Con marzo llegaron las lluvias, aguaceros torrenciales que enturbiaban los cristales y convertían la tierra en lodo. Por primera vez no podíamos evadirnos en los prados; sin embargo, también por primera vez no nos hacía falta. Lucas y yo estábamos empapándonos de Medianoche. Empezábamos a formar parte de ella.
—Mira esto. —Una tarde, sentados en un apartado rincón de la biblioteca, Lucas me acercó uno de los pesados volúmenes de la señora Bethany, encuadernados en piel negra. Solo se oía la lluvia golpeando contra los cristales. El paso del tiempo había amarilleado las páginas del libro y la tinta se había difuminado, por lo que tuve que entrecerrar los ojos para adivinar las palabras. Fui leyendo mientras Lucas me lo explicaba—. Hablan todo el rato de «la Tribu». Un grupo ancestral de vampiros. ¿Hay alguien aquí de la Tribu?
—Nunca había oído hablar de esa Tribu. —Jamás habría imaginado lo compleja que era la tradición vampírica. Mis padres ni siquiera habían mencionado nada de aquello—. Aunque, ¿a qué te refieres cuando dices «ancestral»? Mi padre tiene cerca de mil años. Dudo que se pueda ser más ancestral.
—No si todo el mundo es inmortal. Debe de haber vampiros dos, tres, diez veces mayores que él. Antiguos romanos, antiguos egipcios, los que vinieran antes que ellos... ¿Dónde están? Aquí no creo.
Tenía razón. Probablemente Ranulf, que había muerto en el siglo VII, era el vampiro de mayor edad de Medianoche. Los vampiros también morían; es decir, que morían de verdad. Podía matarlos la abstinencia de sangre durante muchos meses o, incluso, una abstinencia más corta pero combinada con exponerse a la luz del sol. Mis padres me lo habían dejado muy claro cuando era niña y no quería acabarme el vaso de sangre de cabra. La peor pesadilla de todos era el fuego, que acababa con los vampiros incluso con mayor rapidez que con los humanos. Sin embargo, a pesar de esos peligros, muchos vampiros debían de haber sobrevivido incluso más tiempo que Ranulf.
—Mis padres dicen que hay gente que pierde el norte —murmuré—. Que pierden la noción del tiempo y ya no son capaces de seguir el ritmo de los cambios. La Academia Medianoche se construyó para que los vampiros no cayeran en esa trampa. ¿Crees que era ese el propósito de mis padres? Tal vez la Tribu acoge a los vampiros que perdieron el norte, a eremitas y reclusos sin relación con la Humanidad.
Me estremecí de solo pensarlo.
—Te estás agobiando, ¿verdad?
—Sí, un poquito.
Lucas me acarició la mejilla con el pulgar.
—¿Quieres que hagamos un descanso?
Comprendí que, en cierto modo, así era.
—Debería estar estudiando Historia. Es difícil sacar excelentes cuando te ponen al lado gente que ha vivido en sus propias carnes la mitad de los acontecimientos que aparecen en el libro. Además, mi madre es más dura conmigo que nunca.
—Adelante. —Lucas ya había devuelto su atención al libro sobre la tradición vampírica—. No me moveré de aquí.
No levantó la cabeza del tomo en la hora siguiente, y cuando recogí mis cosas para bajar, tuve que irme sin él porque se quedó trabajando hasta que cerró la biblioteca. Ni nos habíamos planteado que pudiera llevárselo a su habitación. Vic podía ser un inconsciente, pero no era tonto, y sería una imprudencia dejar a la vista información fidedigna sobre vampiros.
De vez en cuando me asaltaban las dudas y me preguntaba si Lucas no tendría otras razones desconocidas para sumergirse en los libros de la señora Bethany, pero enseguida descartaba la idea. La mayoría de las veces lo animaba a seguir adelante, pensando que estaba cada vez más cerca de convertirse en un vampiro y de quedarse conmigo para siempre.
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MEDIANOCHE
RomanceUn internado donde nada es lo que parece. Dos jóvenes atraídos por una fuerza magnética. Un secreto oscuro y peligroso. Y una única certeza: Entregarse al amor es jugar con fuego...