Capítulo 6

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Caminé durante dos horas por ese largo sendero, pero parecía que no tuviese fin. El camino me adentró en un bosque con frondosas arboledas . Parecía estar oscureciendo, aunque ni siquiera era medio día y comenzaba a refrescar ; la temperatura cayó bruscamente. Saqué una sudadera de mi mochila que conseguí en unas rebajas de temporada después de una larga e intensa lucha con otra chica, a la que también le gustaba, pero nadie me gana a a ver quien tira más, llegue a recurrir a mi técnica del cocodrilo: girar sobre uno mismo.

Estaba cansada de tanto caminar y como aun no se divisaba la salida decidi parar a descansar. Salí del caminito de tierra, dejé mi mochila (que me estaba haciendo polvo los hombros) y me senté en una roca que habia al pie de un árbol. Cuando me sentí descansada retomé mi camino.

La noche me alcanzó en poco tiempo, comenzaba a sentirme somnolienta y el camino parecía inacabable. Sentia los párpados pesados y mi vision se emborronaba; saque mi cantimplora de agua para aplacar la sed y refrescarme la cara para estar más despejada.

Todo aquel paisaje me resultaba muy familiar, era como un deja vu.

Unos minutos después de retomar la marcha, alcancé a ver lo que parecia el final del camino 'creí que no acabaria nunca' pense, y aligeré el paso para alcanzar antes el final de lo que fue el sendero más largo que había cruzado nunca.

Cuando llegué al que era el ultimo árbol del camino pude divisar,  una aldea con las casas hechas de madera, a la falda de una montaña.
Bajé con rapidez una cuesta arenosa y resbaladiza y llegue a la entrada de lo que seria mi refugio unos dias.

Cuando llegue a la plaza de aquella aldea más que pueblo ya que como mucho podían llegar a ser unos 100 habitantes, me sorprendi de como era todo; las casas eran de madera, con los tejados piramidales y puntiagudos y parecian ser de dos pisos, los colores de las fachadas eran grisaceos y sin vida. Todo parecía estar conectado por caminos de piedras y todos ellos llevaban a la plaza central donde, justo en el centro, se encontraba una gran fuente de roca. Los chorros de agua salian de las bocas de lo que parecian ser unas bestias con grandes colmillos y afiladas garras.

No habian muchos aldeanos por allí. De los pocos que divisé, sus ropas eran oscuras y no habia mucha variedad de color; todos parecian estar desanimados y no los vi muy amistosos.

Todo aquello me recordaba a un sueño que tube cuando era pequeña.

Me dirigi a una mujer que paseaba por allí para preguntarle sobre algun hostal u hotel. Su cabello lo llevaba recogido con un moño super apretado y perfectamente colocado (precia de quita y pon), de su cuello colgaba un collar de perlas blancas como el resplandor de la luna llena; su vestido, al igual que sus zapatos eran de un tono grisaceo oscuro ( si fuese de negro pensaría que estaba de luto).

- Disculpe, ¿me podria indicar algun lugar donde hospedarme?- me mantuve a una distancia de ella, la suficienre para oír mi suave tono de voz pero que no fuese a alcanzarme si estiraba las manos, por si acaso este fuera un pueblo fantasma y demoníaco donde cuando menos te lo esperas, eres atacada por una mujer "inocente".
Me miró de arriba a bajo y señaló un edificio de madera de tres pisos de altura, con ventanas con rejas y un cartel encima de la puerta donde estaba escrito el nombre de la taberna, un nombre que parecia haber sido reflexionado profundamente, seguro que fue una elección muy dificil: Taberna de la plaza. Cuando lo leí lo primero que pense fue 'no se les ocurrió un nombre más ingenioso?' Por lo menos dejaban claro que donde se encontraba, era la plaza.

Despues de reirme un rato de aquella obviedad, me dirigi hacia el.

Entré en la taberna y toda la decoración parecía sacada de una pelicula de vaqueros (las puertas  de balancín, por donde entraría el malo reclamando su territorio, con sus ropas negras y sus botas con espuelas con una estrella al final que suena al caminar; las mesas redondas (donde los hombres juegan al poker); el camarero detras de la barra de madera (secando una jarra de cristal), con las botellas de licor a su espalda... Solo habia una diferencia, el local estaba casi vacio, el camarero no tenia un jarra de cristal en sus manos y mostraba una cara larga de aburrimiento, unas ojeras que ni un zombie podría superar y un pelo que parecía que le hubiese metido un lametazo una vaca. Vaya lugar más soso, normal que nadie lo visitase, si solo con poner un pie allí se deprime hasta la persona mas alegre y optimista del planeta.

Respiré ondo y me dirigí a la barra, y le sonreí simpaticamente al camarero, quien no pareció inmutarse. Borre mi sonrisa volviendo a mi cara seria habitual y lo miré fijamente a sus ojos grises. Me mantube alerta por su sospechosa apariencia a muerto viviente y me dispuse a realizar mi pregunta.

-¿Podira ser posible hospedarme en este lugar por unos días?- Esperé con curiosidad su respuesta, pero solo miró de reojo un timbrecito como los de los hoteles (que todos deseamos tocar desde que posamos nuestros ojos en él), situado a mi izquierda. Supuse que quería que lo tocase para llamar al encargado de hostal; ' SI! tengo la oportunidad de hacerlo sonar, que ilusion. SIEMPRE he querido hacerlo' me ilusioné en mi interior.

Cuando lo presione y la distintiva campanita sonó, la puerta justo detrás del hombre se abrió, apareciendo una mujer pechugona y con el pelo rubio, corto y rizado. Lo primero que pude pensar fue ' Esa seguro que se hace los rulos por la noche'.

- Que quieres?- me preguntó con una voz tosca.

- Me gustaria hospedarme unos días, si es posible. Se me quedó mirando con el ceño fruncido.

- Son 12€ la noche.

- Tan poco!?- salte (aunque no se qué me sorprendió con lo cutre que era el local)- Me...me quedo una habitación.

La mujer me acompañó a mi dormitorio. Esa habitacion era cuadrada, con poco espacio. La cama estaba apollada en la pared del fondo, enfrente de la puerta, con una mesita de madera al lado. Un pequeño armario empotrado de madera, en la misma pared que la cama pero mas hacia la derecha. Un aseo con un váter y un lavabo, en la perpendicular al armario y un escritorio a la derecha de la puerta. La iluminacion no era más que una lamparita en el escritorio y una ventana encima de la cabecera de la cama que alcanzaba a la mesita de noche.

No era mucho pero por lo menos tendría un lugar mullidito donde descansar y una puerta anti intrusos por lo chirriante que estaba la manivela.

No tenía ganas de colocar los trastos asi que metí la mochila en el armario y me tiré sobre la cama haciendo rechinar los muelles. Estaba agotada por el viaje así que no tardé en quedarme dormida.

Sintiendo la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora