-Esa tiene forma de tortuga.
-¡Mira, mira, mira hyung!, la de la izquierda.
El chico rubio apuntaba hacia el cielo con su dedo índice derecho, mientras que con la mano izquierda tomaba más fuerte la mano del contrario.
-¡TIENE FORMA DE UN OSO!
El cielo tenía unas cuantas nubes, las cuales el par de chicos estaban adivinando su forma desde que empezó el receso.
Ambos iban en secundaria sólo que se llevaban por un año, durante el curso de inducción del menor, se había distraído viendo el laboratorio de biología, y sin querer se había separado del grupo.
-¿Hola?
El pelinegro escucho esa leve voz desde el cubilo que estaba a un lado y salió con su bata de laboratorio, sus googles de protección y cubrebocas.
-¿Eres de nuevo ingreso?
El rubio volteo y asintió frenéticamente.
Las ventanas laterales dejaban entrar leves rayos de sol, que iban directamente hacía el joven nuevo, dando la apariencia que estaba envuelto en una aura brillante y amarilla, el de segundo año cerró un poco sus ojos y escucho claramente el palpitar de su corazón, que por alguna razón se había vuelto más fuerte.
-Dame un momento.
Entro nuevamente al laboratorio de química, apagó el mechero, guardo los instrumentos que utilizo, se retiró su equipo de protección y salió.
Youngjae se había quedado impresionado por un momento, ahora podía ver con claridad el rostro de ese compañero y era atractivo a su vista.
Además de que no había notado la primera vez que lo vio, el arete en forma de nota de sol que traía en su lóbulo derecho.-Ven, iremos a alcanzarlos.
Incluso su voz era melodiosa.
Jaebeom comenzó su andar esperando que el de nuevo ingreso lo siguiera y así sucedió.
Salieron del edificio y pasaron por el campo de fútbol.
-De donde me viste salir, es el laboratorio de química, empezarás a tener prácticas ahí desde segundo. Ese es el campo de fútbol, regularmente se encuentra ocupado por el equipo o por las chicas que practican americano.
Todo lo había dicho sin detener su andar, hasta que se detuvo y el menor choco contra su espalda.
-Lo siento. Fue sin querer.
El pelinegro volteo y le tendió su mano.
-Por cierto, mucho gusto. Mi nombre es Im Jaebeom. Estudiante de segundo año.
-Hola. Me llamo Choi Youngjae, soy de primero, como ya sabes.
Tomando su mano pudo sentir que su tacto era suave.
-Si llegas temprano, puedes recostarte en esta parte del campo y ver las nubes pasar, los árboles que están aquí, te ayudan mucho a relajarte.
-¿Lo frecuentas a menudo?
-Cuando estoy estresado, sí.
El mayor metió sus manos a los bolsos de su pantalón y cerro sus ojos. Al tornarse el ambiente en silencio se escuchó el trinar y aleteo de algunas aves y el movimiento que ocasionaba el viento entre las hojas.
-Oh, disculpa. Me deje llevar. Vamos, de seguro ya terminaron el pequeño tour.
Im se sonrojo un poco, pero evito que el menor viera al voltearse y evitar su mirada. No comprendió porque le había dicho sobre su lugar secreto, y menos aún comprendía porque se había relajado tanto.
Al contrario de Choi, que justo cuando su mayor cerro los ojos se enfoco en su perfil y confirmo que nunca había visto una belleza de esa índole. Estaba tan enfrascado en el otro que estaba apunto de revolverle el cabello, pero al verlo abrir los ojos se volvió hacia el cielo azul y apretó sus puños.
Empezaron su marcha otra vez, pasaron por el invernadero, el auditorio y por fin vieron a lo lejos al grupo de Nuevo ingreso.
-Bueno, creo que por fin llegamos.
-Hyung...
-Dime.
-¿Puedo juntarme con usted en el receso?
Jaebeom se la pasaba en el laboratorio, avanzando con su investigación, obviamente no tendría tiempo para pasar con el menor... O al menos eso quiso decir.
-Claro, te veo en el campo de fútbol.
-¡Gracias Jaebeom hyung!
Youngjae era una persona que amaba dar abrazos, le gusta sentir a las personas de esa forma y esa vez no fue la excepción. Pero había olvidado que tenía muy poco tiempo en conocerlo, todavía no pasaba ni un día y ya estaba invadiendo su espacio personal.
-Lo-lo siento. Me deje llevar. Perdón, perdón, perdón.
A decir verdad, el de pequeños ojos no le agradaba el contacto físico, incluso eran contadas las veces que se había dejado abrazar por sus amigos o que lo saludaran de forma muy afectuosa. Pero sin embargo, con ese menor de cabello dorado no le incómodo, incluso sintió su corazón aumentar el volumen de sus palpitaciones.
-No fue nada Jae.
Abrió mucho sus ojos, él no acostumbraba a ponerle apodos a la gente, menos a un chico menor que él, quién tenía menos de una hora de conocerlo.
-Entonces lo veo al rato hyung. ¡Gracias!
Y así fue como comenzaron a a verse en los recesos, la estadía de Jaebeom era cada vez menos en el laboratorio, los días pasaron llegando a ser meses.
En esos recesos se la pasaban platicando de sus clases, de los amigos de cada uno y del proyecto el cual estaba trabajando el mayor, Youngjae le menciono que quería estudiar Biología marina, y su sueño era irse a vivir cerca del mar. Después de eso, se recostaban a ver el cielo en un cómodo silencio.
Al tercer mes, comenzaron a jugar con sus manos.
-Tu mano es más pequeña que la mía.
-No es cierto, la mía es más grande.
-Claro que no, mira.
Estaban acostados en el pasto, así que Jaebeom subió su mano derecha, siguiéndola la izquierda del menor y se sobrepusieron.
-¿Lo ves?, la mía le gana.
-Asi parece ser.
Ambos habían volteado, conectaron sus miradas, mientras en el amplio cielo esas manos comenzaron a entralazarse, al terminar de juntarse ambos sonrieron y bajaron nuevamente sus manos juntas.
El cuarto mes llegó, y ese pedazo de color verde con azul fue testigo cuando hubo un roce de labios, un destello en la mirada y sincronía en los corazones.
Después de un año, ese lugar que era silencioso, lo seguía siendo, pero siempre a la misma hora, dos figuras se acostaban mirando el amplio azul, por un momento se llenaba de sus voces, por otro rato se escuchaba los sonidos de besos llenos de amor.
Y fue ahí donde esas manos entrelazadas no se separaron mientras que el cielo era testigo de ese amor que iba creciendo.
¿Muy cliché?
Sí.