• ꜱᴀᴛᴜʀᴅᴀʏ •

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Era un nuevo día, poco más de las 8 de la mañana, la luz del día iluminaba la habitación de Renjun, haciendo que este despierte del sueño tan profundo que había tenido. Despertó con mucha hambre, y para evitar lo mismo que pasó el jueves, se levantó con gran optimismo a prepararse algo para de desayunar. Sabía que el desayuno es algo fundamental en el día y casi siempre omitía ese momento.

Salió de su habitación con ayuda de la muleta, que seguramente Jeno había dejado ahí. Fue a la cocina para prepararse el desayuno, caminando con cuidado para no perder el equilibrio.

Buscó en la nevera que podía comer, hasta que una jarra de leche le hizo ojos. No dudó en sacarla para servirse un vaso de leche fresca. Luego de dejar la leche en la mesa buscó en los gabinetes que estaban ubicados abajo del mostrador, encontró galletas de diversos sabores, se sorprendió mucho al encontrar tal variedad, ni sabía que habían galletas en el departamentos. Sacó 2 paquetes de galletas Oreo para acompañar su vaso de leche.

Se sentó con cuidado luego de haber dejado su muleta apoyada en el respaldar de la silla donde yacía sentando.

No sentía mucho apetito, pero quería comer para evitar desmayarse de nuevo, no la había pasado bien. Demoró cerca de 15 minutos ingiriendo el desayuno, cuando terminó llevó el plato y el vaso al lavadero, para lavarlos, no los iba a dejar ahí para que Jeno haga todo por él.

Tardó menos de lo esperado, al finalizar los colocó en el mismo lugar donde los encontró. Pensó que era momento de volver a su habitación, no entendía porque se condenaba a estar encerrado en ese lugar. Quería evitar a Jeno; pensó.

En el camino, mientras se apoyaba de su muleta y un poco la pared, se cruzó con Jeno saliendo de su habitación, se acababa de despertar. Renjun se sorprendió y se tensó un poco al igual que Jeno.

Buenos días Renjun... ¿Cómo despertaste? – Jeno dio la iniciativa amablemente con esa pregunta –.

Ah... bien... acabo de desayunar algo pequeño y ya me dirigía a mi habitación... – a comparación de Jeno; Renjun no lo miraba cuando le hablaba, su vista estaba dirigida al suelo mientras jugaba con sus manos –.

¿Qué desayunaste? – preguntó curioso –.

Leche... con galletas – elevó un poco la mirada intentando perder los nervios –.

Vaya... bueno. ¿Quieres ver películas o jugar algo luego? – Jeno no se cansaba de insistir, estaba entablando una conversación forzada; literalmente. Le hacia mucha falta Renjun –.

Ah... no lo sé. Te aviso más tarde – hizo un intento de sonrisa, y siguió su camino –.

¿Por qué eres tan orgulloso? No todo el tiempo voy a estar detrás de ti pidiendo tu perdón... ¿Sabes? Tú también te equivocaste. – Al parecer Jeno se había enojado, aumentando la tensión en el ambiente –.

Renjun dejó de caminar, no sabía que responder, en parte el coreano tenía razón, pero no era orgullo, eran nervios y vergüenza, se sentía miserable cada vez que lo veía. Siguió caminando hacia su habitación, luego de dejar a Jeno un poco enojado en el pasillo.

Apenas entró sintió ese peculiar zumbido en sus oídos y el latir de su corazón más acelerado de lo común. Jeno tenía razón, él no iba a estar atrás de él toda la vida. Renjun no tenía nada que perdonarle a Jeno, sólo seguía asustado por lo sucedido el jueves. Pero no encontraba la manera de decirlo, con solo verlo ya sentía nervios.

Quería volver a la sala donde se encontraba Jeno para decirle que no había nada que tenía que perdonar, pero le daba temor con solo verlo, además ahora estaba enojado. Con solo recordar lo que Jeno y él habían pasado el jueves sentía una inmensa confusión de sentimientos hacia él. No estaba seguro si seguía enamorado del coreano.

una semana a solas; norenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora