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Los días y su misión empezaron a menguar. Más no su curiosidad.

Tener el tobillo lesionado era una desventaja. A pesar de brindarle buenas opciones.

Como la hora del baño, cuando el dedicado Carl Aesop le ayudaba a desvestirse y meterse a la bañera.

El muy ruin se colocaba guantes impermeables sobre los guantes que ya usaba.

Muy astuto, pensaba. Cada vez que esté se ofrecía a ayudarle en una labor que se le había dificultado tanto.

Se llevó uno de sus propios pulgares a la boca. Mordiendo la uña y poniéndole algo de presión.

Estaba frustrado.

Mientras su cabello era cuidadosamente lavado por su amado, se dedicó a pensar. ¿Porque le costaba tanto sacarse los guantes?

¿Acaso tenía algún trauma o complejo con sus manos?, No creía que estás pudieran verse mal o descuidadas. Pues estando cubiertas todo el día...¿Como podría ser posible?

— Kitty, ¿En que tanto piensas? — sintió los brazos de su amado levantarle levemente para acomodarlo, al parecer mientras pensaba, se había empezado a hundir en la bañera — cuando te muerdes las uñas así es que estás tramando algo, ¿Que estás tramando? — se herizo por completo. Descubierto. Más no admitido.

— no estoy tramando algo, solo divago...ya sab- ¡Aesop! — se estremecio al sentir como el de cabellos grises le derramaba un tazón de agua en la cabeza para sacar el shampoo. Sin siquiera dejarle hablar, continuando con su acción de lavar.

— te conozco, Desaulnier — se quejó con profundidad, dejando hacer al susodicho su labor — por algo llevamos dos preciosos años juntos, me conozco varias de tus mañas. Así que ni trates de ocultarmelas — se cruzó de brazos en protesta. Debía de admitir, en dos años su amado ya se conocía todas sus mañas y demás, sabiendo incluso más que su madre. Era imposible engañarlo sin que esté dudase y al instante empezará a preguntar — dime, ¿Que es lo que anda por esa cabecita tuya que no te deja permanecer en este mundo? — le observó, chocando miradas.

Grises y azul.

Una mirada desafiante contra una repleta de curiosidad. Si en algo se parecían el y su amado, era en la enorme persistencia que tenían al contar con objetivos claros.

El quería saber que escondía Aesop tras aquellas manos. Mientras que Aesop quería descubrir en que pensaba.

Como se supone que le fuera a decir, ¿Que nunca había visto sus manos?

Realmente no recordaba si alguna vez lo vio sin esos guantes de invierno. En todo caso de que así fuera, sería desvergonzado de su parte el no poder recordar.

Perdóname, Aesop. Pensó

No fue de coste alguno el girarse y tomarle de las mejillas, halando de este hacia sí mismo para plantarle un largo beso en los labios.

Sabía que solo había una cosa que distraía a Aesop de sus objetivos, siendo ese algo él mismo.

Tan pronto como fue correspondido. El ajeno fue liberando su resistencia y desencadenando algo más intenso, tomándole a tropezones por la cintura y terminando con los pantalones mojados al meter una de sus rodillas a horcajadas en la bañera.

Jadeo ahogado al sentir una pequeña presión en su piel. El como este deslizaba sus dedos con sutileza y sabía dónde tocar...

Tenía que admitir que, esa distracción era un problema para el también. Puesto que quedó en blanco después de eso.

Las cosas hubieran llegado a mucho más, si no fuese por el imprevisto de un pequeño toque a la puerta seguido de la voz de Subedar.

— chicos, acaba de llegar un nuevo inquilino con el arrendador. Queríamos saber que habitación se le asignará — Carl Aesop gruño mientras apoyaba su frente contra la suya. Podría decir, que perdió por completo el aliento cuando le vio a los ojos.

Estos brillaban con un escalofriante deseo y lujuria con la que no contaba.

El ajeno se alejó, dejándole más de un problema de compostura y una terrible erección.

Aunque el tampoco se escapaba de ello, podía ver con claridad como los pantalones ajenos se apretaban al rededor de lo que parecía ser, un gran bulto.

— llévenlo al cuarto del último piso- — le vio sorprendido, mientras esté se frenaba de hablar con un fuerte sonrojo y carraspeaba con levedad. Su voz había salido completamente ronca y forzada — vamos en un momento — pudo escuchar los pasos de Subedar tras la puerta, después de un seguido "de acuerdo". Si tan solo supiera Naib, más este era completamente inocente con sus pensamientos.

Era incapaz de mal pensar la situación de dos hombres en el mismo baño.

Tal vez por eso lo mandaban a él siempre a buscarlos, ante cualquier situación.

— tú — se herizo por completo ante aquella profunda voz. Viendo como su amado le observaba con aquellos mismos ojos que le hicieron reaccionar.

Aesop estaba excitado.

¿Que podía decir después de allí?

No se salvó de aquel deseo ajeno. Y las represalias se sentirían más a la tarde. Aunque, ¿A quien podría engañar?

El también lo había disfrutado.

Tanto, que había vuelto a olvidar su objetivo y solo pudo maldecir se por dejarse llevar.

Intento dos, Aesop menos guantes de invierno en el baño. Fallido

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