3. Volando entre las nubes.

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Bradie y Alexander accedieron de nuevo a Elda a través de la puerta verde. Esta vez aparecieron en medio del bosque. 

-Te llevaré a mi reino, pero no puedo dejar que vayas así. -le comentó Alexander. -Necesitamos algo de ropa blanca y un par de alas. -dijo chistoso.

-¿Y donde vamos a conseguir todo eso? -rió Bradie.

-Tengo un amigo que quizás nos pueda ayudar con eso. -Alexander la cogió de la mano y tiró de ella hacia el interior de la maleza. 

Diez minutos andando sirvieron para llegar hasta una pequeña casa roja en medio de un precioso lago. Cruzaron el puente que les llevó hasta la entrada de la casa. Alexander llamó a la puerta. 

-¡Hombre, Alexander! ¿Que te trae por mi hogar? -un hombre algo más bajo que Alexander, vestido de una manera estrambótica, con el pelo largo hasta los hombros y algo despeinado, les recibió. 

-He traído visita, Mayanor, necesito que parezca uno de los nuestros. -En cuanto aquel hombre vio a Bradie, sus ojos se abrieron como platos.

-Lyssa... -Mayanor pasó una mano por la cara de la adolescente. -Como has crecido, pequeña. Pasad. 

Ambos entraron en la casita roja de aquel amable hombre. Bradie sentía algo extraño en su interior cuando la gente la llamaba Lyssa, pero supuso que acabaría acostumbrándose. Se sentaron en una pequeña mesa de madera mientras Mayanor buscaba algo entre los cajones. 

-Mayanor es uno de los tejedor del reino. -le explicó Alexander a Bradie. 

-Ahora todo tiene sentido. -contestó ella con una sonrisa. 

-¿Que te parece este? -Mayanor le mostró un vestido blanco. Era estrecho de cintura para arriba y tenía vuelo en la parte inferior, calculó que le llegaría por encima de las rodillas. La parte de la cintura estaba decorada con pequeñas flores blancas, sin duda, era precioso. 

-No creo que...

-Le quedará genial. -interrumpió Alexander a la chica. -Pruébatelo. 

A Bradie no le quedó otro remedio que meterse en una de las habitaciones a probarse aquel vestido. Se miró en el espejo una vez puesto. Aquel vestido marcaba cada una de sus curvas, se le ajustaba al pecho y como bien había observado, le llegaba justo por encima de las rodillas. Era muy suave y cómodo. Vio una flor blanca encima de la cama de aquella habitación y se le colocó en la parte derecha de su melena, a juego con el cinturón de flores del vestido. Salió de la habitación y se presentó en el salón. 

-Pequeña... -dijo asombrado Mayanor. -Estás preciosa...

-Gracias. -dijo Bradie con una sonrisa. Miró a Alexander que no había articulado palabra. -¿Y bien? ¿Podría pasar por un ángel ya? 

-No te hace falta ese vestido para ser un ángel. -Bradie no supo que decir, la había llamado ángel, nunca le habían dicho algo así. Mayanor fue quien rompió el silencio en el salón e hizo que apartaran la mirada el uno del otro. 

-Solo te faltan las alas. -dijo éste. -¡Cindy! -una pequeña hada rosa apareció volando, era preciosa. -Necesito un par de alas para esta chica. -la pequeña hada empezó a dar vueltas alrededor de Bradie, hasta que empezó a sentir un dolor en la espalda que la hizo caer de rodillas al suelo. Gritaba de dolor y aquella hada seguía dando vueltas. Se le saltaron las lágrimas. Alexander prefirió mirar para otro lado, antes de ver el sufrimiento de su amiga. Cuando terminó Bradie poseía dos alas blancas en la espalda. Se quedó tendida en el suelo, rabiando de dolor. 

-¿Estás bien? -la voz de Alexander pegada a la oreja de la chica, le produjo un pequeño escalofrío. Bradie asintió débilmente. -Vamos, ¡arriba! -la ayudó a levantarse del suelo poco a poco.

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