2._Espécimen

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Solo una podía salir de aquel agujero. Para lograrlo debían matar a la otra de lo contrario ambas morirían. Eso les dijo el hombre de tez verde luego él y el trigueño desaparecieron.

La mujer y la niña se miraron calladas, confusas, por unos instantes. En los ojos de ambas había miedo, un miedo que no tenia que ver con la muerte precisamente, pero la niña se sobrepuso a eso más rápido y le apunto a la mujer con su rifle.

– Tranquilizate pequeña– le habló trémulamente la mujer– No tienes que hacer esto. Ambas podemos salir de aquí si nos ayudamos.

La niña no respondió y le disparó directo en la cabeza. El muro de tierra quedó salpicado de sangre y de unos trozos del cráneo de la mujer cuyo cuerpo se desplomó, quedando en una postura algo incomoda de ver. El clima estaba frío esa tarde por lo que de la sangre caliente emanaba un vapor tenue y un olor metálico que saturó el aire.

– ¡Hey!– gritó la niña a los cielos –¡Ya la mate. Déjeme salir de aquí señor!

Su voz se escuchó clara y con ese timbre infantil que contrastaba con aquella declaración de forma casi espeluznante. Nadie respondió.

Zamasu y Black la miraban a una distancia que les permitía quedar cubiertos por la vegetación. El primero no se veía nada feliz de haber perdido la apuesta.

–Te lo dije– exclamo presuntuoso– Los niños son los más peligrosos en estos casos– le dijo a Zamasu sin quitarle los ojos de encima a la niña– Van tres de cuatro.

Zamasu no respondió y se echó a volar en dirección a la cabaña. Black lo siguió abandonando a la niña a su suerte. 

La pequeña pronto comprendió que nadie llegaría a sacarla de ahí y que salir no era una posibilidad. Los muros del pozo eran demasiado inestables para intentar treparse por ellos y resignada a su suerte, la niña, acurruco a un lado del cadáver y allí se quedó.

Los días pasaron y Black estaba un poco aburrido. Después de cada enfrentamiento con Trunks tenia que tomarse un tiempo para permitirle reponerse y lo mismo pasaba con él. No tenia algo que hacer en ese mundo o en otro, no por el momento. Los juegos de apuestas con su contraparte dejaron de ser interesantes y matar humanos aleatoriamente, a ratos, le resultaba un tanto fastidioso. Sobretodo después de meses de ir por ahí purgando. Incluso para él que como dios pasaba horas vigilando mundos existian tareas que eran fastidiosas, exterminar a los hombres resultó una de ellas.

El mundo para Black se volvio más lento, con colores más tenues, con estímulos frugales. El suelo bajo sus pies se sentía blando aun cuando pisaba terrenos duros, rocosos. Black solía salir a caminar a veces y en una de estas oportunidades llegó al lugar donde había dejado a la niña. Al ver el pozo caminó hasta él esperando ver dos cadáveres. Lo que encontró se gano su atención.

La mujer estaba corrompida. Una pequeña nube de insectos sobrevolaba sus restos y un poco más allá, abrazando su rifle, estaba la muchachita sentada en el suelo con las piernas formando una "W". A poderosas mordidas  devoraba un trozo de carne cuyo origen era bastante obvio. Black la miró un rato, ella no había notado su presencia y no lo hizo hasta que él descendió para sacarla de allí tomándola por la ropa.

La niña dio un grito ronco al verse alzada por los aires. Un pedazo de carne masticada cayó de su boca al pozo, después de eso sus pies tocaron el suelo y volteo a ver quien la tomó de esa manera. Se encontró con aquel hombre de vestidura negra quien en cluquillas frente a ella la veía como se mira una plasta de mierda.

–Apestas– le dijo aquel sujeto y no exagerada, el hedor de la niña era repugnante.

Llevaba casi dos semanas en un agujero húmedo y comiendo carne humana, lamiendo el agua que escurría de los muros. No solo su olor era desagradable. Aun así Black cerró su mano sobre la boca de la niña para acercarla un poco hacia él y verla de cerca. Al ver su reflejo en esas pupilas rodeadas de pestañas con huellas de conjuntivitis, Black mostró su sonrisa de desprecio por esa pequeña humana que apoyo las manos sucias de barro y sangre sobre su antebrazo.  

Black abrió un poco los dedos para después meterlos en la boca de la niña como si examinará las fauces de un animal salvaje. Le contempló el rostro, también, apretando sin cuidado la piel de la pequeña que dejó salir dos pequeños quejidos.

–Son animales, no los animales tienen mejores criterios– declaro Black después de estudiar a ese espécimen por largos minutos.

Al fin se puso de pie, le dio la espalda y luego se giró a ella para, con una patada, empujarla al pozo otra vez; pero la niña no cayó. Se sujetó de la bota de Black como una garrapata. Él la miró con repugnancia y le exigió lo soltara, pero la niña se aferró con más fuerza. Claro que de haberlo querido Black se la hubiera quitado de encima muy fácilmente, pero al mirar los ojos de esa pequeña tuvo una mejor idea.

El día moría y los colores rojos, ámbar y bermellón pintaban el horizonte, cuando Black y la niña se perdían por la abandonada carretera.   

La poesía de los últimos dias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora