04. Primer día

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| Zinerva |

Termino mi entrenamiento y me voy a bañar. Tardo alrededor de 15 minutos y salgo de la ducha. Mientras seco mi cuerpo, me miro en el espejo y acaricio los tatuajes en mis brazos, sintiendo los pequeños bultos en mi piel, solo unos milímetros más altos de lo que deberían. Por inercia, mi mirada se va a los tatuajes de mi abdomen y una de mis piernas. Todos me los hice cuando llegué a Nueva York; quería borrar esos horribles y deprimentes recuerdos por algo que me gustara, que me hiciera sonreír y que me hiciera sentir bien conmigo misma cuando me mirara al espejo, como hoy.

Al salir del baño, me empiezo a vestir. No me pondré faldas ni vestidos porque no son lo mío. Me pongo un sostén hecho solo de tela, que normalmente no utilizo, ya que mis senos son pequeños. Después de colocarme mi ropa interior, me decido por un pantalón negro de vestir, una camisa de manga larga blanca de botones y un saco negro que utilizaba en mi trabajo anterior. Me miro nuevamente en el espejo y estoy satisfecha con mi imagen.

Salgo de mi habitación caminando hacia la cocina y decido preparar una ensalada de frutas. Hago una para mí y otra para Tailer. Él y yo vivimos juntos desde mis dieciocho años; ambos llegamos a esta hermosa y agitada ciudad al mismo tiempo.

Veo a Tailer salir de su habitación solo en bóxer. Para mí, eso ya es normal. Él se sienta y ambos empezamos a comer.

—¿Tu novio viene a buscarte? —pregunta sin dejar de mirar su comida.

Tailer no sabe que terminé con él hace dos semanas y mucho menos sabe el motivo.

—Se acabó y no quiero hablar de eso —respondo, algo incómoda por el tema.

—Está bien —acepta, mirándome al mismo tiempo que revuelve los pedazos de frutas con su cuchara. Sé que quiere preguntar sobre el tema—. Pero tú lo querías mucho, ¿verdad? —inquiere, confundido, ya que no le conté lo que me hizo.

Me mira esperando una respuesta porque su curiosidad no le permite dejar el tema. A veces es molesto, pero entiendo que se preocupe.

—Sí, lo amaba —acepto a regañadientes—, pero no soy masoquista. Él... hizo algo imperdonable y ya te dije que no quiero hablar de eso —le explico, omitiendo varias cosas.

Él solo me mira por un momento, aunque no dice nada y sigue comiendo.

—Hoy es mi día libre, así que ya sabes lo que haré —comenta al terminar de comer. Es un puto.

—Es día de aparearse —digo lavando los platos.

—Exacto, hoy voy a hacer un trío —se jacta con una gran sonrisa coqueta, enseñando sus blancos y perfectos dientes, con esos colmillos afilados.

Si hay algo que envidio de él es su belleza y perfección. Creo que las criaturas como él están hechas casi perfectas, desde su dentadura hasta sus facciones.

—No necesitaba tanta información —digo arrugando la nariz.

Busco mi casco para irme en la moto. Lo agarro y le doy un beso en la mejilla.

—Chao, ni se te ocurra la idea de aparearte en la cocina y menos en la sala —advierto mirándolo. Él solo rueda los ojos.

—Lo sé, chao, hermosa —se despide.

Salgo del apartamento y bajo por el ascensor. Llego al estacionamiento y busco mi moto. Me coloco el casco y subo a mi moto para empezar a manejar hacia mi nuevo trabajo. Espero que me vaya bien en mi primer día.

| Garald |

Me siento irritado; no pude dormir, ya que mi lobo solo suplicaba que la aceptáramos de una vez y no paraba de chillar por eso. Ahora estoy en mi oficina con mi beta, esperando a que llegue mi Luna. Mi lobo y yo lo estuvimos hablando, aunque no sea de la talla, igual me la voy a llevar. La necesito. Solo ha pasado un miserable día y hasta soñé que la estaba marcando. No dejo de dar pequeños golpes al escritorio con mis dedos.

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