Ámame

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El tiempo que tardó Regina en abrir la puerta le pareció una eternidad a Emma, quien movía los pies, inquieta esperando a que Regina abriera. Esta estaba destruyendo su cocina y su habitación, poniéndolas patas arriba de la rabia cuando escuchó los golpes en la puerta, se detuvo en seco preguntándose si se trataría de Henry que venía para decirle que ya no quería volver a verla, o si se tratarían de Snow y Charming para acabar con ella de una vez. La magia crepitaba en sus dedos, y mientras caminaba hacia la puerta, reunió quizás por última vez su valor y su determinación. Abrió la puerta con un ímpetu de rabia. Emma se sobresaltó al ver a la morena acercarse, la mirada oscura, y esta se detuvo, desconcertada al ver que no había nadie más que Emma por los alrededores.

–Yo...Buenas, Regina...Yo...Quería hablarte...Pero creo que voy a...pasar más tarde...

Con un carraspeo, la rubia se alejaba dándose la vuelta. La morena la detuvo en el suelo con un gesto de la mano, y Emma se encontró enterrada en el asfalto hasta las rodillas, los brazos pegados al cuerpo sin poder moverse un pelo.

–¡No tan rápido, Miss Swan! No soporto la huida. La cobardía. La falta de coraje. Eres la salvadora, me parece...Pero la salvadora, ¿de qué? ¿De los bocadillos a mitad de precio de Granny? ¿La pintoresca salvadora de los huérfanos sin hogar? ¿O de los animales callejeros...? Hum no, ni siquiera eso...Déjame decirte una cosa, Em-Ma, eres patética.

Emma lanzaba miradas cargadas de rabia a Regina, mirándola como si toda esa rabia pudiera herir a la alcaldesa con una sencilla mirada. Ella que venía a excusarse, a intentar, en vano, ser perdonada por aquella a quien amaba y defendía en cuerpo y alma. Y que una vez más la decepcionaba con uno de sus pases de magia. Así que decidió replicarle, en uno de esos duelos a los que tan aficionadas eran las dos.

–¿Y tú, Regina? ¿Tú crees que vales más? ¿Usando la magia para esconder tus emociones? ¿Eso no es ser cobarde? Detestando a todos los que te aman...A quienes imaginan un futuro contigo...Queriendo destruir todo lo que tú...

–Espera...¿Qué has dicho?

Regina había cortado deliberadamente la palabra a la rubia al escuchar las prometedoras palabras de esta. ¿Quién imagina un futuro con ella? ¿Emma imaginaría un futuro con la Reina Malvada? ¿Sería algo fuerte? ¿Sería algo bueno? ¿Acaso querría la propia Regina un futuro con la rubia?

–Hum...Estaba en "todo lo que tú..."

–No...Antes

–¿Queriendo destruir?

Regina, revirando los ojos, cruzó los brazos bajo el pecho perdiendo la paciencia.

–Antes...

–Oh, eso. ¿Que impedías que la gente te amara, y que imaginara un futuro contigo?

–Eso es. Explícate.

La morena tamborileaba ahora sus uñas en el codo, mientras la rubia, aún inmóvil, se encogía de hombros mirando a la morena, 30 centímetros más abajo, con ese tamaño ridículo, enterrada en la tierra, aunque esa posición no la achicaba tanto como parecía.

–Bueno, si no enterraras a tus amantes, sí, vería bien construir algo contigo...Porque te amo de verdad, Regina. Y muero de ganas de aprender mucho más de ti...De ver tu rostro cada mañana...De embadurnarte con algodón de azúcar durante las ferias, de hacer batallas de harina en tu cocina, de robarte los trajes y de imaginarte en uno de mis vaqueros...De peinarte antes de una cena y de desvestirte de la cabeza a los pies para descubrirte más profundamente...

Mientras que Regina escuchaba con atención a Emma, se había contenido para no echarse a reír ante el romanticismo casi absurdo de Emma. ¿De verdad pensaba conquistar a la alcaldesa hablando de algodón de azúcar pegajoso y horrible, de batallas de harina que arruinarían su cocina y su ropa? Se estremecía solo al imaginar que la harina se incrustaba en sus cabellos, su nariz, sus orejas, y en las horas que le llevaría sacársela. Pero fue más fuerte que ella, y al imaginarse a la rubia de aires masculinos en un traje, la morena estalló en una carcajada cristalina que hizo que Emma frunciera el ceño.

–¿Qué? ¿Es la feria, no? ¿No te gusta el algodón de azúcar? No, porque podríamos coger una manzana caramelizada...O sencillamente cacahuetes tostados...O incluso no estamos obligadas a comer...Ni a salir...Podríamos...Solo pasar al descubrimiento más profundo...En tu cama...

Emma reía, nerviosa, avergonzada de haber podido pensar que la morena la iba a tomar en serio durante un momento. Entonces bajó la cabeza mientras que Regina se acercaba, se arrodillaba para pasar su brazo alrededor de la nuca de la rubia y dejaba un rápido beso en sus labios.

–Creo que el algodón de azúcar funcionará. Pero ahora que has dicho manzana...Supongo que podremos llevar alguna a mi cama...Para descubrir eso y muchas otras cosas. El poder del azúcar...Sobre una piel ardiente...

Emma había tragado saliva mirando a la morena, imaginándose ya rodando la manzana caramelizada pegajosa y acidulada por todo el cuerpo de la morena. Mordiéndose ligeramente el labio imaginando que su lengua seguiría el camino para degustar la deliciosa mezcla. Sintió que volaba ante tal pensamiento, y antes de darse cuenta, sus pies ya estaban fuera del suelo. Y Regina agitaba sus manos para hacerla salir por entero de la tierra antes de coger las manos de Emma, y tirar de ella para hacerla entrar en la casa. Moviendo otra vez sus manos para reparar cada destrozo que había cometido, fue creando una especie de feria en el interior de la mansión, donde comenzó a sonar una música melodiosa, mientras que el sofá se había convertido en un tren, las paredes se habían llenado de caramelos, de churros, y de otras golosinas, entre ellas las manzanas caramelizadas. Las lámparas fueron reemplazadas por grandes algodones de azúcar multicolores. El suelo resplandeciente fue sustituido por hierba resplandeciente. Y otras atracciones embriagadoras que Emma devoraba con la vista antes de girarse a su amada

–Creía que no eras de "besos de arcoíris" y "pegatinas de unicornios"

–Pero sé que a ti te gustan los unicornios...

Tras un dulce beso, Regina descolgó dos manzanas caramelizadas de la pared antes de coger la mano de su amor y tirar de ella escaleras arriba, dirigiéndose a la habitación para seguramente probar las delicias del fruto prohibido. 

Juega conmigo, EmmaWhere stories live. Discover now