El castaño quedo anonadado tras la acción altruista del de ushanka, no pensó que alguien como él podría ser tan amable toda su vida pensó que no era más que simple interesado por lo ajeno y exótico, tomó la ropa y vistió a la panameña sin pensárselo dos veces. Al terminar dejó a la chica reposando y cerró la puerta, en seguida se dirigió a buscarlo; después de todo él fue el único que se había preocupado por ambos, le debía sus más sinceros agradecimientos.
Buscó por todas partes al albino pero no pudo hallarlo entre toda la multitud, salió al patio de la casa en donde a un costado de esta había una gran alberca en la cuál muchos de sus compañeros estaban casi desnudos o con la ropa mojada, el ambiente fiestero con toques sensuales daba la sensación de que en cualquier momento un desenfreno sexual azotaría a la masa obligándolos a realizar una orgia interminable.
Ignorando esto, siguió caminando a paso rápido haciendo caso omiso a todo aquel que lo invitará a su pequeña "reunión", su objetivo era claro y no se desviaría de este, o no a menos que alguien más aparezca.
Entre todo ese caluroso ambiente por fin se mostro se mostró ante él, aquel hombre que lo volvía loco y con el simple hecho de mirarlo se volvía un afrodisiaco, podría quitarse la ropa ahí mismo si se lo pidiera, daba igual que los vieran, de todos modos lo olvidarían. Aunque, algo parecía estar mal, no estaba solo, tenía una cerveza en la mano izquierda y acorralaba con la otra a alguien, no estaba seguro pero sabia que no era uno de sus amigos comunes con los que solía bromear. Se encontraba desaliñado su perfectamente peinado, se había convertido en un torbellino de mechones que iban de un lado al otro y sus lentes estaban en el suelo medio rotos; esos prefectos ojos azules miraban a alguien más con deseo, ¿cómo era eso posible? Nunca lo hacía, no con nadie más que no fuera su pareja. El colombiano desconfiado se acerco poco a poco hasta el rubio pero se detuvo en seco cuando vio como unos brazos rodeaban el cuello contrario, y un beso apasionado hizo caer su cerveza, esparciéndola por el frío suelo de concreto.
Esos rojizos brazos lo tocaban con entusiasmo, recorrían su cuerpo como si su vida dependiera de ello, fue el colmo entonces cuando estas empezaron a tocar las posaderas del americano. Se acerco tanto como le fuese posible sin llamar la atención de ambos a paso lento, su corazón latía rapido, sus ganas de llorar se incrementaban a cada pisada, y un gran escalofrío acompañado de un temblor por todo su cuerpo lo invadían.
Tal vez hubiese sido mejor no verlo y salir corriendo, porque es extraño y asqueroso pensar que lo hizo con él, ya que si no mal recuerda esos dos se odiaban a muerte, cada vez que se veían era para matarse con la mirada, pero parece ser que no era así del todo. Se comían con la mirada. ¿Por qué esta besando al chino? ¿Por qué a él específicamente? ¿El mundo conspira en su contra? ¿Era acaso su viernes 13? La respuesta a esas preguntas son imposibles de responder, pero algo estaba claro, ya nada iba a ser igual; todo lo que intentaba olvidar vino a él como un golpe, uno duro e hiriente el cual quemaba cada parte de su cuerpo como llamas incandescentes.
Lágrimas salieron de sus verdosos ojos y por un acto reflejo salió corriendo de allí, dejando de lado todo el mal para encerrarse en su antigua burbuja llena de remordimientos y cuestionamientos inconclusos. Sintió como su corazón se quebraba, no era nuevo pero no significaba que no doliera, es decir, dolía cada vez más; por alguna razón predijo eso, sabia que pasaría, era obvio, aunque le jodia demasiado tener la razón. Maldijo a cada una de aquellas personas que le invitaron, maldecía a Brasil por arruinar nuevamente su vida, no volvería a confiar en él ni en ninguna otra persona que le pareciese "divertido" ese tipo de fiestas.
Corrió hasta que las fuerzas se le desvanecieron haciéndolo caer, en ese instante no aguantó más y simplemente explotó; sollozos y gimoteos junto a lágrimas salían sin remedio alguno. Y como si el cielo entendiera su dolor lloro con él en una fría y solitaria noche en Moscú no tan lejos de aquel que sería uno de sus más duros recuerdos, hasta ahora. Como siempre el frío, el más leal compañero de todo aquel hombre, mujer, niño o anciano que se encuentre desamparado también lo acompaño, así que al menos no estaba solo, no mientras el cielo triste y el frío permanezcan a su lado.
Se sentó en una banca de madera a la vista de una carretera y más allá una ciudad que iluminaba la noche; el sonido de la lluvia lo calmaba pero le entristecía al mismo tiempo no ver estrella alguna, solo ver nubes grises; además de que su cuerpo muriendo de hipotermia no era lo más lindo del mundo, estaba empapado y agonizando pero no iba a moverse, no tenía las fuerzas. Los minutos pasaban y su cuerpo se congelaba con cada gota y suave brisa que lo palpaba, temblaba mientras sus lagrimas bajaban y gritaba con desespero, no era conveniente el que la lluvia lo silenciara pues tal vez alguien pudo haberlo ayudado pero eso nunca paso, ningún residente de esas enormes casas atrás suyo lo escuchaban parecían estar profundos, y eso no era extraño eran de madrugada, naturalmente cualquier persona dormiría plácidamente en sus camas.
Por otro lado, como si de un ángel se tratase llegó con un paraguas un alto y fornido chico, un tricolor con una mirada desconsolada que se acercaba a paso lento al más pequeño, hasta el punto en el que pudo resguardarlo del agua.
—Lo siento.
—¿Qué?— Preguntó el latino viéndolo con sus ojos rojos nublados de lagrimas con una voz quebradiza que rompía el corazón de cualquiera. —Debí hacer algo— Contestó el contrario.
—¿Qué podía hacer usted? Fue suficiente con lo de Panamá, ya no necesito nada más, solo quiero irme a casa, recostarme y dormir para siempre— hizo una larga pausa dejando escuchar solo las gotas caer, podreciendo para él, un ruido reconfortante. —estoy cansado de siempre tener que sacar a todo el mundo de sus problemas, siempre soy yo, ¿cuándo alguien me sacará de los míos? Desearía irme a casa— Nuevamente rompió en llanto por todas las penas que acarreaba ser el responsable de la familia y sus amigos.
Cada una de esas lágrimas, cada uno de esos dolores, esa voz destrozada, sus ropas mojadas y su miseria hacia que el corazón del ruso se romperá en pedazos y por un acto inconsciente le dio su mano, luego le dijo con determinación: —Yo te puedo sacar.

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𝐀𝐌𝐎𝐑 ❝🇷🇺×🇨🇴❞
أدب الهواةJamás fue suficiente para él, jamás quiso involucrarse en algo así, lo único que quería era estar con alguien que lo apreciara, y ese mexicano nunca lo amara como él necesitaba.