ADVERTENCIA.
Este fanfic contiene violencia, lenguaje inapropiado, bullying y acoso, todo desde una perspectiva de dolor y tristeza, no se busca normalizar.
Todo bajo su criterio al leer.
Haikyuu!! Bokuaka.
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No habia pasado mucho desde aquel incidente, Akaashi se encontraba actualmente en el departamento de Bokuto, acostado en su cama mientras el dueño de aquella lo abrazaba y brindaba calma con sus palabras.
Estaba harto, harto de todo lo que sucedía. No comprendía absolutamente nada ¿acaso él había echo algo malo? no recordaba, ¿algo que hizo en sus vidas pasadas fue malo? ¿y sí ahora le tocaba pagar aquellos pecados?, dudó.
Las personas buenas suelen llevarsen lo peor de este mundo, mientras que las malas se aprovechan.
- No soy un estorbo, ¿o si? - Temblaba entre sus brazos, los cuales lo sujetaron con más fuerza. - Si es así, prometo no estorbar, solo dejame quedarme así un momento.
El de cabellos de colores no estaba bien, se sentía fatal, ¿cómo es posible que le causen tanto daño a una persona tan inocente?
- No eres un estorbo en lo absoluto. - Tomó su rostro entre sus manos, secando sus lágrimas con sus pulgares y acariciando sus pómulos, para darle un dulce beso en su frente y sonreírle con tristeza.
Por segunda vez, había visto esa ligera sonrisa brotar de los labios del pelinegro, hermosa cual lirio y delicada como la seda.
Luego de esas palabras, Akaashi se calmó, acurrucandose contra el pecho de Bokuto, para después caer profundamente dormido, mientras que lágrimas caían sobre las mejillas del que era abrazado por éste, no quería dejar de abrazarlo para secarse, por lo tanto los tapó a ambos con una frazada y se dispuso a dormir con él.
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El sol habia salido y los pájaros no tartaron en trinar, la luz que entraba por la ventana de la habitación encandilaba en los ojos del pelinegro que yacía acostado muy cómodamente enrollado en las frazadas. Luego de un par de segundos reconectando el dónde se ubicaba, se levantó de un salto al notar que Bokuto no estaba a su lado. No fue un sueño, ya que no era su cama en la que durmió, y mucho menos su habitación; esta era mucho más colorida que la suya y más espaciosa.
Se sentó, miró hacía la puerta y luego recorrió la habitación con sus ojos. Se masajeo los ojos al no poder ver bien y busco, tratando de enfocar, algún muble o cajón en dónde podrían estar, hasta que los encontró sobre la mesita de luz. Una vez puestos salió de la habitación, temeroso de lo que fuese a pasar, ya que no era su casa, aún que no podría ser peor que estar ahí, por lo tanto con los brazos detrás de su espalda, bajó las escaleras en busca del chico con ojos dorados.
Vio como los cuadros conectaban cada vez con más personas mediante avanzada por el pasillo, desconocidas, pero asumió que eran los familiares del joven. Llegó a la cocina, dónde de espaldas estaba el de cabello teñido, se acercó lentamente y jaló de su camisa a lo cual éste se dio la vuelta con rapidez exaltando al megane.
- Lo siento, ¿estás bien? - Tembloroso soltó los utensilios de cocina que habia sobre sus manos y tomó al pelinegro por los hombros, mientras que se agachaba un poco hasta su altura. Éste asintió ante su pregunta.
- ¿No tienes que ir a la universidad? - Preguntó en voz baja, preocupado si debía haber preguntado o no, ya que era de tarde.
- No te preocupes por eso, hoy no tengo clases. - Le sonrió, en sus manos sostenía dos platos repletos de comida, los que llevó a la mesa para luego tomar de la mano del chico y ayudarlo a sentarse.
- ¿Te duelen los... ? - Apuntó a sus mejillas, debido a los cortes realizados anteriormente, a lo cuál el megame negó con rapidez y miró el plato frente a él, ¿eso era suyo?
- ¿Sucede algo?, ¿no te gusta?, ¿quieres que te prepare algo más? - Insistió Bokuto, mirando con susto al contrario mientras este negaba lentamente para luego tomar uno de los cubiertos y pinchar un pedazo de huevo revuelto, llevarselo a la boca y seguido comenzar a llorar, para luego comer de una manera acelerada.
Bokuto, quien se había alarmado, fue corriendo a la cocina a por un vaso de agua, ya que Akaashi estaba comiendo muy rápido y temía que este se ahogase.
Las horas pasaron rápido, entre una que otra risa y llanto, películas y series, sonrisas y muecas. Akaashi lo disfrutaba con mucha alegría, pero en su interior sabía que en algún momento tenía que terminar.
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