Tragedia en fuego

Capítulo 4: Tormenta

Cornelia comenzaba a dudar de su posición entre los que se deslizan en la oscuridad. Han pasado cinco días desde el fatídico día en que murió Lambert. También han pasado cinco días desde la última vez que escuchó algo de Thales. Sin confirmación, sin aprobación de él. Además de eso, Rodrigue, junto con sus hombres, salió de la capital por algo. Sus espías en Fhirdiad no le han dado nada, todo se mantuvo en secreto. Gustave se quedó atrás de la capital, sin embargo, para mantener la línea en caso de que sucediera algo.

En este punto, debería haber sido obvio que algo andaba mal. Si alguien estuviera en su sano juicio, habría sido correcto asumir que fue abandonado.

Sin embargo, en su orgullo y locura, esos pensamientos nunca entraron en la mente de Cornelia. ¡Para ella fue útil! Ella era el único punto de apoyo que Aquellos que se deslizan en la oscuridad tenían en Faerghus. Ella era demasiado importante para tirarla en el camino. ¡Tenía que serlo!

Y así, se sentó sobre su trasero en la seguridad de sus propias habitaciones en su castillo. No es que su confianza fuera infundada. Sus hombres le eran leales, lo bastante leales como para morir por ella. Sus 'regalos', medallones hechos con tecnología de Agarthan, le facilitaron el control de quienes los usaban. Sus soldados pueden ser físicamente fuertes, pero sus mentes eran débiles y cayeron antes de terminar su entrenamiento. También le dio a Patricia un medallón, pero su voluntad era fuerte; Cornelia tardó mucho en agarrarla, e incluso entonces, ese agarre fue inestable en el mejor de los casos. Incluso dentro del castillo de Cornelia, Patricia pudo sentir simpatía y notó a esa niña.

Ah, sí, Hapi; Ella también era otra tarjeta que tenía. Su Crest era muy interesante: le permitía entablar amistad con animales y otros seres vivos fácilmente. La parte más interesante fue que también incluía monstruos, tanto naturales como artificiales. A través de los experimentos de Cornelia, Hapi pudo convocarlos a través de sus suspiros. Esa parte ciertamente la dejó perpleja. Cornelia nunca supo ni entendió por qué suspira. Sus pruebas no llegaron a una conclusión plausible. Y así, la entrenaron para mantener sus emociones bajo control, todo para que no suspirara sin saberlo.

Con Hapi sirviendo como el núcleo de sus defensas, ¡su castillo era casi impenetrable!

Su castillo estaba rodeado de bosques por todas partes, con un claro alrededor del castillo. Nadie podría atravesar ese claro sin ser visto.

Incluso con todos los caballeros que Faerghus podría lanzarle, sobrevivirá, especialmente con el regalo de Thales, como agradecimiento por la información sobre la expedición de Lambert a través de Duscur.

Un golpe apresurado en la puerta la sacó de su estupor. "¡Lady Cornelia!"

"¿Qué es?" Preguntó Cornelia.

"Los soldados en rotaciones están desapareciendo por los terrenos del castillo. Los exploradores enviados para averiguar qué sucedió tampoco han regresado. Hemos enviado mensajeros a Fhirdiad en busca de ayuda". El soldado respondió detrás de las puertas cerradas.

Cornelia suspiró. Sí, el inconveniente de sus hombres era que eran casi incapaces de pensar en sí mismos. Tenían instrucciones específicas que seguirían, pero nunca hicieron nada al respecto. Coma, recorra su rotación, reciba visitantes, descanse y duerma. Eran similares a los Golems que usaba la Iglesia, pero eran de carne y hueso y requerían necesidades humanas.

Cornelia se masajeó la cabeza. Aún así, se mantuvieron en silencio y ella no tuvo que ocultar nada más que visitantes sorpresa. Incluso las criadas y cocineras estaban bajo su control a través de los medallones.

"Esto no es algo con lo que tenga que lidiar. Quizás solo necesites mirar a tu alrededor nuevamente. Los exploradores probablemente están haciendo su trabajo, explorando". Cornelia destacó esa última frase. "¿Dónde está el intendente? Este es su trabajo."