VI

29 1 0
                                    

Una florecita pequeña y discreta plantada en el alféizar de una ventana. Es una margarita de núcleo verde y grandes pétalos amarillos como el Sol. Está cubierta en su totalidad de gotitas de rocío que brillan reflejando los primeros rayos del alba. Antes de pararme a pensar cómo es que una flor tan delicada no ha perecido con la nevada, reparo en el bloc de dibujo que sostiene en sus manitas temblorosas. Un momento, ¿manitas? ¿Un bloc de dibujo? Vaya… No es una flor… Es una niña. El corazón me da un vuelco. El núcleo verde resultan ser dos ojos redondos y expresivos, que me miran directamente. Los pétalos amarillos y brillantes no son sino delicados bucles que enmarcan una cara pálida de muñeca. Y el precioso rocío que la cubría son las lágrimas que manan de sus ojos y mueren en su libreta, desdibujando sutilmente los pensamientos que ha plasmado en papel. La pequeña sigue sin apartar la vista de mí. ¿Realmente me ve? Intento acercarme a ella, pero algo me lo impide. Empujo con todas mis fuerzas, perdiendo parte de mi luz en el intento, pero es inútil. Es tan grande el dolor de la niña que ha creado una barrera de hielo a su alrededor, una barrera que ni siquiera la luz una Estrella Fugaz puede traspasarla. “Déjame pasar”, le suplico. “Déjame abrazarte”. “No” me responde sin dejar de clavarme sus ojos verdes. “Todo es culpa tuya, no voy a dejar que vuelvas a estropearlo”. Eso me ha dolido. Las Estrellas Fugaces hacemos el bien; acusar a una Estrella Fugaz es parecido a decirle a un hada que no crees en ella. Así que un poquito más de mi luz se desvanece. Ya que no me deja acercarme, al menos intento ver lo que esconde su bloc de dibujo, y al verlo me quedo sin palabras. Miles de bocetos y poesías dedicados a una madre que nunca conoció; Cientos de cartas a amigos (reales o imaginarios) que viven tan lejos como para siquiera imaginarse a que les olerá el cabello recién lavado; Decenas de historias para transportarse a mundos lejanos donde la Desesperación no pueda encontrarla; Y unos cuantos deseos a Estrellas Fugaces que jamás se cumplieron.

Pedacitos de luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora