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Capítulo 1.

— Me encanta cómo se escucha gente cantando el cumpleaños feliz justo a las 00:00. Parecen tan felices...— Susurra recostada en su cama quedándose dormida.

Era lunes, pero aún estaban de vacaciones. Sentada en un banco del parque, situado enfrente del metro, una chica comienza a hablar sola:

— Se siente solitario...— Suspira.— Es mi cumpleaños, pero todos están ocupados.

— ¿Tu cumpleaños? ¿Y así lo celebras?

— Sí, ¿ves que lugar tan hermoso? Flores, árboles, silencio...— Al darse cuenta dio un pequeño brinco.

Un chico castaño se sentó junto a ella. Nunca antes habían hablado, pero sí sabía quién era él. El chico que entró junto a ella el primer día de instituto hace cinco años. Ambos entraron una semana atrasada debido a la escolarización. Ese día ella estaba nerviosa, pero al ver que no fue la única en entrar tarde, se sintió más segura. Gracias a él, por prestarle un bolígrafo en la oficina de secretaria. Después de aquello, no tuvo la oportunidad de agradecerle. Aunque ya habían pasado tanto tiempo, aún tenía pendiente ese "Gracias":

— Eres tú...

— Soy yo.— Dijo con firmeza.

Estaba algo confundida. ¿Él la recuerda?

— ¡El chico del bolígrafo!— Exclamó un poco exagerada.

— Sí, el chico del boli- Espera...¿Solo me recuerdas por prestarte un bolígrafo?— Un poco decepcionado.

Sinceramente, no supo cómo responderle y ella solo asintió.

— Está bien.— Musitó. Se quedó en silencio mirando el cielo.— A veces ser olvidado es mi especialidad.

Maya se quedó mirando al chico, tratando de recordar algo, una mínima pista para saber porque él estaba allí, a que se refería con
"¿Solo me recuerdas por prestarte un bolígrafo" Si no habían interactuado en otro momento.


— Es verdad lo que dicen.—Él la miró directamente a los ojos.— "Todos somos protagonistas en nuestra propia historia, pero en otras historias somos los extras sin nombre".

— Lo siento...— Susurró.

— No te preocupes.

La cara de Maya cambió, el ambiente se volvió tenso. Al otro lado del parque, un grupo de adolescentes estaban divirtiéndose. Quedó perpleja y se recostó en el banco. Escondiéndose un poco, susurró:

— ¿Puedes esconderme?

La cubrió con su chaqueta y la abrazó, oculta de aquel grupo. Él sabía quienes eran. Pero no dijo nada.

Diez minutos después...

— Se han ido.— Dijo suavemente.

— Gracias.— Con algunas lágrimas.

— ¿Por qué lloras?

— Me mintieron.

Una pelota rodó hasta los zapatos de Maya, un niño corrió persiguiendo la pelota. Maya se limpió la cara con las mangas y agarró la pelota. Sonriendo, extendió sus brazos para entregarla.

— Lo siento.— Agarró la pelota.— Oye...¿Por qué lloras? ¿Le hiciste algo malo?

El chico negó.

— ¿Esto? Es por un angelito. El angelito que vi, era tan hermoso, que me salieron lágrimas de la emoción. — Le acarició la cabeza.— Pásala muy bien.

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