04

114 21 4
                                    

La sinceridad que mostraba Yun al decir aquello le resultó acogedora, reconfortante. Era el dulce consuelo que estaba buscando, un abrazo que le brindaba toda la bendita serenidad que necesitaba para sentirse menos miserable con el porvenir, el cual les amenazaba tan descaradamente con destrozar todo lo que habían creado con el tiempo que sólo encontraban alivio en sus palabras.

Ese día sólo se limitó a asentir con suavidad, pues Yun no necesitaba nada más para entender que estaba de acuerdo.

Después de ese día se dedicó a buscar minuciosamente una universidad a la que ambos pudieran acudir. Leyó todos los folletos que les entregaron durante el transcurso del año y paso horas frente a la brillante pantalla de la computadora buscando más información, así hasta que, en un pestañeo, se anunció la llegada de las vacaciones.

Se despidió de Freddy por última vez, prometiendo que algún día volverían a reunirse en algun bar para contar las penas. Por su parte esperaría a que ese día llegase, pero aún sino lo hacía, guardaría por siempre el recuerdo de aquel amigo que se marchó con una gran sonrisa a conquistar el mundo.

—Deja ahí, chaval — pidió con cansancio, quitándole el dulce de las manos a un Yun demasiado inquieto para su gusto—, te he dicho que me lo descuentan de la paga.

Como cada verano, Armando había tomado un empleo de medio tiempo para ayudar a los gastos de la casa o simplemente para ahorrar. Ahora se encontraba en una pequeña tienda de conveniencia que estaba lejos de casa, en una zona con suficientes viviendas cerca como para mantenerse ocupado, aunque ese día pintaba a ser tranquilo debido a la manta de nubes que cubrían el cielo en su totalidad.

—E' sólo un dulce Almando — Se quejó el pelirrojo, cruzando los brazos como un niño terco mientras miraba los envoltorios de muchos colores y tamaños en la estantería frente a él.

Le gustaría decir que Yun estaba ahí para ayudarlo, pero ni siquiera llevaba el horrible chaleco verde que le daba el dueño a todos los empleados, no, porque él sólo estaba ahí para hacerle compañía y nada más. Puso los ojos en blanco al verlo estirar su mano para alcanzar una bolsa de golosinas y se plantó frente a él, firme.

—Tu... sólo ve a ordenar las cajas de atrás — pidió, alzando su mano para apuntar a su derecha, donde se encontraba la puerta gris detrás del mostrador que llevaba al almacén. Yun miro la puerta y luego a él, extrañado.

—Pelo no tlabajo aquí — aclaró por si lo había olvidado, ganándose una mala mirada que le forzó a tragar saliva y agregó—. Vale, ya voy.

Algunas personas hicieron sonar la pequeña campana sobre la puerta y Armando rápidamente atendió a cada una de ellas con una sonrisa amigable que había practicado para ganarse la propina. Termino de atender a la última chica y hasta que vio como se cubría con el gorro del abrigo se dio cuenta de la llovizna que había afuera.

Yun salió en ese momento con una caja entre las manos y la dejó sobre el mostrador con poco cuidado, luego siguió su mirada hasta los ventanales donde podían verse las gotas caer a través de la propaganda.

—¿Has traído paraguas? — Le preguntó, acercándose a la caja que había dejado antes para ver que era lo que contenía.

—No...

—Ya, me lo imaginaba. No se ni para que he preguntado — murmuró neutral, tomando la caja con cuidado y yendo directo al área de comida enlatada para acomodar todo. Yun le siguió—. Entonces debes irte antes de que se ponga peor — comentó antes de ponerse de cuclillas para alcanzar la parte más baja de la estantería.

—No quielo, me abulo en casa — farfulló, adoptando la misma posición que él.

—Aquí también te aburres — respondió, mirando de reojo como Yun cambiaba su expresión a una más seria, cabizbajo.

|↻| 𝐓𝐈𝐄𝐌𝐏𝐎 || 𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋𝐈𝐙𝐀𝐃𝐎 |↻|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora