Espera —le supliqué. Todavía tenía los labios húmedos a causa de la sangre—. No te vayas. ¡Puedo explicártelo!
—No te acerques a mí.
Lucas estaba blanco como la nieve.
—Lucas... Por favor...
—Eres un ¡vampiro!
¿Qué podía decir? Mis nuevas aptitudes como maestra del engaño no me servían de nada. Lucas sabía la verdad y ya no podía seguir ocultándoselo.
Continuó retrocediendo y tropezando con las tejas de pizarra, agitando los brazos para mantener el equilibrio. El estupor entorpecía sus pasos. Lucas, cuyos movimientos siempre eran precisos y calculados. Era como si anduviese a ciegas.
Sentí el impulso de ir tras él para evitar que perdiera el equilibrio y se cayera, pero sobre todo necesitaba explicarme, con absoluta desesperación. Sin embargo, Lucas no iba a dejar que le ayudara. Ya no. Si lo seguía, el pánico se apoderaría de él y huiría. Huiría de mí.
Temblorosa, me senté en el tejado y vi cómo Lucas se alejaba. Ni siquiera se dignó a mirar atrás hasta que apenas le quedaban unos pasos para llegar a la torre norte y a las habitaciones de los chicos. Para entonces, yo había pasado los brazos alrededor de las rodillas y las lágrimas rodaban por mis mejillas. Nunca en mi vida me había sentido tan asustada y avergonzada, ni siquiera cuando le había mordido.
¿Habría adivinado lo que había sucedido en realidad la noche del Baile de otoño y que había sido yo quien le había hecho la herida del cuello? Estaba segura de que no tardaría mucho en atar cabos, si no lo había hecho ya.
¿Qué debía hacer? ¿Decírselo a mis padres sin perder tiempo? Se enfadarían conmigo... Además de tener que tomar medidas respecto a Lucas. Ignoraba qué le reservaban los vampiros al humano que descubría el secreto de Medianoche, pero sospechaba que no era nada bueno. ¿Y si se lo contaba a la señora Bethany? Ni hablar. Podía intentar despertar a Patrice para pedirle consejo, pero seguramente se encogería de hombros, se daría unos retoques en su sombra de ojos y volvería a quedarse dormida.
Ahora que el secreto había dejado de serlo, toda esa gente estaba en peligro. Era probable que Lucas no se lo dijera a nadie por temor a que lo llamaran chiflado. Y aunque se lo contara a alguien, era muy poco probable que lo creyeran. Sin embargo, me atormentaba el riesgo, por pequeño que fuera, de que nos viéramos expuestos. Y todo por mi culpa.
Tenía que haber algún modo de poder arreglarlo, tenía que hacer algo.
«Hablaré con Lucas. Será lo primero que haga por la mañana. No, que tiene examen. —Era muy extraño tener que pensar en cosas tan mundanas como un examen en medio de todo aquello—. Iré a buscarlo después. No querrá hablar conmigo, pero no va a ponerse a gritar en el pasillo sobre vampiros. Tendré que aprovechar esa oportunidad, siempre que se me ocurra qué decirle...»
Y luego, ¿qué? Le había mentido. Le había hecho daño. Tal vez lo mejor era que se alejara de mí todo lo que pudiera.
Sin embargo, sabía que debía intentarlo, aunque me arriesgara a perder a Lucas para siempre. Si era así, haría lo que fuera por recuperarlo: suplicar, llorar o revelarle todos mis secretos; pero si de algo estaba segura era de que le debía una explicación.
Tras una larga noche en vela, me levanté, me puse el jersey y la falda negros y bajé la escalera a toda prisa. Pensaba que había llegado justo a tiempo de que acabara el examen de Lucas, pero según me contó uno de sus compañeros habían dejado salir a los alumnos a medida que acababan la prueba, y Lucas había terminado de los primeros. Eso significaba que probablemente volvía a estar en su dormitorio. Reuní todo mi valor y me colé en la zona de dormitorios de los chicos. Vic y Lucas me habían señalado su ventana desde los jardines, así que no tendría problemas en encontrar la habitación, si no me pescaban antes, claro.
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MEDIANOCHE
RomanceUn internado donde nada es lo que parece. Dos jóvenes atraídos por una fuerza magnética. Un secreto oscuro y peligroso. Y una única certeza: Entregarse al amor es jugar con fuego...