RESCATE WEASLEY.

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-          ¡Para! —dijo Harry, sintiendo el golpeteo en su dolorida cabeza—. Déjame en paz... Basta ya..., estoy intentando dormir...

Abrió los ojos. La luz de la luna brillaba por entre los barrotes de la ventana. Y alguien, con los ojos muy abiertos, lo miraba tras la reja: alguien con la cara llena de pecas, el pelo cobrizo y la nariz larga.

Ron Weasley estaba afuera en la ventana.

-          ¡Ron! —exclamó Harry, encaramándose a la ventana y abriéndola para poder hablar con él a través de la reja— Ron, ¿cómo has logrado...? ¿Qué...?

Harry se quedó boquiabierto al darse cuenta de lo que veía. Ron sacaba la cabeza por la ventanilla trasera de un viejo coche de color azul turquesa que estaba detenido ¡ni más ni menos que en el aire! Sonriendo a Harry desde los asientos delanteros, estaban Fred y George, los hermanos gemelos de Ron, que eran mayores que él.

-          ¿Todo bien, Harry?

-          ¿Qué ha pasado? —preguntó Ron— ¿Por qué no has contestado a mis cartas? Te he pedido unas doce veces que vinieras a mi casa a pasar unos días, y luego mi padre vino un día diciendo que te habían enviado un apercibimiento oficial por utilizar la magia delante de los muggles.

-          No fui yo. Pero ¿cómo se enteró?

-          Trabaja en el Ministerio —contestó Ron— Sabes que no podemos hacer ningún conjuro fuera del colegio.

-          ¡Tiene gracia que tú me lo digas! —repuso Harry, echando un vistazo al coche flotante.

-          ¡Esto no cuenta! —explicó Ron— Sólo lo hemos cogido prestado. Es de mi padre, nosotros no lo hemos encantado. Pero hacer magia delante de esos muggles con los que vives...

-          No he sido yo, ya te lo he dicho..., pero es demasiado largo para explicarlo ahora. Mira, puedes decir en Hogwarts que los Dursley me tienen encerrado y que no podré volver al colegio, y está claro que no puedo utilizar la magia para escapar de aquí, porque el ministro pensaría que es la segunda vez que utilizo conjuros en tres días, de forma que...

-          Deja de decir tonterías —dijo Ron— Hemos venido para llevarte a casa con nosotros.

-          Pero tampoco ustedes pueden utilizar la magia para sacarme...

-          No la necesitamos —repuso Ron, señalando con la cabeza hacia los asientos delanteros y sonriendo— Recuerda a quién he traído conmigo.

-          Ata esto a la reja —dijo Fred, arrojándole un cabo de cuerda.

-          Si los Dursley se despiertan, me matan —comentó Harry, atando la soga a uno de los barrotes. Fred aceleró el coche.

-          No te preocupes —dijo Fred— y apártate.

Harry se retiró al fondo de la habitación, donde estaba Hedwig, que parecía haber comprendido que la situación era delicada y se mantenía inmóvil y en silencio. El coche aceleró más y más, y de pronto, con un sonoro crujido, la reja se desprendió limpiamente de la ventana mientras el coche salía volando hacia el cielo. Harry corrió a la ventana y vio que la reja había quedado colgando a sólo un metro del suelo. Entonces Ron fue recogiendo la cuerda hasta que tuvo la reja dentro del coche. Harry escuchó preocupado, pero no oyó ningún sonido que proviniera del dormitorio de los Dursley. Después de que Ron dejara la reja en el asiento trasero, a su lado, Fred dio marcha atrás para acercarse tanto como pudo a la ventana de Harry.

-          Entra —dijo Ron.

-          Pero todas mis cosas de Hogwarts... Mi varita mágica, mi escoba...

My one and onlyWhere stories live. Discover now