Normalmente sería imposible despegar de delante del espejo a una chica que ha de prepararse para su primera cita, pero cuando llegó la noche del viernes, la de la escapada a Riverton, Patrice estaba tan ocupada mirándose que para el caso podría haberme vestido en la oscuridad. Estuvo examinándose la cara y la figura en el espejo de cuerpo entero, volviéndose a un lado y al otro, incapaz de encontrar lo que estuviera buscando, ya fueran imperfecciones o belleza.
—Estás muy guapa —dije—. Come algo, ¿vale? Casi te transparentas.
—No queda ni un mes para el Baile de otoño. Quiero estar estupenda.
—¿Y de qué sirve ir al Baile de otoño si no puedes disfrutarlo?
—Así lo disfrutaré más. —Patrice me sonrió. Tenía el don de poder ser paternalista y completamente sincera al mismo tiempo—. Algún día lo entenderás.
No me gustaba cuando me hablaba de esa manera, con esos aires de superioridad, pero ya la consideraba como a una amiga. Patrice me había prestado un jersey muy suave de color marfil para mi cita como si fuera el mayor favor que alguien pudiera hacer nunca a otra persona. Tal vez estuviera en lo cierto. Gracias a ese jersey, mi figura... Vamos, que se hacía evidente que tenía una, algo que las sosas faldas plisadas y las chaquetas de Medianoche ocultaban al mundo.
—¿Vosotros no vais a ir? —le pregunté, mientras trataba de hacerme una trenza alta. No hacía falta que concretara a quién me refería.
—Erich va a dar otra fiesta junto al lago. —Patrice se encogió de hombros. Todavía llevaba puesta la bata de satén rosa y una cinta que le retiraba el pelo de la cara. Si ella ni siquiera había empezado a prepararse, era señal de que seguramente la fiesta no empezaría hasta después de medianoche—. La mayoría de los profesores estarán en la ciudad haciendo de acompañantes y eso nos asegura una noche de primera aquí.
—Me cuesta mucho imaginar que en la Academia Medianoche haya noches de primera.
—Ni que nos tuvieran encerrados en una jaula, Bianca. Además, ese peinado no te favorece nada.
Suspiré.
—Ya lo sé, ya lo veo yo sólita.
—Espera.
Patrice se puso detrás de mí, deshizo las trenzas desiguales que había conseguido entretejer con muchos esfuerzos y pasó los dedos entre los mechones de pelo. Luego me recogió el cabello en un moño flojo y muy bajo, y unos cuantos mechones se soltaron y me cayeron sobre la cara. Desenfadado, pero con estilo, como siempre había querido llevarlo. Al ver la transformación en el espejo, pensé que casi parecía que me hubieran arreglado el pelo por arte de magia.
—¿Cómo lo has hecho?
—Ya aprenderás con el tiempo. —Patrice sonrió, más satisfecha de su trabajo que de mí—. Tienes un color de pelo precioso, ¿sabes? Tienes que lucirlo más cuando te caiga sobre el jersey; mira qué contraste hace con el color marfil, ¿lo ves?
¿Cuándo aquel tono rojizo se había convertido en un «color precioso» de pelo? Le sonreí a mi reflejo pensando que, partiendo de que Lucas y yo íbamos a salir juntos, cualquier milagro era posible.
—Perfecto —dijo Patrice y, no sé por qué, pero supe que lo decía con sinceridad.
No por eso el cumplido dejaba de ser impersonal. Estaba convencida de que el concepto de perfección significaba más para ella que para mí, pero Patrice no lo habría dicho si no lo pensara de verdad.
Cohibida y encantada, me quedé mirando mi reflejo en el espejo. Si Patrice conseguía encontrarme guapa, entonces tal vez Lucas también lo haría.
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MEDIANOCHE
RomanceUn internado donde nada es lo que parece. Dos jóvenes atraídos por una fuerza magnética. Un secreto oscuro y peligroso. Y una única certeza: Entregarse al amor es jugar con fuego...