Cloe

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Me desperté nuevamente exaltada por la terrible pesadilla que acababa de tener, no la recordaba, solo lograba acordarme del sentimiento de terror que me producía. Mi padre, al escucharme gritar vino rápidamente.

- Cloe, ¿estás bien?, ¿otra vez las pesadillas?

- Si, papá, ya sabes que sí, ¿qué otra cosa me va a pasar?

- No sé, hija, no sé, venga vístete ya, que va a ser hora de ir a clase.

- Buff, no me encuentro bien.

- No empieces, Cloe, por cierto, tenemos que hablar de tu comportamiento en clase ayer.

Decidí no responderle, sabía que si lo hacía iba a acabar mal, y no es que no quisiera que mi padre no me hablara durante todo un día, es más, eso sería un privilegio, pero no quería ir andando hasta el instituto. 

Me vestí con lo primero que encontré, una sudadera negra, los pantalones vaqueros que mi madre solía llevar antes de morir y unos botines también negros, para perfeccionar mi vestuario, cogí un gorro que Ana se había dejado en la última visita que le hicieron a mi padre y por ultimo me pinte los ojos, no pude evitar pensar que, si no tuviera la piel tan blanca, no se me vería en la oscuridad.

Rápidamente, cogí mi mochila y me subí al coche, mi padre arranco y nos dirigimos al instituto.

- Oye, Cloe, has desayunado algo.

- No.

- Ay, hija, desde que tu madre murió casi no comes nada.

- ¿Crees que como poco por la muerte de mamá?, ay por dios papá, eso ya paso hace años, la gente se muere, no voy a hacer un drama porque alguien muera, todos vamos a morir algún día.

- Cloe, ¿tú te escuchas?

- Claro que sí, ¿Qué pretendes?, ¿Qué me ponga a llorar por alguien?, papá, yo lloro por cosas importantes, no por algo que paso hace mucho tiempo, a parte, ella fue la que se mató, no me voy a deprimir por una decisión que tu querida esposa tomo.

Esta vez fue él el que no respondió, me sentí satisfecha al saber que yo tenía razón.

Al poco tiempo llegamos, el me dejo fuera, ya que aún quedaba una hora para entrar, él al ser profesor tiene que entrar antes todas las mañanas.

Me fui a dar un paseo por la playa, puse música en mi móvil, la primera canción en reproducirse fue “superdeadfriends de Yungblud” cuando llegue a una punta de la playa vi a un grupo de gente, cuando me acerque ya era tarde para escapar, ya me habían visto, me llamaron para que me acercara, no quería hablar con ellos, pero no me quedaba otra opción que no implicara salir corriendo.

- Ey, Cloe, cuanto tiempo, toma ¿quieres? –dijo uno de ellos sujetando un porro.

- No, gracias, por algo os deje de hablar, dais pena, ahí tirados, bebiéndoos y fumando el dinero de papá en pleno amanecer.

- Hace no mucho eras tú la que estabas aquí, gastando el dinero del señor Freixes. –dijo otro sujetando una botella de vodka negro. 

- Lo sé, pero me di cuenta de que no puedo matar de esa manera a la persona que más quiero. 

- A mí, ¿verdad Cloecita?, sabía que no me habías olvidado. –grito contenta una chica que estaba tirada en el suelo fumando.

- No, a mí misma, Laura, no me puedo creer que sigas con esta panda de imbéciles.

- Bueno, estos imbéciles me han consolado cuando tú me dejaste sin decir nada.

- Sí que te lo dije, pero estabas demasiado borracha para acordarte.

- Di lo que quieras, si no quieres estar con nosotros vete con tu narcisismo a otra parte.

- No pensaba quedarme, tranquila.

Me di media vuelta y volví por donde había venido, realmente ella tenía razón, no le di motivos, simplemente la deje, tampoco los tenía, pero nunca estaba lo suficientemente sobria para darse cuenta de que le mentía sobre lo que había pasado.

Vi el reloj de mi móvil ya había pasado la hora de entrar en clase, me puse a correr. Cuando llegue a la puerta del instituto habían pasado diez minutos de la hora de entrada.

Subí las escaleras a toda velocidad hasta llegar a mi clase.

- Señorita Freixes, ¿otra vez llegando tarde?, ¡y con los zapatos llenos de arena!, de verdad, ya no sé qué más podemos hacer los profesores contigo, siéntese y no interrumpa más mi clase por favor. 

- Vieja cascarrabias. –dije yo en bajo.

- ¿Perdona?

- Queda usted perdonada señora Rodríguez.

- No me venga con bromas Freixes, ¿Por qué se ríen tus compañeros?, ¿Qué has dicho?

- Nada señora Rodríguez, no he dicho nada.

- Siéntese de una vez.

Intenté no reírme y me senté en mi sitio, al lado de Irina, ella me sonrió y yo le sonreí.

Pase la clase contando las baldosas del suelo y dibujando. Realmente no me hacía falta atender, sacaba igualmente en todos los exámenes de media un ocho sobre diez, mi padre dice que si atendiera podría sacar un diez, pero no necesito un diez, no me gusta ese número, así me pase todas las clases hasta el recreo. 

En el patio me senté en mi rincón habitual, era perfecto, ningún profesor me podía ver sacar el móvil, estaba tranquila hasta que llego Balería.

- ¿Qué pasa?, ¿Por qué te quedas mirándome?, ¿Quieres un beso o qué?

- Déjate de juegos, ¿Qué le has hecho a Sabina?

- Nada.

- ¿Entonces dónde está?

- Deberías saberlo tú, ¿no eras su “best friend forever”?

- Si, lo es, por eso estoy preocupada, no responde mis mensajes ni mis llamadas, ¿Crees que se ha enterado de lo nuestro y por eso no responde?

- No, aunque sea una dramática, no creo que perdiera clase por una tontería así, ¿Has probado a llamar a su madre?

- Tienes razón, pero la llamare al llegar a casa, aquí me pueden ver.

- Ven, siéntate a mi lado, aquí no te ven.

Se sentó a mi lado y tecleo el número de la madre de Sabina, no pude escuchar mucho, pero vi la expresión de Balería, las lágrimas salían de sus ojos verdes y rodaban por sus mejillas sonrojadas para finalmente mojar su pelo naranja.

- Gracias, Irene, iré a visitarte más tarde. –se despidió Balería.

- ¿Qué ha pasado?

- Sabina, está muerta.

- ¿Qué?, ¿En serio?

- Si, joder, sí.

- ¿Qué le ha pasado?

- Dice su madre que se ha suicidado, de una sobredosis, pero ella no consumía drogas, la encontraron hoy, cuando fueron a despertarla.

- Oh, dios, se lo que dije ayer, pero no pensaba que se fuera a hacer realidad.

- Y por eso creo que la mataron, tu eres una de las sospechosas, Cloe.

- ¿Qué coño dices, Balería?, yo tengo cuartada, ayer por la noche estaba en tu casa, mi padre me vino a recoger, ya lo viste, y vivo demasiado lejos como para llegar a su casa desde la mía y matarla, a parte mi padre te puede confirmar que estaba en mi cama por la mañana.

- Tienes razón, estoy desvariando.

En ese momento mi móvil vibró, me había llegado un mensaje de Pablo, eso era algo extraño ya que solo habíamos hablado un par de veces, de repente el timbre que daba fin al recreo sonó y tuvimos que volver a clase. 

La cara de un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora