Capítulo 9 - Colección

36 3 0
                                    

Despierto e inmediatamente siento un intenso dolor de cabeza que estalla en mi cabeza, toco mi frente tratando de masajear la zona, pero el dolor sigue siendo insoportable.

¡Maldita sea!

Me quejo por el dolor, intento abrir los ojos, y al presenciar el resplandor del sol, los vuelvo a cerrar, froto e intento nuevamente abrirlos. El resplandor más el dolor de cabeza me dificulta la vista, aun así, puedo ver el balcón.

¿Balcón?

¿Dónde estoy?

Me levanto de golpe, pero el mareo me frena haciéndome tambalear en la cama

¡Rayos!

¿Qué hice?

Toco mi pecho desnudo

¡NO!

—¡Hum! —El quejido a mi lado me hace voltear y solo veo una cobija tapando por completo a lo que creo es una persona; la ó el desconocido se remueve en su lugar y mis deseos por salir se incrementan. Sigilosamente retiro la cobija de mi cuerpo y vuelvo a respirar al verme en tanga.

Bueno, al menos no hice de más

Vuelvo a mirar a mi lado; todo da vueltas, el dolor de cabeza no cesa y ahora la agonía de saber con quién he perdido la memoria, me tortura. Tomo una larga exhalación y con cuidado dirijo mi mano a la cobija, agarro la punta y con mucha delicadeza retiro la cobija para descubrir el rostro de la persona.

¡Oh!

Maximiliano

Suelto la cobija y volteo para salir, busco en el piso mis medias, converses, bolso y mi vestido; cuando los hallo me levanto sigilosamente de la cama. Tomo todo, sin hacer ruido con mis pisadas dirigiéndome a la puerta, giro despacio la manija hasta que ya no se puede más, la halo y antes de salir reviso a todas partes para saber que no haya nadie. Salgo de la habitación y vuelvo a cerrar la puerta con cuidado.

Dejo mis cosas en una mesa, tomo el vestido, pero antes de ponérmelo me detengo; golpeo mi frente cuando me doy cuenta de que se me olvidó el brasier. Decido colocarme el vestido sin el maldito brasier, después las medias, converse y por último, agarro el bolso.

Reviso la hora en mi celular; 7 a.m. Miro a todos lados hasta que veo un abrigo negro tirado en el sofá

¡Perfecto!

Tomo el abrigo arropándome de arriba abajo, abro la puerta de la habitación y antes de salir miro a todos lados; como todo está despejado salgo con cuidado cerrando la puerta al salir. Mi mejor opción es tomar las escaleras porque conozco los puntos ciegos de las cámaras del hotel.

Antes de llegar a mi piso marco a Ana.

—Buenos días señorita Storm

—Buen día Ana, necesito que me hagas un favor

—Si, dígame

—Estoy llamando a José, pero no contesta ¿Podrías ir a su oficina y decirle que venga contigo a mi oficina?

—Si señorita, ya salgo

Me quito el abrigo en el punto ciego donde no se ve nada y lo dejo tirado en el piso, abro la puerta con cuidado, y al no ver a Ana en su escritorio, corro hasta mi oficina, al cerrar le coloco seguro.

Tomo la chaqueta que tengo guardada en mi oficina, me doy un rápido baño para refrescarme y aunque con la chaqueta mi vestido parece una falda, sigo sin poder ocultar el problema de mis converse blancos.

Pasan un tiempo para que suene mi puerta, me levanto y con cuidado me asomo viendo a José algo confuso. Apenas entra vuelvo a colocarle seguro a la puerta, volteo y se encuentra con el ceño fruncido.

Provocación en la Perla IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora