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Acabó de acomodar todo a las dos y cuatro y se prohibió tocar nada para que no volviera al desastre.

Fue a su habitación y abrió el armario, sin tener ni idea de qué ponerse.

Por otro lado, un castaño se encontraba exactamente igual.
Desde que vio al rubio en la primera fila de su concierto sus ojos se habían fijado en él, pero no tenía ninguna clase de esperanza para poder volver a verle.

Sin embargo, todo cambió cuando le vio entrando a su camerino por el pase del Meet&Greet.
Entró en pánico al verle delante suya, pero logró mantener la compostura, no sin hacerle la promesa disparatada de darle clases particulares.
Realmente quería seguir viéndole.

Cuando se lo comentó a su mánager, este casi le arranca la cabeza, pero acabó comprendiendo ya que lo único que quería es que su artista y amigo fuera feliz así que insistió en que realmente lo hiciera.

Así que ahí estaba, tres horas después de su conversación, en frente de un edificio en una zona por la que no había pasado en años, a punto de entrar para enseñarle a tocar la guitarra eléctrica a un hombre al que literalmente acababa de conocer.

Una parte de su racionalidad le decía que lo que estaba haciendo era una locura, se iba a quedar ahí solo en la casa de un desconocido durante varias horas y sin la protección de sus guardaespaldas. Bastante peligroso visto de forma objetiva.
Pero sin embargo se sentía tranquilo.

No había nada que hubiera hecho saltar una bandera roja ni nada que le hiciera sentirse incómodo o intranquilo con la idea, así que decidió guiarse por esos instintos.

Entró al edificio y subió al ascensor sin que nadie reparara en su presencia.
"Realmente las gorras y gafas de sol te camuflan" pensó, con una sonrisa. Había sacado esa idea de la maratón de películas de Marvel que se dio unos días antes.

Cuando llegó al piso indicado, bajó del ascensor y se dirigió hasta la puerta indicada.
Dudó un segundo, pero terminó llamando al timbre.

Se oyeron algunos pasos algo apresurados, y juraría que algún golpe también, seguidos de un quejido bajo.

Pero la puerta se abrió, dejandole ver a aquel rubio platino de nuevo.

—Hola —dijo este, con una sonrisa. En ese momento, Seokjin reparó en que tenía hoyuelos. Eso le gustaba.

—Hola —respondió. Ninguno de los dos se movía, no podían creer que el contrario estaba delante suya— ¿Vas a dejarme entrar o...?

—Ah sí, claro —dijo cayendo en que bloqueaba la entrada y apartándose de la puerta— Puedes dejar tus zapatos aquí, no sé que número calzas y realmente no tengo chanclas de repuesto pero-

—No importa —le interrumpió soltando una risita— Con los calcetines estoy bien.

Ambos se dirigieron al salón y estuvieron un rato en silencio, sin saber qué decir.

El mayor empezó a pasear su mirada por la habitación, era mucho más pequeña que cualquiera de su casa, pero se hacía acogedora y tenía una decoración minimalista que le gustaba.

—¿Entonces Yoongi no está? —preguntó, tratando de romper el hielo– Quería conocerle...

—No, hoy no, él ha quedado con Hoseok –aclaró— Honestamente, él no sabe que estás aquí, ya se había ido cuando hablamos.

—¿Hoseok? —le preguntó con curiosidad— ¿Es su novio?

—¿Siempre vas preguntando a la gente si tiene pareja? —replicó riendo y le vio avergonzarse un poco— Pero no, ellos aún no son nada, aunque están en ello.

rockstar;; namjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora