ᴀʀᴘᴇɢɪᴏꜱ ᴅᴇ ᴀᴄᴜᴀʀᴇʟᴀ (ʟᴀᴍꜱ)

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Hay una manía que siempre persigue a los ambiciosos de mente rápida y lengua suelta. A esos mismos que son los que a base de dar vueltas acaban pisando el mundo con sus huellas por aquí y por allá. Puede ser el mejor estudiante, el mejor deportista, el mejor en música, el de mejor estatus social, o todas esas juntas. Pero si hay algo que todos ellos tienen en común es esa manía.

La manía de hablar más de la cuenta.

—No debiste decirle eso —replicó un francés, siguiendo a su amigo pelirrojo unos pasos por detrás.

—¿No debí decirle qué, exactamente?

—¿Tú qué crees, Alexander? No debiste decirle que era, y cito textualmente, "un ignorante resignado a creer a Dios más que a sí mismo".

—¿Y qué? —replicó el pelirrojo —. Estábamos en clase de Debate, la religión no es un fundamento apropiado al no tener ninguna base científica. Además, tú tampoco soportas a Seabury. ¿No se supone que esa clase está para debatir?

—Exacto, Alex, debatir. No insultar creencias religiosas.

El menor aceleró el paso sin escuchar demasiado la voz de Lafayette a su derecha. Miró su reloj. Tenía sólo 5 minutos para llegar al estudio y practicar un poco, y su amigo no hacía más que entretenerlo. Reforzó su agarre en el estuche de guitarra que sostenía en su mano izquierda.

— ...no es tampoco una forma de hacerte querer en la Universidad -El francés se detuvo —. ¿Alexander? ¿Me estás escuchando?

—Sí. Ya lo sé, Laf. Debería morderme más la lengua. Pensaba que eras más divertido. ¿Es porque has cumplido los 26? ¿No deberías estar ya trabajando?

Lafayette suspiró molesto. Alexander sabía que el francés había repetido dos años en la Universidad, y que esa broma no se le hacía nada divertida. Quizá por eso la hacía tanto.

—Muy divertido, Hamilton. Pero como te muerdas más la lengua, te envenenarás.

Hamilton soltó una pequeña risa.

—¿Me estás llamando víbora?

—Si prefieres tomártelo así... Aunque no tengo claro que haya otra forma de tomárselo.

Sus pasos se detuvieron frente a un semáforo de peatones en rojo. Alex miró su reloj por segunda vez.

—Ya lo sé, mon cher. Estás disgustado porque Burr ganó el debate y sacará una nota más alta que la tuya —Alexander frunció el ceño por reflejo —. Lo siento, mon ami. Es reservado, y muy convincente. Ese chaval es bueno.

Eso era cierto. Alexander no soportaba que alguien sacara una nota más alta que la suya, y Aaron y él solían estar muy igualados a pesar de llevarse bastante bien.

Y aun así, no podía alegrarse por él. Porque tenía su ambición por encima de cualquier amistad. Incluso la del propio Lafayette.

Tendía a sentirse mal por eso, porque parte de él sabía que, aunque el francés era un gran amigo, no sacrificaría por Gilbert ni la mitad de lo que éste haría por él.

No estaba en su naturaleza sacrificarse por los demás. Pensaba más en su propio beneficio. Y aunque puede sonar bastante inmoral, las decisiones que Alexander había tomado en su joven vida estaban justificadas de manera racional. Todas menos una: la música. Pero el arte no es racional, bien lo sabemos todos.

—Sí, sí. Estupendo —decidió cortar la conversación y borrar esos pensamientos —. Ahora tengo que grabar. ¿Nos vemos en el ensayo?

—Está bien, bavard —accedió —. ¿Llegarás tarde esta vez?

Como Si Nada - Hamilton/Lams (OneShots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora