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—¡Almando!

De nuevo aquel grito fue el encargado de interrumpir su sueño, forzándole a separarse de la cama antes de que la puerta de su cuarto fuese abierta y recibiera todo el peso de su amigo sobre su estómago, como muchas otras veces. Arrojó las sábanas que le cubrían a un lado y se sentó en la orilla de la cama, estirando sus brazos como si intentase alcanzar el techo para hacer crujir su espalda, liberando una exhalación después de conseguirlo.

—¡Almando! Ah, que ya esta' despielto — Bajo el volumen de su voz al verle, cambiando su expresión de sorpresa a una molesta—. ¿¡Y polque cojone' no lespondías!? — Le cuestionó mientras se adentraba a la habitación como si fuera suya, dejándose caer donde él estaba una vez se puso de pie para buscar ropa que ponerse una vez saliera de la ducha.

—Recién me levanto chaval...— respondió con cansancio mientras rebuscaba entre los cajones de su armario, mirando de reojo el reloj sobre el mismo, sólo para darse cuenta de que aún era demasiado temprano como para salir de casa— además, ¿qué haces aquí a esta hora? — Deseó saber, girándose para verle en espera de su respuesta, aunque lo más probable es que sólo recibiera un alzamiento de hombros que no resolvía ninguna de sus dudas, pero que dejaba en claro que no quería ni hablaría del tema.

Tantos años de amistad le habían llevado a comprenderlo, a entender que cuando Yun no quería decirle algo, no lo haría, y que aunque se atreviera a presionarlo, sólo iba a conseguir que se le escapara cual agua por entre los dedos. Suspiró con resignación, pues no importaba que tan acostumbrado estuviera a su forma de ser, aún era medianamente insoportable no saber más de lo que se le permitía, lo cual era un mísero ápice comparado con todo lo que él le había dejado saber.

—Me voy a duchar, ya sabes donde esta todo — avisó, pareciendo más brusco de lo que le hubiera gustado, y una vez cruzó bajo el umbral de la puerta, la cerró con un poco más de fuerza de la necesaria.

Liberó el suspiro que estaba reteniendo al escuchar la puerta abrirse del otro lado y los pasos de alguien bajando por las escaleras, y cuando por fin estuvo bajo el agua tibia, la tensión en sus músculos desapareció, aunque el embrollo que se había formado en su cabeza al pensar que era lo que no le estaba diciendo seguía ahí.

Es decir, desde el primer momento debió ser el quien se guardará cosas, porque él no era el extraño que llegó de la nada y se abrió paso a la fuerza, exigiendo con inocencia cada detalle como si le perteneciera y destrozando la estructura que había creado para hacerse un espacio, no al revés.

—¿Te has hecho de desayunar? — preguntó al llegar a la cocina minutos después y verle sentado en uno de los banquillos frente a la barra.

Y tras escucharlo negar, terminó de secarse el cabello con la pequeña toalla que le rodeaba el cuello para buscar la caja de cereal que su madre solía comprarle con la falsa idea de que era su favorito.

Una vez la encontró, la colocó frente a él, notando el brillo en sus ojos al ver al conejo dibujado en la caja. Sacó la caja de leche medio llena de la nevera con una pequeña sonrisa, olvidando lo que lo había estado molestando hasta hace unos minutos y la colocó frente a él, luego sacó el único plato de color rojo chillón que había en la casa del armario y una cuchara de uno de los cajones, poniendo todo a su disposición para que comenzará a desayunar mientras le observaba desde la otra punta de la cocina, recargado cómodamente contra el borde de la encimera.

Ahora estaban solos, su madre se había ido a trabajar mientras él aún dormía y su padre debía estar en el taller, por lo que no había ninguno ruido o presencia que pudiera perturbar la tranquilidad del silencio que les rodeaba.

|↻| 𝐓𝐈𝐄𝐌𝐏𝐎 || 𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋𝐈𝐙𝐀𝐃𝐎 |↻|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora