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La noche más larga del año también es la más dolorosa, pienso recorriendo el cielo sin atreverme a mirar abajo, intentando hacer oídos sordos a los miles de gemidos y lamentos que se alzan sin piedad, intentando encontrar algo de consuelo en la Luna que brilla en su plenitud, o quizás unas palabras alegres que provengan de las finas nubes de algodón. Pero nadie responde a sus ruegos. Yo aprieto los puños, cierro con fuerza la mandíbula y paso de largo. Si se me escapa alguna lágrima indiscreta estoy demasiado ocupada como para notarlo.

Es inútil, me reprocho. Sé de sobras cómo va la cosa, no es mi primera Nochebuena ni será la última. Esta vez seré fuerte, me repito una y otra vez. Pero, aunque cada año me lo planteo, siempre acabo rompiendo las reglas.

Pedacitos de luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora