Capítulo 2

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El domingo me lo tomo como un día para mí. Me levanto, me pongo ropa deportiva y hago una rutina de yoga en una esterilla que extiendo en el salón.

Suelo intentar hacer algún tipo de deporte en las horas que tengo libres, sobre todo ir a correr por un parque que queda cerca de la zona residencial en la que vivo, pero cuando no quiero salir de casa opto por ejercicios de flexibilidad y resistencia en suelo.

Aunque últimamente el deporte está pasando a segundo plano con la cantidad de trabajo que estamos teniendo en el hospital.

Después de una hora y media de ejercicios acabo agotada, estiro el cuerpo para minimizar las agujetas del día siguiente y me meto en una ducha calentita y larga. Cuando acabo me coloco un albornoz y voy a preparar mi desayuno a la cocina. Hoy toca café, tortitas y una manzana.

Mientras como, me dedico a gestionar unos asuntos del hospital a través de mi portátil. A pesar de ser cirujana, Christopher me manda algunas tareas sobre documentación.

Christopher Powell es el jefe y director del hospital en el que trabajo, es un hombre serio, decidido, pero afable, siempre intenta mantener un equilibrio entre la salud de sus pacientes y el esfuerzo de sus empleados. Dirigir un hospital es complicado, requiere mucha mente fría con la que tratar a unos médicos y enfermeros que rinden el triple de horas laborales que la gente con un trabajo menos exigente, por eso yo siempre intento ayudarle en todo lo que puedo.

No lo conocí cuando entré como interna, pero no tardé en coincidir con él cuando empecé a trabajar ahí como auxiliar quirúrgico. Tardó poco tiempo en ver mi potencial y en ascenderme hasta directora de la que es ahora mi unidad.

Empecé a involucrarme en el tema administrativo este año, pero tengo experiencia previa. En mi primer año de universidad mi único ingreso fue una beca estudiantil que, a pesar de cubrir mi matrícula, no me daba casi para vivir, por lo que a partir de segundo curso decidí comenzar a trabajar de forma parcial en la secretaría de una empresa inmobiliaria que estaba empezando en el mundillo. Estuve trabajando allí hasta que terminé la carrera, y cada vez que la empresa progresaba yo tenía mejor sueldo y podía permitirme más cosas para mí misma.

A pesar de no tener mucho que ver una inmobiliaria con un hospital, me manejo bien en la gestión de documentación y cuando vi a Christopher saturado me ofrecí a echarle una mano. Poco a poco, también me fue metiendo en las reuniones de los socios afiliados al hospital, donde me fui desenvolviendo y aportando cada vez más.

La tarea que tengo se trata de leer todos los informes diarios sobre las instalaciones, pacientes y empleados para esquematizar la información de forma que en las reuniones sea más fácil de tratar. No me quita mucho tiempo, las reuniones con los socios son semanales, por lo que le dedico unas horas del fin de semana a trabajar la información.

Christopher es el que hace las propuestas y el que negocia, yo solo me centro en presentar los datos.

Siento que mis aportaciones ayudan a mi jefe a quitarse un poco de tensión de encima, es un hombre cuyos cincuenta y seis años le pesan demasiado en los hombros. Quienes más lo conocemos nos preocupamos inconscientemente por él, como si fuese nuestro padre. Pretende mantenerse en el puesto de jefe general por unos cuantos años más, pero si no se apoya en la gente de confianza que tiene e intenta hacerlo todo él, acabará hundido.

Estoy tan distraída con mis pensamientos que no me estoy enterando de nada de lo que leo, decido parar y hacer algo de comer para despejar un poco la mente.

Almuerzo mientras veo una serie policíaca, acompañada de un buen Chardonnay. Me entra el sueño al acabar, pero me fuerzo a terminar con el trabajo pendiente antes de nada, solo me quedan los informes del jueves y del viernes y ya puedo echarme una siesta.

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