Arturo

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Arturo nació en el verano de 1917, aún recuerdo a su padre gritando y corriendo por todo el vecindario, que su mujer por fin había dado a luz y para mas júbilo de aquel hombre que años más tarde solo sería una sombra de lo que ahora proyectaba, su primogénito e único hijo había sido un varón. Arturo tuvo lo que se puede considerar una infancia feliz, claro si por infancia podemos llamar los primeros 5 años de vida. Luego de su quinto cumpleaños todo cambio, los gritos entre Loren y Estella eran cada vez mas frecuentes, y en una que otra ocasión él la golpeaba y viceversa. Contrario a lo que muchos pensaron Arturo fue muy aplicado de niño, algo tímido tal vez pero siempre muy educado. Pero escondía algo, yo lo sabía. Un día encontré su cuaderno, estaba tirado a un lado del viejo cobertizo que tenia en mi jardín, lo cual me pareció raro, él nunca se separaba de aquel cuaderno. Lo tomé entre mis manos y no pude evitar abrirlo encontrándome con diversos garabatos, uno mas intangible que el anterior: personas peleando, golpes, muerte.

—¿Que haces?—

Fui corriendo hacia él dejando el cuaderno tirado. Tenía los brazos llenos de sangre y una sonrisa de medio lado en su rostro. Traté de detener el sangrado pero no me dejó, él mismo lo detuvo cinco minutos después. Esa fue la primera vez que lo vi cortarse, pero sin dudas no había sido su primera vez ni sería la ultima.

«En el dolor esta el amor,y yo quiero sentirlo.Quiero amar».

Me había dicho una vez sentado en el porche de mi casa mientras dibujaba en aquel cuaderno, yo solo me limite a asentir. No podía cambiar la manera en la que veía el amor, nadie podría, ni siquiera el mismo. No lo volví a ver haciéndose daño pero yo no era tonto. Arturo tenía la costumbre de escabullirse en las noches en aquel viejo cobertizo, nunca le dije nada pero sabia que se cortaba y escribía "poemas de amor" porque le encantaba escribir, como me había dicho alguna vez. No sé con exactitud si dejó de hacerlo cuando ya hubo crecido. Luego de terminar la universidad se fue del pueblo.

«Por fin conoceré la ciudad»

Me había dicho con una mirada soñadora,de esas que solo se ven en los niños que no saben nada del mundo e ignoran que nunca más serán felices de esa forma tan inocente y tan pura.
Regresó años después, Loren y Stella habían muerto. Enterró a sus padres y a la semana se estaba mudando a la casa donde sus progenitores habían vivido gran parte de su vida adulta, su segunda esposa era casi tan hermosa como la primera, pero no me creáis a mi, ni siquiera la conocí. Ella había muerto lamentablemente un año justo después de la boda.
—Bienvenido, lamento tu perdida.—

—No te preocupes,igual y se lo merecían.—

Decir que aquella respuesta no me perturbó sería mentir, si bien Arturo siempre fue diferente y un tanto extraño nunca creí escuchar esas palabras de su boca, y siendo sincero no fueron las ultimas. En más de una ocasión oí como le decía a Virginia, su esposa, que la mataría o que dejaría que se desangrara, ella solo reía alabando lo gracioso que era su marido, y él que sin entender el porqué de su risa solo la acompañaba con carcajadas secas, como cuando te ríes de un chiste al que no le encuentras ninguna gracia pero de igual forma te ríes porque es lo que se espera que hagas. Algunos días me perecia estar en un viaje al pasado, a aquellos veranos cuando era el padre de Arturo quien golpeaba a su mujer, y ahora él también lo hacía con la excusa de que el amor era así, debías sufrir para sentirlo, y Virginia que creía ciegamente en todo lo que él decía simplemente lo dejaba ser.

—La amo, quizás no me creas pero lo hago.—

Me quedé callado, prefería no opinar porque si bien creía que la amaba sabia que no era de la manera correcta, pero: ¿cómo diferenciamos el bien del mal? ¿cómo sabemos que es lo correcto? ¿cómo saber si el modo en que amamos esta bien? ¿Cómo saberlo si aprendimos a amar de ese modo?. Fue la última vez que hable con él, bueno la última vez que hablé con nadie en realidad. Rompí el espejo, lo hice añicos, lo destruí como destruiría mi vida en unos minutos. Tomo uno de los pedazos de cristal y arremeto contra mi amada esposa, le digo que la muerte es la única forma en la que podremos estar juntos sin que nadie nos perturbe, ni siquiera nosotros mismos. Mis ojos fueron lo último que vio antes de que sus iris perdieran todo rastro de vida. Cómo un verdadero autómata me siento en un pequeño sillón en el que mi madre solía sentarse a bordar, con la sangre de Virginia en mis manos y el corazón acelerado por todo lo que acababa de pasar tomé mi cuaderno y me dispuse a terminar de escribir mi historia. Una historia de amor.

—Hola, soy Arturo.—

Love, sometimes it's forever [Poemas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora