Día 1.
-¿Por qué a mí?
Como ven, yo también me hice esa pregunta, en un momento dado. O más bien, en el momento clave.
-No lo veas de esa forma. -Dijo ella.
-No… Si "verlo" precisamente, es lo que no voy a hacer más, Amelia.
Sus ojos cafés se clavaron en mí, como un cuchillo recién afilado que me atravesaba por completo. Nadie mejor que yo, conoce el significado de esa mirada suya. Y significa algo así como: "No es el momento más adecuado para que utilices tu humor negro y como vuelvas a hacerlo, me largo de aquí y te quedas lamentándote sola".
¿Que si hubiera sido capaz de hacer eso en un momento como este? Completamente. Así es ella. Así es Amelia y así soy yo.
Me conoce más incluso que yo misma y eso le da ciertas ventajas. Ella sabe perfectamente, que cuando algo me preocupa, cuando algo me asusta o más bien, cuando estoy aterrorizada, tiendo a utilizar la ironía, con el falso pensamiento de que así disimulo mis sentimientos. Cosa que con ella, desde luego no funciona. Pero debo admitir, que esta vez, es completamente diferente a todas las demás...
Esta vez, el miedo que tengo es tan atroz, que me siento incluso paralizada. Realmente, hay algo que no me permite asimilarlo aún. Así que cuando sea capaz de hacerlo, les prometo contarles todo con detalles.
Por el momento, les voy a hablar de ella, Amelia. Mi mejor amiga desde... Ni siquiera puedo recordarlo. No es cierto. Obviamente lo recuerdo... Es más, me atrevería a decir que recuerdo cada detalle del día en que la conocí. Creo que ambas tendríamos unos 13 o 14 años.
Era un día de clase como otro cualquiera, yo estaba aparentemente muy concentrada dibujando estrellas, cuando escuché un tímido: "¿Te importa si me siento aquí?" Alcé la vista y me encontré de frente con la sonrisa más dulce que había visto jamás. Pero eso no era todo... Mi vista continuó con un análisis hecho sin permiso y fue a parar a sus ojos. Cafés... ya lo adelanté antes.
Pero les juro que nunca había visto unos ojos tan bonitos como los de aquella niña, que sin conocer de nada, me dejó absolutamente atontada.
-"Es que aún no tengo libros" -volvió a hablar, seguramente pensando que se vino a dirigir a la chica más idiota de todo el salón.
De hecho, hoy en día, al recordarlo nos seguimos riendo de ese momento y aunque ella me asegura que le resulté "dulce", yo sigo diciendo, que lo único que pude parecer, fue imbécil. Pero, que tire la primera piedra, aquella persona de todos/as ustedes, que nunca se ha quedado paralizada frente a alguien en concreto.
Aquella que nunca ha sentido que, aunque quisiera decir mil cosas, sus labios no eran capaces de pronunciar ni una sola palabra y por algún extraño e inexplicable motivo, su cuerpo comienza a sentir ligeros temblores internos, nervios, cosquilleos, un molotov, que al no saber cómo manejar, te deja exactamente así, atontada.
¿Cuántas piedras van a ser lanzadas en este momento? A ver...
Ahora que lo pienso, escrito suena muy fácil y bonito... pero vivido, no es tan idílico y lógico. De hecho, nunca fui capaz de entender qué me ocurrió en aquel momento, con aquella chica nueva que inconscientemente, había captado mi atención de una forma en la que nadie la había conseguido captar hasta el momento.
Y hasta este momento sigue siendo así, ¿Para qué mentir?
Retomando el tema del recuerdo. Cuando fui capaz de asentir, la pequeña niña de pelo negro, sonrisa radiante y ojos cafés, que parecía haber sido sacada de un cuento de Disney, se sentó a mi lado.
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Creer para ver
FanfictionLo más curioso del ser humano, es la fastidiosa capacidad que poseemos de no valorar las cosas, hasta que tenemos conciencia de que vamos a perderlas. O peor aún, hasta que definitivamente, las perdemos. Y con ello, me refiero a todo tipos de cosas...