Sueñe conmigo

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˗Resístaseme...˗ fueron las últimas palabras de la morena. El último aliento cálido que había sentido contra su piel. La última vez que había podido ver cómo se movían los labios de la morena. Esos labios que Emma deseaba tanto a la vez que se hacía la mártir para no sucumbir, para resistírsele, como ella bien le decía.

¿Pero fueron sus últimas palabras antes de qué? Pues las últimas palabras antes de que Emma saliera corriendo como alma que lleva el diablo del despacho de la alcaldesa para refugiarse en una callejuela y poner en orden su mente. Esperando a que su cuerpo volviera a una temperatura normal. Resoplaba, suspiraba, respiraba intensamente mientas miraba cómo en el horizonte se ocultaba el sol.

La bella rubia pasó largos minutos reflexionando antes de apretar los puños, con una idea en la mente. Reunió valor antes de volver sobre sus pasos, y llegar de nuevo frente a la alcaldía, entrar, subir los escalones de cuatro en cuatro y encontrarse delante de la propia alcaldesa, su cuerpo muy cerca del de ella. Y comenzó a debatirse contra ella misma, contra el deseo, contra la belleza de la morena que tenía delante, su respiración entrecortada.

La morena enarbolaba una sonrisa orgullosa al ver cómo su presa caía en sus garras tan fácilmente. Aunque esperaba en su interior que la rubia estuviera allí para ponerla en su sitio, una enésima vez...Pero para su gran sorpresa, la rubia atrapó su nuca con mano hábil y posó sus labios sobre los de ella, en un beso lleno de sobreentendidos, ardiente de avidez y deseo. La morena se doblegó a cerrar los ojos sin cuestionar y de repente...

Emma abrió bruscamente los ojos, se tensó y de un golpe se enderezó, encontrándose sentada en su cama. Con la respiración entrecortada, se puso a mirar alrededor de ella, desconcertada, su pecho subiendo y bajando a un ritmo frenético, un calor que crecía entre sus muslos. Estaba en su habitación, nada había cambiado desde la última vez. El despertador marcaba las 07:15. Nada de anormal.

Emma deslizó mecánicamente su pulgar sobre su labio inferior, en el sitio donde los labios de Regina habían tocado los suyos en sus sueños y donde aún podía sentir un ligero calor. Emma se levantó despacio y cogió rápidamente su teléfono. Había sido muy real para no haber sido más que un sueño. Demasiado bueno para no ser más que una fantasía pasajera que sencillamente hubiera imaginado durante una de sus noches. No, no era posible, su sueño no podía haber sido tan bonito, tan ardiente, y no ser más que un sueño. Frustrada, con el ceño fruncido, y los pensamientos puestos aún en el recuerdo de los labios de la morena, reunió todo su valor, y con una profunda inspiración comenzó a marcar el número de la morena y esperó mientras sonaba.

˗Regina Mills. ¿A qué debo esta llamada, Miss Swan? Y yo que creía que dormir bien avanzada la mañana era lo suyo, estoy bastante sorprendida.

˗¡Oh, ya basta! ¡No necesito su sarcasmo! Sino de sus luces...¿Podría...Podría usted decirme que hizo por la tarde...En fin en la noche de ayer?

˗Hm...Miss Swan....Puedo comprender que su nuevo trabajo de sheriff le guste mucho, pero no tengo por qué contarle mi vida privada para satisfacer sus ganas de controlar esta ciudad y a sus habitantes. Usted no tiene ningún poder. Y la única que posee aquí algún control sobre algo o alguien soy yo, y únicamente yo. Así que no, no sabrá nada de mi vida, a no ser que sea sospechosa de un asesinato. ¿Es eso, Miss Swan?

˗No...No es el caso, ¡pero joder, haga gala de un poco más de humildad! ¡Me importa poco lo que haga con sus noches! Solo me preguntaba...Si pasamos la noche juntas....Tengo como una laguna en mi memoria.

Regina se rió ligeramente, con un tono algo más ronco de lo normal, lo que tenía el don de estremecer el cuerpo de la rubia, a su pesar. Estremecimientos que se multiplicaban cuando la morena pronunciaba su habitual "Miss Swan". Emma podía casi imaginar la lengua de la morena frotar sus labios cuando pronunciaba la consonante sibilante.

˗¡Miss Swan! No sé qué anduvo haciendo la noche de ayer, pero me gustaría que no se emborrachase estando de servicio. Y aparte de lanzarla a una cuneta por encima del parabrisas de mi coche, no haría nada más con su miserable persona. Ahora, me gustaría llevar a MI hijo al colegio, si me lo permite. A menos que otro de sus caprichos nocturnos le venga a la mente...Y NO LE PAGO PARA NO HACER NADA.

Colgó con un golpe seco mientras que Emma se quedaba plantada al otro lado de la línea, con el ceño fruncido, y una mueca en el rostro ante la seca orden de la morena. Al cabo de unos minutos de reflexión, decidió finalmente dirigirse a su lugar de trabajo, donde pasaría el día no haciendo otra cosa sino firmando avisos y peticiones de algunos habitantes, unas más aburridas que las otras. Además todas estas peticiones tenían que pasar por el despacho de la alcaldesa para que esta estampara su sello. Emma encontraba esto muy idiota. Horas perdidas en firmas en un papel que acabaría entre dos sobres en un clasificador lleno de polvo. Lo que en un principio había llamado la atención de Emma de ese trabajo era, antes que nada, la acción. Pero en una pequeña ciudad apacible como Storybrooke la acción no corría por las calles. Debía contentarse con gatos que trepaban a los árboles, con Leroy que se pasaba las noches en el Rabbit Hole, y con Ruby que ponía quejar de los clientes que tenían las manos un poco largas.

Todas las semanas se parecían y Emma se aburría cada vez más. Sus sueños, en cambio, continuaban creciendo en su espíritu. La bella morena adquiría un sitio importante en su cabeza. Así que evitaba por todos los medios encontrársela, esperando así olvidarse de la alcaldesa y retomar una vida tranquila en que sus sueños no interfiriesen sus sentimientos. Pero no contaba con los tres golpes que resonaron en la puerta del despacho. Emma elevó bruscamente la cabeza de sus dosieres. La morena no esperó el permiso para entrar y se acercó a la sheriff para sentarse sobre la mesa y mirarla con expresión incrédula, articulando su acostumbrada voz cargada de desafíos. Si fuera seria y profesional, Emma no vería ninguna connotación, pero la posición de la morena, sus piernas cruzadas, no ayudaba en nada.

˗Buenos días, Miss Swan. Inspección de trabajo.

Emma suspiró revirando los ojos hacia la mujer que inundaba sus sueños.

˗Como puede ver, estoy trabajando. Y usted tiene su trasero sobre uno de mis papeles.

˗¡Vale! Por una vez que puede disfrutar de lo que tiene delante, no refunfuñe. Sencillamente quería saber cómo soporta soñar cada noche con este cuerpo de escándalo.

Juega conmigo, EmmaWhere stories live. Discover now