Capitulo 9

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Después del reencuentro, tuve la sensación de estar viviendo en dos mundos paralelos. En uno de ellos, Lucas y yo por fin estábamos juntos, y tenía la sensación de que era en ese donde había querido estar toda mi vida. En el otro, era una mentirosa que no merecía estar ni con Lucas ni con nadie.

—Es que me parece raro —me dijo Lucas en un susurro para que no resonara en la biblioteca.

—¿El qué te parece raro?

Lucas miró a su alrededor antes de contestar para asegurarse de que nadie nos oía. No tendría por qué haberse preocupado. Estábamos sentados en uno de los pasajes abovedados más alejados, revestido de libros encuadernados a mano de un par de siglos de antigüedad, uno de los rincones más recogidos de la escuela.

—Que ninguno de los dos recuerde lo que pasó esa noche.

—Tuviste un accidente. —Cuando no sabía qué decir, me aferraba a la historia que se había inventado la señora Bethany. Lucas no se la había acabado de creer, pero lo haría con el tiempo. No le quedaba más remedio. Todo dependía de eso—. Muchas veces la gente olvida lo que ha ocurrido justo antes de tener un accidente. Tiene sentido, ¿no crees? Esos motivos decorativos de hierro tienen un filo bastante cortante.

—Cuando he besado a alguna chica... —se le fue apagando la voz al ver mi expresión—. A nadie como tú. A nadie que ni siquiera pueda comparársete.

Bajé la cabeza para ocultar una sonrisa abochornada.

—Da igual, el caso es que nunca me había desmayado, nunca —continuó—. Besas de miedo, créeme, pero ni siquiera tú podrías hacerme perder el sentido.

—No te desmayaste por eso —dije, fingiendo que deseaba volver a la lectura del libro de jardinería que había encontrado. Solo lo había sacado de su estantería por la persistente curiosidad que sentía por la flor que había visto en mis sueño meses atrás—. Te desmayaste porque esa enorme barra de hierro te dio en la cabeza. Eso es todo.

—Pero eso no explica por qué tampoco lo recuerdas tú.

—Ya sabes que tengo problemas de ansiedad, ¿no? A veces como que se me va la olla. Cuando nos conocimos por primera vez, estaba en medio de uno de esos ataques. ¡Uno de los de verdad! Incluso hay partes del día de mi espectacular fuga que apenas recuerdo. Seguramente volví a tener uno de esos ataques cuando te golpeaste en la cabeza. Vaya, podrías haber muerto. —Al menos esa parte se acercaba bastante a la verdad—. No me extraña que tuviera miedo.

—No me ha salido ningún chichón en la cabeza. Solo tengo una magulladura, como si me hubiera caído o algo así.

—Te pusimos un paquete de hielo. Te atendimos enseguida.

—Sigue sin tener demasiado sentido —insistió, poco convencido.

—No sé por qué sigues dándole vueltas. —Aunque no dijera nada más, eso solo volvía a convertirme en una mentirosa, y mucho peor que antes. Tenía que ceñirme a la historia por su propia seguridad, porque si en algún momento la señora Bethany descubría que Lucas sospechaba algo, ella podría... Podría... No sabía qué podría hacer, pero me temía que no sería nada bueno. Sin embargo, decirle a Lucas que sus dudas eran infundadas, que sus preguntas sensatas acerca de Medianoche y su amnesia transitoria no eran más que tonterías, eso era peor. Eso era pedirle a Lucas que dudara de él mismo y no quería hacerle algo así. Ahora sabía lo mal que uno se sentía cuando se dudaba de sí mismo—. Por favor, Lucas, déjalo.

Lucas asintió lentamente.

—Ya hablaremos de ello en otro momento.

Cuando se olvidaba del tema y dejaba de preocuparse por la noche del Baile de otoño, no había nada mejor que estar juntos. Era casi perfecto. Estudiábamos en la biblioteca o en el aula de mi madre, y a veces nos acompañaban Vic o Raquel. Comíamos en los prados: envolvíamos nuestros sándwiches en bolsas marrones y nos los metíamos en los bolsillos del abrigo. En clase, soñaba despierta con él y me despertaba de mi feliz ensoñación única y exclusivamente cuando no me quedaba más remedio que prestar atención para no suspender. Cuando teníamos Química, entrábamos y salíamos del aula de Iwerebon sin despegarnos. Los demás días venía a buscarme en cuanto acababan las clases, como si hubiera estado pensando en mí incluso más de lo que yo había estado pensando en él.

MEDIANOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora