Nos rodeaba un grupo no muy numeroso de personas que iba aumentando, principalmente por la curiosidad. Al ver el éxito que tuvimos con la primera canción, decidimos interpretar un par de canciones más.
Me sorprendió lo amables que llegaron a ser los ciudadanos cuando, al terminar nuestra actuación, miré la funda de la guitarra y vi los billetes y monedas que nos regalaron por el pequeño espectáculo.
- Ha estado bien- me dijo mi compañero guitarrista cuando recogíamos el instrumento y el dinero obtenido con nuestro éxito.
- Si- dije yo con una sonrisa- ha sido divertido.
Los dos nos sonreímos. Nos pusimos a contar nuestras ganancias y a dividirlas.
- Oye, parece que somos buenos como dúo. ¿Que te parecería actuar conmigo en otras ciudades y ganar dinero con tu voz? Nos repartiriamos los beneficios a medias.
- Parece una oferta tentadora pero no, gracias. Quiero seguir mi camino y alejarme lo mas que pueda de las ciudades y mi vida anterior. Quiero encontrar un lugar que me permita sentirme lo suficientemente agusto para poder ser yo misma.
- Está bien, espero que tengas suerte en ese largo camino que has emprendido.
- Gracias, por todo.
Y así nos despedimos, y cada uno siguió su propio camino.
Ya entrada la tarde, llegué al centro de la ciudad, donde pude comprar un par de latas de sardinas, un paquete de barritas energéticas, un sandwich y una botella de agua de un un litro.
Comí en un banco, en frente de un ambulatorio. Tenía un jardín no muy grande pero hermoso, con bancos de madera barnizado y los bordes metálicos que se veían algo desgastados. Me entretuve mirando como entraban y salían las personas al acabar su visita al médico.
Cuando terminé mi sandwich, saqué mi blog de dibujo y me puse a recrear lo que ví en mis pesadillas, esa frondosa arboleda que escondía un largo y siniestro camino.
Estaba inmersa en mis pensamientos, intentando calcarlos en mi blanca hoja, cuando me di cuenta de que al otro extremo del banco, se había sentado una persona. Me giré discretamente, mirándolo de reojo. Pude apreciar una gran tripa cervezera, donde se apoyaban unas manos peludas, con los dedos como morcillas. Seguí subiendo la vista hasta que pude ver una barba canosa, unos labios finos y oscuros; su nariz era redonda y grande. Mas arriba me encontré con sus oios, que me miraban fijamente. Me sorprendí y volví la vista hacia mi dibujo, casi terminado. Pocos segundos después, pude oir una discreta risa, perteneciente del hombre morcilla a mi lado. Me giré hacia él y volví a encontrarme con sus ojos.
- Lo siento, pero me hizo gracia su gesto.- Se disculpó por reírse.
- No, lo siento yo. He sido irrespetuosa y curiosa.
- No he podido evitar mirar su dibujo. Es precioso.
- Oh gracias.
- ¿También ha estado en el pueblo de la luna?- me sorprendió.
- NO.- Respondí extrañada de que aquel camino de mi sueño perteneciera a un lugar real.
- Vaya. Al ver tu dibujo juraría que estuviste allí.
- Lo vi en un sueño.-Le confesé enseñándole mejor mi obra esperando descubrir más detalles.
- ¿En un sueño dices?- Se quedó serio de pronto.
-Disculp...- me disponía a despedirme para evitar la incómoda situación pero fui interrumpida.
- Oye, ¿quieres que te lleve?
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Sintiendo la noche
Science FictionUna chica llamada Katherin decide emprender un viaje. Encuentra un pueblo que parece normal hasta que llega el ocaso. Descubrirá el gran secreto que esconden las gentes de allí, y su manera de ver el mundo cambiará radicalmente.