Capítulo Uno. "Guapo, Pero Imbecil."

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Todo ser humano normal debería de dormir ocho horas, pero para ella las horas de sueños eran una pérdida de tiempo... Pues la fecha límite para la entrega de su historia "El Romance Del Tigre Y La Rosa" estaba a la vuelta de la esquina.

— ¡Jennifer! — La recién nombrada ignoró el llamado de su representante y siguió moviendo sus dedos sobre el teclado de la computadora. — ¡Ábreme la puerta o la tiraré!

— ¡Dame tiempo! ¡Además, si lo rompes, tú lo pagas! — Respondió desde donde se encontraba. Pues ella estaba en su habitación con las luces apagadas, con una manta rodeando su cuerpo, con comida chatarra tirada por todo el escritorio y por último, con la puerta cerrada con llave para no ser molestada.

— ¡Te di un mes adicional para entregar el guión! ¡Tengo que entregarlo en menos de una hora o perderé mi trabajo! — Jennifer ignoró lo que dijo su representante Maggie y  se colocó los audífonos para no tener que escuchar sus gritos y los golpes en la puerta.

— Ya casi... Ya casi... — Se decía para ella misma. — Sasha subía por los escalones que la llevaban al trono, la guerra entre las dos ciudades había llegado a su fin, aunque había perdido al hombre que amaba, a su hermana y a su madre... Aún tenía que velar por el bienestar de su pueblo. Una vez que llegó a los pies del trono, ofreció incienso a los Dioses y en el cielo se veía la luna y el sol a la vez... Las puertas del cielo se encontraban abiertas, la ciudad de Cullimore había sido bendecida por los Dioses, ellos aprobaban a Sasha como una gobernante sabia. Finalmente logró volverse en la Ama de la Ciudad... Fin.

Jennifer se relajó en su silla. Por fin había terminado su historia que con tanto esfuerzo y dedicación había creado, la sonrisa en su rostro era más deslumbrante que el sol que vislumbraba por la venta de la habitación.

Sin embargo, ella no se esperaba salir tan pronto de su felicidad. Un fuerte estruendo se había escuchado y cuando se dio vuelta, se encontró con la puerta derrumbada en el suelo de la habitación.

— ¡¿Qué carajo has hecho?! — Gritó horrorizada.

— Te dije que si no me abrías iba a tirar la puerta. — Maggie respondió como si aquello fuera lo de menos y así lo era. — Tienes que entregarme el guión, tengo quince minutos para entregárselo a mi jefe, sino no sólo yo me quedaré sin trabajo... Tu también.

La pelinegra abrió los ojos con espanto, no podía quedarse sin trabajo, todavía tenía que pagar el alquiler de dos meses de retraso.

— Ten. — La rubia de cuerpo exuberante extendió sus manos para tomar el guión, pero ella no se esperaba recibir la computadora en vez de los papeles.

— ¿Que es ésto, Jennifer? — Pregunto desconcertada.

— No tengo tiempo para imprimirlos, llévate mi computadora y presenta mi trabajo. — Dijo con voz apresurada. — Vamos, vamos. Tienes que irte, ahora. — Setenció la pelinegra a la vez que empujaba a Maggie fuera de la habitación.

— Ok. Te llamaré para decirte la decisión final. — Avisó la rubia ya en la puerta de la casa. Jennifer asintió en acuerdo con ella.

La rubia de ojos miel se fue con pasos apresurados para entregar a tiempo el guión, mientras que la pelinegra de ojos azules se volvió a su habitación para hacer los cálculos de la paga y lo que tendría que gastar en reparar la puerta.

— Tendré que poner una puerta más pesada para que la próxima no pueda derrumbarla... — Se dijo en voz alta. — ¡¿De donde saca tanta fuerza?! — Preguntó al aire... No había forma de reparar la puerta, tendría que comprar una nueva.

Jennifer suspiró cansada, había estado un mes casi sin dormir y su cuerpo le estaba pasando factura por las faltas de horas de sueño.
Caminó por su habitación hasta llegar a su cama, no esperó ni un segundo más y se dejó derrumbar sobre ella.

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