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Después de una larga e interminable charla sobre economía, al fin aquella reunión había terminado. Todos los países se encontraban arreglándose para ir a tan dichosa fiesta, y un ruso caminaba arrastrando sus pies sobre el suelo.

Iba en dirección al baño de aquellas instalaciones con una bolsa en su mano y con una pequeña esperanza en su corazón, quería hablar con él colombiano, pero tanta movida hacía que tan solo el simple hecho de acercarse a él sea imposible.

Maldecía por debajo, sin poder encontrarlo en su camino, sólo veía grupos pequeños de pasar alegres y vestidos informalmente. A solo un paso de entrar al baño, lo vio acercarse con una hermosa sonrisa ladina. Sus ropas consistían de tan solo una camisa de botones metida en su pantalón ajustado y unos converse amarillos que combinaban a la perfección.

Estaba atónito, jamás pensó verlo tan bien vestido, aún con esas trapos que sólo hacían que resaltar su delgado cuerpo. Era simplemente bello.

—... — Intento articular palabra pero no salían, hasta que el mayor se paró en frente de él.

—Hola Rusia, quería preguntarte algo— confundido asintió —¿cómo está México? Hoy lo vi muy triste en la reunión.

Ni siquiera lo había notado, estaba tan centrado en que saber que es lo que iba a hacer para acercarse que no tuvo tiempo de analizar el estado del mexicano.

—Ah-.— él solo estaba un poco cansado.

El más bajo miro serio al contrario unos segundo. No estaba seguro de que él estuviera diciendo la verdad pero lo mejor que podía hacer era, creer.

Fingió un suspiro de alivio y dijo: —Menos mal, por un momento pensé que tu eras quien lo puso así.— Recibiendo un sobresalto de respuesta, supo que algo no estaba bien.

—C-Colombia y-yo...— Tartamudeo nervioso. —Q-queria sabe si... tu y yo, p-podemos ir jun-.— Un grito lejano lo interrumpió repentinamente, dejándolo helado.

—¡Colombia!

No quiso darse la vuelta, no quería ver quien era el desafortunado al que le rompería cada uno de los hueso de su miserable cuerpo por haber interferido en lo único que deseaba más que nada.

—¡Brasil! ¿Que se le ofrece?— Así que Brasil, tal vez el ruso le daría unas cuantas lecciones a ese latino después.

—¿Podrías ayudarnos a terminar las cosas para empezar la fiesta?— Dijo el brasileño con una enorme sonrisa.

—¡Claro! Hace mucho que no ayudaba en ese tipo de eventos. Pero, Rusia tenías algo que decirme ¿no?

Su oportunidad se había acabado, ya no importaba lo que hiciera.

—No, no importa.

Ira, hace tiempo no sentía algo así en su vida, ese sentimiento que tanto odiaba. Miró con cólera al sudamericano el cual se sintió atemorizado por la feroz presencia del euroasiático.

—¡Rusia! N-no te había visto, lo siento. Lamento tener que llevar así a nuestro amigo pero es importante, espero que lo entiendas.— Dijo entrecortado.

El menor asintió sin siquiera quitar la mirada asesina de él.

Su oportunidad se había ido, debió haber sido directo, quien sabe cuando sea la próxima ocasión en la que esté tan cerca de él como para poder hablarle. 

Irritado golpeó la pared una y otra vez hasta que sus puños quedaron desgastados, raspaduras y sangre dañaron sus blancas manos.

—¿Ya terminaste?— Una voz conocida lo sacó de sus pensamientos.

—Puede ser.— Respondió él.

—Mira idiota tienes mucho tiempo para poder tener una conversación decente con él, deja de ser un niño pequeño y cámbiate.— Dijo el ucraniano lanzando la bolsa de ropa al ruso —¡Bielorrusia está preocupada por ti! ¡Y lávate las manos! Maldito desquiciado.— Dijo esto último la más bajo posible, pero lo suficiente como para que su hermano lo escuchara.

—Sí...— Dijo el tricolor yendo a cambiarse.

El ucraniano bufo molesto por la actitud tan infantil de su hermano menor, actuaba como un niñito caprichoso y eso le fastidiaba; se sentó en el suelo para esperar al de ushanka.

—¿Y Rusia?— Preguntó una bella muchacha con dos trenzas y una diadema en su cabello.

—Está adentro. ¿Y no podías utilizar un vestido menos corto?.— Dijo el mayor mirando como las piernas largas y delgadas de su hermana estaban desnudas.

—Nop.

Una pequeña discusión se había armado en los amplios pasillos de las instalaciones hasta que el callado ruso se hizo presente.

—¡Rusia! ¡Hermano! ¡Que guapo estas!

Un pequeño sonrojo y una encantadora sonrisa hicieron presencia en el rostro del menor.

—Gracias a mi.— Dijo el rubio, orgulloso de su "creación". —Callate.— sentenció la chica.

𝐀𝐌𝐎𝐑 ❝🇷🇺×🇨🇴❞ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora