El viento soplaba con fuerza desde el norte. Oscuras nubes cubrían el cielo, el olor de la sangre, la carne quemada y el humo, llenaba el olfato de Black.–¿Parece querer preguntarme cómo fuimos a terminar así, deidad?–le dijo el lobo– Pero si usted, siendo lo que es, no lo comprende ¿Por qué lo haría una bestia como yo?
–Sin duda te has corrompido. Eres insolente con quien deberías venerar, lobo– le dijo Black.
– Mi nombre es Shadow– le dijo el lobo– Señor– agregó con sumisión.
–¿Shadow?– repitió Black– ¿Por qué un lobo necesita un nombre?
– Para diferenciarme de los demás– le respondió Shadow.
–Los lobos no necesitan nombres. Son animales.
–Bueno, yo qué sé. Al fin usted tiene el poder. Por tanto usted, impone el orden, la moral; la verdad– le dijo Shadow y se puso de pie con ánimo cansino– Odio tener estas ideas. Me hacen querer cosas que antes no necesitaba. Cuestionar lo que antes era natural. Querer ser único y sentirme solo. Tú eres un dios ¿Puedes liberarme del horror del pensamiento? ¿Puedes hacerme puro otra vez?
Black arqueo una ceja,.se puso de pie y se marchó dejando al lobo a su espalda para volver a la aldea. Cuando los animales se fueron solo quedó la desolación. Pero los humanos volvieron a levantar sus moradas. No se iban, pues ese era su hogar y no odiaban a los lobos, pues devorar a otros seres era su naturaleza.
El dios se quedó allí otros dos días. Seguían ofreciéndole siempre lo mejor de lo que disponían, mas nunca le pedían favor alguno. Lo mantenían contento porque sabían era más fuerte que ellos. Más inteligente incluso. Un ser divino provoca admiración, pues se supone es la perfección. Por lo que ese grupo de humano se sentía inferior a Black y todo lo que podían hacer era alabarlo y complacerlo,
porque su ira sería, sin duda, peor que los ataques de los lobos. Los dioses son crueles. Destruyen todo sin consideración o clemencia, hasta por capricho desde la perspectiva ilusa de los hombres.Pero así como ellos lo contemplaban, Black también los había estado observando. Había toda clase de hombres allí. Una diversidad de talentos, de ideas y prioridades que permitían la supervivencia. Los cazadores enfrentaban a los lobos con las armas de los que sabían fabricarlas. Los que sabían de construcción fortificaban y levantaban las casas. Algunos sabían curar, otros pescar. En fin. No prosperaban precisamente por ser violentos. De hecho los hombres más fuertes de la aldea solo salvaron a cuatro personas y la curandera a diez con su conocimiento de hierbas medicinales.
Helena aportó alentando a hacer un buen uso de los lobos muertos y todo las miserias que quedó. Black la miró y pensó en el lobo. Se elevó y voló hacia una ciudad destruida. La contempló bañada de la luz del ocaso y cerrando los ojos abrió sus sentidos al mundo. Escucho, olfateo; percibió la vida en aquel planeta. Al separar los párpados arrugó el entrecejo para después reducir los escombros, del asentamiento humano, a un cráter.
El dios volvió con Helena y los aldeanos unas semanas después y se encontró con un panorama que no espero ver. La aldea estaba reducida a cenizas. Los restos de sus habitantes todavía estaban frescos y diseminados por todo el lugar, siendo el alimento de aves carroñeras o juguete de cachorros de animales domésticos. Los perros y gatos comían sin remordimiento a los que un día los cobijaron. También cayeron muchos lobos y eran lo mismo que los hombres para quienes gozaban del festín: simple alimento. El sitio daba señales de una feroz contienda y, a la distancia, algunos miembros de la manada se alimentaban todavía. Así también Black encontró a Shadow.
El lobo estaba acostado y devoraba sin prisa el cuerpo sin vida de Helena. El rostro de la niña tenía los ojos abiertos. Parecían mirar al oscuro dios que la veía como si viera el suelo. No le impresionaba ver como ese animal abrió un hueco en el abdomen de la chica para poder comerse sus entrañas. El lobo tiraba de las vísceras que escurrían sangre y fluidos humeantes. El hocico del animal se hundía más y más en el interior de aquel cuerpo, agitandolo y arrastrándolo por el suelo, creando figuras en la tierra pintada de rojo y ceniza. Dos lobos más aparecieron desde atrás. Uno tomó el brazo de Helena, otro una pierna y desmembraron el cuerpo. El sol se ocultaba cuando unas ratas salieron a recoger el resto de las vísceras que quedaban en la tierra.
Shadow comía. Los otros lobos tomaron las partes del cuerpo de la niña para arrojarlas a una hoguera que alimentaban,
lanzando restos de madera.– El líder piensa que los humanos invaden nuestro territorio y se roban nuestras presas. Por eso ordenó matarlos a todos– le dijo Shadow.
Black chasqueó la lengua con desprecio. Fue hacia los campos saturados de langostas,
caminando con solemnidad. Sobre el trigal volaba un pequeño pájaro que fue capturado, en vuelo, por un halcón. Entre lo que quedaba del trigo un conejo era comido por las hormigas y a donde quiera que mirara, Black solo veía a la vida devorar a la vida. Vivir era brutal. Después de unos minutos e extendió los brazos a los costados, muy lentamente, para después echarse a reír a carcajadas. Parecía un demente con esa risa sarcástica brotando de su interior y esa mirada de rabia en sus ojos negros.– ¿A esto se reduce todo? ¿A qué especie ocupa la hegemonía?– pregunto a los cielos, a la nada.
La verdad es que los humanos no eran malos. Tampoco buenos vistos desde arriba, desde donde habitan los dioses. La humanidad simplemente hacian lo que tenía que hacer para sobrevivir. En inocencia actuaban como Helena y desprovistos de ella como los lobos. Pero al final todo era una lucha por prevalecer en el mundo que se les fue dado. Todas las especies estaban destinadas a lo mismo. Fueran animales o plantas. Todas consumían los recursos a su alrededor para seguir existiendo. No solo los humanos devoraban sin control. Ellos simplemente estaban en la cima de la pirámide. De no estar esta especie allí surgiría otra lo suficientemente poderosa para posicionarse en la cúspide y dominar el mundo.
¿Qué hace a los humanos ser humanos? Pues eso de lo que siempre se han jactado es la diferencia entre ellos y los animales. El don del pensamiento. Pero es esta,
también, la razón de su sufrimiento. A la especie que los dioses le brinden esa facultad,
padecerá. No será inocente de su naturaleza y la corromperá en su camino. Ya sea buscando razones de existir o sólo existiendo.Al final toda especie se extinguirá una vez consuma todo lo que tiene. Puede prolongarlo, pero no para siempre. Esa era toda la verdad de los mortales y Black lo comprendió. Pero al hacerlo
entendió que su motivación no estaba en lo que tanto pregonaba. Nada tenía que ver el comportamiento de los humanos con su objetivo. No era por justicia que los buscaba exterminar. A él la verdad de los hombres no le importaba. Él solo quería poder para lidiar con la rabia que brotaba de la herida en su ego. Solo quería someter a todos y aplastarlos. Si fuera posible destruiría al mismísimo Zen Oh Sama para ocupar su lugar. Para estar en la hegemonía de la existencia. Por eso reía. Por eso sus carcajadas fue el último sonido que se oyó en esa área, antes de volverse un miserable crater humeante en el suelo desde donde se elevó magníficos de terrible hacia los cielos.
Fin.
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La poesía de los últimos dias.
FanfictionEn el hastío del año que se tomaron para ejecutar su plan, Black y Zamasu desarrollan un juego que al acabar plantea una implícita pregunta en uno de ellos. Un pequeño viaje otorgara la respuesta, pero ¿Cambiara algo?