5._Corrompido

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Entre las manchas de sangre unas hormigas atacaban a una mariposa moribunda. Pronto la levantaron para llevarsela a un hormiguero y Black siguió aquello con sus ojos de ébano.
Miró a su al rededor con una singular paciencia y luego se elevó para alejarse de ese lugar en busca de algo que no tardo en encontrar: los lobos.

En una pequeña depresión del terreno, en el bosque, uno de esos animales mantenía acorralado a un hombre joven. El animal caminaba entorno a ese ser humano que presento resistencia a ser devorado,
mas no podía debatirse más. Se estaba desangrando a causa de una horrible herida en la pierna y le faltaba medio brazo derecho, aún así mostraba rebeldía a su destino.

–Por favor, no me mates– le suplicó el hombre a aquel animal que lo miraba fijamente.

–¿Por qué no debería hacerlo? ¡Anda! Dime– le habló el lobo sin dejar su ronda acechante.

– No es correcto matar– respondió el hombre totalmente aterrado e incapaz de encontrar un mejor un argumento para defender su vida.

Black descendió sobre la rama de un árbol cercano y observó desde allí.

–¿Matar?– repitió el lobo y sonó algo sarcástico– Pero yo no quiero matarte. Lo que quiero es alimentarme y los humanos poseen la carne más nutritiva para nosotros que no somos del todo animales salvajes. Tú eres solo mi comida, como los animales o los vegetales lo son para ustedes ¿Le has perdonado tú, la vida a una gallina?

– Pero es diferente. Tú piensas y hablas– le dijo el hombre.

– No es diferente, humano– respondió el lobo y le saltó encima para destrozarle el cuello.

El lobo arrastró el cuerpo unos pasos y luego se tiró en el suelo, para comenzar a devorarlo. El sonido que hacían las mandíbulas del animal, al aplastar los huesos, llegaba al oido de Black como una revelación tímida, pero constante. Después de unos minutos descendió de un salto cerca de aquel lobo que se giró a él, enseñando su dentadura y encorvado la espalda.

–No voy a matarte,bestia– le dijo Black, sin sonar despectivo– Solo quiero averiguar que eres exactamente.

– Un lobo– contesto el animal franca y seguramente– ¿Qué eres tú?

–Un dios– respondió Black y el lobo lo miro con atención, examinandolo– ¿Tienes nombre?

– No. Solo soy un lobo– respondió y tomando su comida se echo a correr entre los árboles.

Black lo dejó ir y retorno a la aldea para observar a Helena. La niña llamó su atención desde que la vio por primera vez. Durante los días del viaje, el dios la vio hacer muchas cosas para sobrevivir, pues él no le brindó absolutamente nada. La pequeña Helena comió carroña, bebió aguas estancadas, robó alimento a otros seres humanos y hasta mató a un hombre por un trozo de pan. Pero desde que llegó a esa aldea su actitud cambió radicalmente. Cooperaba con todos allí. Hablaba con otras personas y hasta se le veía jugar con otros niños que deambulaban por la aldea. Incluso su aspecto era más frágil.

Black no dejó ese lugar por varias razones. Permaneció allí varios días después del ataque de los lobos. Una de las razones que lo hicieron quedarse era que los humanos lo colmaban de atenciones y el respeto que merecía. Al fin también los mataría, pero con ese grupo no había prisa. Una tarde Helena se asomó a su puerta y le miró con curiosidad. Contrario a lo que pensó, Black no la expulso. La invitó a pasar y la dejó comerse una manzana algo pasada que la niña mordió incautamente. El dios la vio con disgusto escupir los restos de la fruta.

– Esta podrida– dijo limpiando su boca con el antebrazo.

– ¿Eso qué? Has comido cadáveres.

–Si señor, pero era para sobrevivir– le respondió Helena.

Black la miró fijamente.

–¿Sabe? Hay una plaga de langostas que están dañando los campos– le contó la pequeña y el dios escuchó.

Unas horas después Black salio a ver los campos y como esas criaturas devoraban todo a su paso, con voracidad. Una langosta saltó hacia él. La tomo en su mano para alzarla hacia su rostro y mirarla con frialdad. Después solo la dejo ir. La langosta saltó hacia el campo de nuevo. Black volvió con Zamasu, esa tarde. Su contraparte lo reprendió por su larga ausencia e insistió en saber que había estado haciendo, pero él no le dio detalles invitándose a decir que había estado exterminando algunos seres humanos lejos de la base. Si bien a Zamasu esto no lo convenció no insistió en obtener más detalles.

Poco más de un mes después de su partida, Black volvió a ese pueblo en dos ocasiones. Ambas coincidieron con dos eventos muy particulares. La primera vez que regresó lo lobos atacaban la aldea y se llevaban todas las presas que podían. Los humanos ofrecían resistencia y lograron matar a muchos de aquellos animales que no eran sino el resultado de experimentos hechos por los propios hombres.

En esa oportunidad Black notó algunos cambios en los lobos. Algunos eran muy violentos. Vio a una pareja de estos animales tomar a una mujer por el hombro y una pierna para tirar de ella hasta partirla en dos. Dejaron el cuerpo tirado allí y se fueron. Otro lobo llego a comerse las viseras y dos más a tomar el resto del cuerpo. También vio que algunos arrebataban las antorchas a los humanos y encendían las techumbres de paja, arrojando allí el fuego. Mientras que otros lobos, parecían mantenerse al margen de todo aquel caos. Hasta parecían desaprobar la conducta de sus camaradas. Uno de esos era el lobo que vio en el bosque que había perdido un ojo. Black lo siguió desde el cielo y descendió cerca de él cuando el animal se detuvo a beber en la orilla de un manantial.

– Usted otra vez, deidad– dijo el lobo.

–Que decepción– comentó Black– Pensé que ustedes solo comían para saciar su hambre. Ahora en cambio disfrutan matar y destruir.

– Supongo que nos hemos corrompido– le dijo el lobo y se acostó, en la hierba, reposando la cabeza sobre las patas.

Black se aproximó al animal y este cerró los ojos cuando la sombra del dios lo cubrió.

La poesía de los últimos dias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora