05. Sueño

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| Zinerva |


Comienzo a hacer flexiones con mi padre en nuestro entrenamiento matutino. Él, como siempre, me gana haciendo más de 100 flexiones y yo apenas llego a las treinta y cinco.

—¡Rut! —cuando me habla así, sé que está enojado—. Tienes que hacerlo mejor y poner de tu parte —me regaña.

—¿Por qué tenemos que hacer esto? —frunzo el ceño, confundida.

—Ya te lo he dicho —dice con fastidio, ya que siempre hago la misma pregunta—. Tener una buena condición física es importante —contesta, algo molesto por el tema.

—Pero los otros niños juegan y no se levantan tan temprano como nosotros —murmuro, enojada.

—Los otros niños son débiles, mimados y sumisos. Además, tú no eres igual a ellos —acaricia mi mejilla—. Sé que no lo entiendes, pero el mundo en que vivirás es cruel y no tiene piedad por los débiles. No le importa si eres una niña; igual te destruirían si tuvieran la oportunidad —me dice, aunque siento que lo dice por alguien o algo en específico.

—Yo no seré débil, te lo prometo, papi —él sonríe.

—Más te vale, mi niña —me dice, mirándome con orgullo, y me siento feliz por eso—. Ahora, como castigo por perder —finge pensar—, diez vueltas corriendo alrededor de la casa —me ordena.

De la nada, todo se vuelve oscuro. Camino y no veo nada. Grito y llamo, llorando a mi padre, pero nadie me responde, así que solo me coloco en posición fetal y empiezo a llorar.

Me despierto sudada, con la vista borrosa por las lágrimas. Cuando las limpio, miro a mi alrededor notando que estoy en mi habitación y no en ese lugar oscuro.

«Se sintió muy real».

Ese sueño, o mejor dicho, recuerdo de mi padre fue intenso. Todos los días sueño algo diferente, pero que me recuerda a él. Últimamente, esos sueños son más vívidos y algo dentro de mí dice que él me está tratando de decir algo.

Algunos dirían que fue duro conmigo, ya que me obligó a hacer ejercicios muy exigentes para una niña. Ser fuerte, no solo físicamente, sino emocionalmente también. Me hacía estudiar cosas que eran muy avanzadas para la edad que tenía, pero igualmente las aprendía. Fue muy exigente conmigo, pero todo lo que hizo se lo agradezco.

Veo el reloj y apenas son las 3:15 de la madrugada. Me levanto de la cama sabiendo que, aunque quiera, no lograré pegar un ojo. Empiezo a acomodar la cama dejándola totalmente extendida, sin una sola arruga. Después de eso, hago mi rutina diaria de ejercicios. Un rato después, ya terminé con el ejercicio y preparé el desayuno para mí y Tailer. Al rato me doy una ducha de diez minutos, me coloco algo presentable para trabajar y me miro al espejo. Creo que se ve bien, es apropiado y si no les gusta, que se jodan.

Salgo de mi apartamento sin despedirme de Tailer, ya que él entra a trabajar más tarde. Llego al estacionamiento subterráneo del edificio y me monto en mi moto, empezando a conducir. Por ahora llevo puestas mis botas Converse porque, con tacones, ni loca conduzco la moto.

«Una vez lo intenté y casi provoqué un choque».

Llego a mi destino algo fastidiada conmigo misma, ya que me esforcé mucho los casi cinco años que estuve en la universidad y al final no pude ejercer lo que estudié. No conseguí trabajo, ni siquiera quiero trabajar aquí, pero el salario es muy bueno, mucho más que en mi trabajo anterior y, además, el departamento no se pagará solo. Falta una semana para fin de mes y no puedo seguir sacando dinero de mis ahorros.

Me cambio los zapatos guardando las Converse en mi bolso y colocándome los tacones. Después entro en el elevador; hoy llegué unos 15 minutos más temprano. Llego a mi escritorio y empiezo a trabajar, dejando cualquier mal humor de lado.

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