-Hyuuuuuuung.
-¿Qué pasa ahora Youngjae-ssi?
-Sigo sin entenderle.
Jinyoung estaba con su cuaderno resolviendo los problemas de álgebra que tenía que entregar mañana, con el llamado del rubio levantó su vista y lo vio con su cara enterrada entre los miles de libros que estaban a su alrededor.
El pequeño estaba por presentar su examen para el ingreso a la Preparatoria, y él como su mejor amigo se había ofrecido a ayudarlo.
-¿Quieres que te explique otra vez?
El rubio levantó su rostro e hizo un pequeño puchero.
-No hyung, ya lo he estado molestando mucho. Le he robado mucho tiempo, estoy siendo egoísta, sólo lo quiero para mí y eso no es posible, jajaja.
-Nada de eso Jae, lo he hecho porque he querido.
-Mi cerebro parece un pan tieso, no puedo comprender nada. A lo mejor mi destino es no entrar a la misma escuela que usted.
Desde que lo vio en el parque sin nadie alrededor para que lo empujara en los columpios, siempre trataba de procurarlo. Cuando entraron a la escuela básica, lo llevaba a su salón y lo esperaba cuando tenían tiempo para el almuerzo, hacían las tareas juntos, si algo no entendía el más pequeño, Jin le trataba de explicar lo que su pequeño cerebro lograba procesar, cuando enfermaba lo iba a visitar aunque a los pocos días él se quedará en cama por el resfriado que pescaba.
-¡¡¡Jinnie!!!
-Jae, ¿qué haces? Acabas de recuperarte no es bueno que vengas a verme.
-Pero Jinnie fue cuando yo estaba malito. Por mí culpa estás así.
Los ojos llorosos del entonces castaño, se hicieron presentes y el mayor no tuvo más remedio que hacer un espacio para él en su amplia cama.
Todos creerían que el menor era quién siempre necesitaba la ayuda del mayor, pero este último sabía que no era así.
Al paso del tiempo se dio cuenta que su temperamento había cambiado, su mundo que era sólo blanco y negro, se llenaba de colores cada vez que escuchaba esa risa estrenduosa, o simplemente el verlo llegar a su casa para estudiar.
Jinyoung había llegado a la conclusión que había nacido roto, pues en sus primeros años de vida (hasta donde recuerda) se sentía vacío, sin algo que en verdad le diera felicidad... Pero cuando escucho a un niño en los columpios preguntando inocentemente sobre si le podría empujar sin tomar en cuenta su cara furiosa, una llama cálida entro a su corazón y llegaba nuevamente cada vez que lo veía o estaba junto a él.
-Jae...
-¿Mmmh?
-No pienses que me quitas el tiempo o me estás robando algo. No me debes nada... Creo... Creo que es lo contrario.
-¿Hyung?
-Yo soy el que te debe a ti. Llegaste a alegrar mi vida... Y siempre lo haces. Te lo agradezco.
Ambos se estaban mirando a los ojos, el menor tenía su boca abierta por las pocas pero poderosas palabras del castaño, este tenía una sonrisa genuina, de esas que sólo le dedicaba a él; se paró de su asiento y fue al lado del rubio.
-Nunca te lo he dicho, pero siempre le agradezco a la vida por ese día... Aunque me hubieran roto mi papalote... Si nunca lo hubieran hecho, no me hubiera ido y no te hubiera encontrado en esos columpios.
-Jinyoung...
-Así que yo sería el que te roba el tiempo todos los días, el que se siente egoísta porque sólo te quiero para mí. Porque quiero que en esta nueva etapa de tu vida también me tomes en cuenta... Porque no quisiera dejarte ir. Pero prométeme algo.
-¿Qué cosa Jinnie?
Hace mucho que no utilizaban esos sobrenombres, los habían dejado de usar porque decían que eso sólo lo hacían los niños.
-Nunca me borres de tu corazón.
Youngjae sentía sus mejillas arder, sus manos tomaron las manos del contrario y se paró de su asiento.
-No lo dude hyung, nunca lo haría. Incluso si me diera amnesia... Usted sería lo único que no podría olvidar.
Jinyoung sabía que pedía demasiado, pero ese amor puro y sincero que poco a poco creció dentro de él le obligó a pedirle ese acto egoísta, además de que no era consciente de que era correspondido.
Se fundieron en un tierno abrazo y Jinnie paso una y otra vez su mano sobre el sedoso cabello del menor, mientras esté seguía inhalando el aroma de su ropa el cual lo tranquilizaba.
Ese amor, había empezado desde que eran niños, pero con los años fue reforzandose cada vez más, a tal punto que necesitaban de la presencia del otro para poder llevar su día a día.