Ana

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En cuanto llegamos a casa, Tom, le pregunto a nuestra madre si Irina, Franco y Pablo podían venir a casa de Iñigo, el padre de Cloe. Como es de costumbre mamá le dijo que sí. Él era sin duda su hijo favorito, siempre le daba todo lo que él quería y siempre le dejaba hacer de todo, estoy segura de que si se lo hubiera pedido yo no me dejaba invitarlos, eso, aunque pareciera malo, me gustaba, si no me tenía en cuenta podía hacer lo que quisiera, la única condición era que ella no se diera cuenta. 

Después de un par de horas llegaron nuestros amigos. Nos pusimos dirección a casa de Iñigo. 

- Ey, Pablo, ¿has traído las cámaras? –dijo mi hermano.

- Tuve un problema y solo conseguí una.

- Joder Pablo, bueno, pues nos tendremos que arreglar solo con una cámara.

Cuando llegamos nos sentamos en el gran sofá del señor Freixes, él nos ofreció algo para merendar y nos dejó utilizar Netflix, ellos se fueron a la cocina para poder estar más tranquilos, así que repasamos el plan de nuevo.

- Vale, entonces ella está en su habitación, ¿no? –dijo Franco.

- Si, pero tenemos un problema, ¿dónde ponemos la cámara? –pregunto Pablo

- Mierda, es verdad. –dijo en voz alta Tom.

- Pablo, puedes ponerla en el baño, de forma de que solo se mire el espejo, es la única opción que nos queda. –resolví yo.

- Y uno de nosotros puede distraerla por si acaso, si nos pilla estamos jodidos. –añadió Irina.

- Bien pensado, rusita, –dijo cariñosamente Pablo- pero ¿Quién la puede entretener?

- Yo, hoy vi que llevaba mi gorro puesto, le puedo hacer un drama por eso.

- Bien, pues ya puedes ir a distraerla –dijo Tom tomando la iniciativa. 

- Espera, ¿Irina y yo que hacemos? –preguntó Franco.

- Vosotros podéis ayudar a Tomás a ver si el móvil se conecta correctamente con la cámara, o también podéis vigilar por si vienen Iñigo o Helena –respondió Pablo.

- ¿Pero no era de estas cámaras que había que conectar al ordenador para ver la grabación? –dije yo extrañada.

- Esta no, es lo que nos da ventaja, iba a traer las cámaras que tú dices, pero como ya dije no pude, aun así, creo que esta es mejor. –aclaró Pablo.

Todos nos preparamos, Irina se quedó con Tom para ayudarle a vincular la cámara, Franco vigilo que no viniera ni mamá ni Iñigo, Pablo y yo nos fuimos por el pasillo hasta llegar a la habitación de Cloe y el baño, que estaban relativamente cerca.

- ¿Estas preparada, Ana?

- Si, suerte.

Cogí aire y recé para que Cloe no se diera cuenta de nuestro plan.

Entonces abrí la puerta rápidamente, ella estaba tumbada en su cama escuchando música.

- ¿Qué te pasa? –dijo Cloe quitándose los cascos.

- ¿Dónde está mi gorro?, no te di permiso para ponértelo.

- Muchas veces me pongo cosas tuyas y no me dices nada, ¿por qué te pones así ahora?

- Porque parece que te piensas que por que ahora seamos medias hermanas te da derecho a utilizar mis cosas, ya me he aguantado demasiado.

- Vale, tómalo –me tiro el gorro- ni se te ocurra pedirme nada a mí.

La cara de un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora