intentar ser educada. - Intenté ser sarcástica.

- Bueno, parece que necesitas donde dormir.

- Y que le hace pensar eso?-dije cruzando me de brazos.

- Me caes bien, eres descarada y bastante confiada en ti misma. - ¿Todo eso lo había sacado de la corta conversación que habíamos tenido?- Y que?

-Qué?

- Quieres dormir con nosotros, o eres de esas que prefieren cualquier otra cosa antes que dormir con unos vagabundos?

- Aceptaré su oferta, gracias - respondí escondiendo mi alegría por poder dormir en una cama, si se le puede llamar así y un lugar donde refugiarme del frío y las posibles lluvias que parecían traer las nubes.

Esa noche que pase, dormí en la tienda de campaña del barbudo con mi mochilón de almohada y un ojo abierto.

La tienda de campaña era pequeña, de una plaza aunque sorprendentemente cabíamos los dos en ella bastante bien (que misterio).

Mientras intentaba descansar un poco, aunque siempre atenta a cualquier movimiento sospechoso de mi compañero de "habitación", podía escuchar como pasaban los coches a gran velocidad por la calle perpendicular a la que me encontraba.

Al amanecer, comenzó a entrar en la tienda un pequeño haz de luz que acarició mi rostro y me despertó de mis sueños, en los que pude visualizar una colina iluminada por la luz de la luna llena con un bosque con arboles de grandes hojas rodeando la montaña y dejando ver un estrecho camino. ¿ Donde conduciría ese camino? ¿ Y porqué sentia temor cuando dirigia mi vista hacia él?

Cuando consegui despertarme finalmente, recogi mi mantita azul celeste con la que me resguardé del frio y me habia acompañado a todas partes desde que mi abuela, la unica persona apreciada para mí, me la regaló antes de morir, y me dispuse a seguir mi largo camino.

Cuando salí de la tienda, me despedi de las personas del callejón y le di las gracias al barbudo vagabundo, el cuál antes de irme, me regaló un pequeño colgante de piedra color ámbar el cual me recordaba a las canicas de cristal que tenía de pequeña, y comence a caminar.

Sintiendo la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora