Juega conmigo

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Hola, gente. Volvemos al francés. Este fic se titula Joue avec moi, Emma! (¡Juega conmigo, Emma!) Su autora es DinieKells. Tiene 14 capítulos. Es un fic sin grandes pretensiones, está basado exclusivamente en la relación entre ellas dos. Vamos a tener bastante sexo, una caza del gato y del ratón entre ambas, mucho amor, también risas. Lo he elegido para relajarnos un poco de la alta tensión que significó el fic anterior.

Espero que os guste.


Recluida en un abismo entre dos mundos, es así como Regina Mills, más conocida como la Reina Malvada había elegido refugio ese mañana. Un abismo entre dos mundos era precisamente el código que había dado a su estancia secreta, disimulada en el mausoleo familiar, bajo el ataúd de su padre. Así estaba segura de que nadie iba a buscarla allí. Sin embargo, al contrario de sus expectativas, dos personas en la animada ciudad de Storybrooke conocían la existencia de esa estancia. Henry, su hijo de casi 13 años. Y Emma, la pesudo-sheriff de la ciudad, la madre biológica de su hijo, pero también la hija de Blanca Nieves y el Príncipe Encantado, sus peores enemigos desde hace mucho tiempo. Pero si la temible y severa Regina esperaba que la famosa "Emma" apareciese un día en la ciudad, no esperaba nutrir simpatía por ella.

Las dos mujeres habían pasado meses librando una encarnecida batalla por Henry, a golpes de "Es mi hijo", a los que la otra respondía en el mismo tono "¡Es mi hijo también!" en una discusión sorda y sin fin, y habían pasado igual de tiempo buscándolo cuando los secuaces de Pan lo habían secuestrado.

Una vez de regreso a la calma, Regina y Emma habían tejido un lazo particular. Aún no era amistad, pero se podría creer que Regina ya no era insensible a los encantos de la bella rubia. Desde la muerte de Graham, Regina no había tenido a nadie para compartir sus noches, y con el tiempo sus ansías habían aumentado y veía en Emma una conquista en potencia. Emma se divertía llamando a Graham "animal de compañía" cuando este salía en la conversación entre ella y Regina, y eso hacía sonreír con malicia a Regina, que entonces no pensaba por un segundo en meter a Emma en esa categoría de animales domésticos, sin embargo no había duda de que Emma le gustaba. Amaba su carácter fuerte, la manera que tenía de enfrentarse a ella y esa manera particular que tenía de sacarla de sus casillas y de enervarla. Amaba los tirabuzones rubios, su apariencia gruñona cuando llegaba cada mañana a Granny's sin haberse tomado todavía su dosis de café. Amaba los abdominales que podía imaginarse bajo esas camisetas y la asquerosa chaqueta roja de la sheriff. Amaba perderse imaginando momentos íntimos entre ellas. Pero pensar en ello ya no le bastaba.

La bella morena podía tener a cualquier a sus pies con un simple estallido de dedos. Pero Emma era diferente, tenía tanto carácter como Regina. Y era la única en la ciudad, junto con Rumpel, a la que Regina le costaba leer, la única de la que no podía adivinar sus reacciones, sus actos. La única que aún llegaba a sorprenderla, incluso después de varios meses. Y aunque tuviera los padres más aburridos de todo el reino, Emma estaba lejos de ser tan monótona como estos últimos. Tenía tal chispa que impresionaba siempre a Regina. Para ir más lejos aún, ella incluso había insuflado alegría de vivir a la vida de la morena. Emma desbordaba tal energía y tal desfachatez que, a veces, Regina iniciaba temas polémicos para discutir con la rubia. Lo adoraba, desahogarse tirándose pullas la una a la otra, sabiendo muy bien que la rubia respondería con igual de aplomo y de confianza que ella misma.

Pero durante un día como otro cualquiera en que Regina había salido de su mausoleo para dirigirse al ayuntamiento, con un humor travieso, decidió comprobar los límites de la rubia. Había convocado a la sheriff para después del mediodía, ordenándole de paso que se pusiera algo más elegante ya que un alto personaje iba a hacerles una visita, una mentira bien atada para gusto de Regina.

A las 15:30 de la tarde apareció la bella rubia ante el ayuntamiento, subida en sus tacones de 15 centímetros, llevando una falda ajustada negra, que le llegaba un poco por encima de las rodillas. Una blusa blanca metida por dentro de la falda, que dejaba entrever un ligero escote. Emma se había tomado la molestia de ondular sus cabellos y recoger sus rebeldes mechas por detrás para parecer más segura de ella misma. Hacía meses que no se tomaba tantas molestias en ella misma. ¿Quién sabe? A lo mejor caería un ascenso.

Subió las escaleras que la separaban del despacho de la alcaldesa, y, apenas hubo llamado a la puerta, se sobresaltó al escuchar el "Adelante" autoritario de la reina malvada. Obedeció sin rechistar y se fue a sentar en la silla frente al escritorio mientras que Regina la escrutaba intensamente de arriba abajo. Era la segunda vez, desde que conocía a Emma, que la veía tan bien vestida. La única primera vez fue en su vestido rojo ceñido y hoy. Y digamos que hoy, su presa estaba mucho más...Excitante que la primera vez.

Regina era ahora plenamente consciente del deseo que sentía por la rubia. La conocía, sabía que ella se le resistiría. Pero estaba tan cautivadora, tan hermosa bajo esa apariencia de machona que se imaginaba a ella misma retirando despacio con sus dedos esa blusa bien ceñida de la sheriff, después deslizando su falda por sus piernas y finalmente comenzando una danza erótica contra el cuerpo de Emma. Se perdió imaginando los suspiros de la rubia, y comenzó a mordisquearse discretamente el labio inferior mientras que una voz exasperante se escuchaba a los lejos.

–Bien Regina, ¿me ha hecho venir aquí para una reunión seria o para soñar despierta?

Regina salió entonces rápidamente de sus ensoñaciones y alzó la mirada hacia la rubia dirigiéndole una sonrisa socarrona.

–No, simplemente me preguntaba qué mal gusto habrá tenido al conjuntar la ropa interior con su atuendo exterior.

Ella enarboló entonces una sonrisa más que maquiavélica, sonrisa que hizo comprender inmediatamente a Emma que Regina estaba jugando, y que ella tenía algo en mente. Frunció el ceño y miró a la alcaldesa encogiéndose de hombros.

–He preferido no ponerme nada debajo, ya me sentía lo suficientemente ceñida con esta ropa.

La alcaldesa salió de sus pensamientos desorbitando sus ojos, y se quedó mirando a Emma, incrédula. Esta última enarboló una larga sonrisa antes de que Regina se diera cuenta de que se estaba burlando de ella. Era así siempre así entre las dos. Una comenzaba a buscar a la otra, creyendo tener el poder. Después la otra respondía con igual de tacto, para la gran sorpresa de la primera. Era un combate perpetuo para saber cuál de las dos tendría la última palabra para desespero de los que la rodeaban, y sobre todo de Henry, que no soñaba nada mejor que ver a sus madres llevarse bien y apreciarse como gente civilizada.

Era evidente que la morena no iba a amilanarse tras haberse recuperado.

–Quizás podría darle clases de saber estar...Saber que con una falda tan ceñida, unas tangas de encaje negro iría perfectamente...Me lo hubiera dicho, le habría traído una de mi colección especial...

Mantuvo una sonrisa divertida en los labios mientras que Emma se inclinaba ligeramente hacia delante para responder al desafío naciente entre las dos.

–La idea misma de compartir con usted algo tan íntimo como lo puede ser la ropa interior...No, lo siento, pero estoy mucho más cómoda así, créame. Es más, debería probarlo, quizás necesite algo más de locura para relajarse un poco...

La alcaldesa enarboló una falsa expresión de asombro y se apoyó en la mesa mirando a la sheriff a los ojos.

–Oh, pero debe saber que si muestro una fachada más o menos fría en la vida cotidiana, en la cama soy lo que se puede decir...Extraordinaria...Podría incluso hacerle una demostración si lo desea...Pero debo en primer lugar ver el alcance de los estragos...

Regina extendió su pie izquierdo hasta la el borde de la falda de Emma, para hacerle comprender con una mirada sugestiva que deseaba ver más allá de esa famosa falda, pero Emma se lo agarró y lo depositó en el suelo sin apartar la mirada de ella.

–Yo no ladro aún Señora Alcaldesa...Y mucho menos me gusta ser llevada con una correa...Así que, si es para añadir un nombre más a su lista de animales de compañía, debería intentarlo con el capitán...Estoy segura de que es muy hábil con su garfio. 

Juega conmigo, EmmaWhere stories live. Discover now