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Las mañanas eran lo peor, el frío entraba por las sabanas de manera feroz haciendo que su sueño se perdiera y lo obligara a levantarse, aún que no quería saber nada de ello

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Las mañanas eran lo peor, el frío entraba por las sabanas de manera feroz haciendo que su sueño se perdiera y lo obligara a levantarse, aún que no quería saber nada de ello. Caminó entre la basura de su habitación tratando de no tropezar, buscando sus lentes. Al ponerlos se dirigió al baño, dispuesto a lavarse los dientes, pero al levantar la mirada al espejo, se encontró con un rostro miserable; horroroso, golpeado, escupido, entre otras cosas que pensaba Akaashi de si mismo, las cuales no cabrían en un libro.
A veces se preguntaba si merecía esos tratos, a veces se preguntaba si incluso debió nacer.

Se quedó en silencio unos momentos, quería llorar, pero era muy temprano. Se dispuso a bajar a la cocina para poder desayunar, esperando no encontrar a nadie de su familia en la casa, pero supuso que el universo estaba en su contra al encontrarse a su hermano sentado.

— Buenos días, imbécil. — Se levantó de su asiento, caminó hasta el megane y tomó el vaso de leche que tenía en su mano, para verterlo sobre el de cabellos oscuros. Tomó un plato y lo llenó con cereal, para luego ponerle jugo y un huevo crudo, y así dárselo. — Provecho. — Dijo riéndose, para luego emprender camino a la sala.

Akaashi, el cual en ese momento se quedó estático, salió de su mundo para prepararse algo de comer, no iba a tocar lo que su hermano le había dado. No le importaba el estar empapado, no quería cambiarse.

Se había sentado en la mesa, listo para comer un par de tostadas con una taza de café, pero sus minutos de paz se habían alterado a causa de que su hermano había vuelto a entrar a la cocina.

—  ¿Qué haces comiendo eso? ¿No te había preparado algo ya? —  Golpeó la mesa con su mano, asustando al de lentes haciéndolo saltar. —  ¿Por qué no comes lo que tu querido hermano menor te preparó? Si lo hice con tanto cariño. — Tomo el tazón que se encontraba apartado y se lo dio en la boca, de manera bruta y con enojo, haciendo que este se ahogara. 

La asquerosa sustancia bajaba por su garganta, quería devolverlo completamente, pero sus manos no responden, no las siente suyas, lo habían traicionado. No era algo raro, ya lo había aceptado, el no ser querido, no poder responder ni actuar a su gusto, tener miedo con tan solo caminar... ¿pero cuando iba a dejar de doler?, Suelen haber ocasiones en las que se siente que todo mejorara, pero luego vuelve a ocurrir, vuelve a sentir ese vacío, aquel que quema y no calma. ¿Será un castigo?  

Dormir para no pensar, callar para no gritar, las sonrisas se vuelven muecas y esos suaves toques se hacen atroces a la par de un corazón de triste. 

Se cambio, nadie debía verlo. Corrió, como si algo lo persiguiera. Ignoro su alrededor, como si lo estuvieran observando. Entró en aquel edificio, el camino a su asiento se hizo largo y eterno, sentía respiraciones en su nuca, temblaba, no quería que su segundo infierno comenzará. 

— Saluden. — Decía en voz alta el delegado de la clase, el profesor se disponía a dar la clase, pero sus ojos no eran para toda su audiencia. Toco la campana, y sin pensarlo mucho, Akaashi recargo su mochila en su espalda y salió de su sala a prisas en dirección al baño. Se encerró en un pequeño cubículo al final del pasillo. Lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, no quería llorar, fue inconsciente, abrazo sus piernas y dejó caer su mochila. 

Su mente divagaba, envuelta en esa sonrisa. Bokuto Kotaro, así se llamaba, quizá pueda verlo una vez más, pero no podía evitar pensar en que tanto brillo podía apagarse si se juntaba con la oscuridad. 

to be continued

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Paper plane | Bokuaka.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora