Capítulo 4: Bienvenida a Alemania

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Tory conduce al aeropuerto como si la vida se le fuera en ello, nos hemos despertado un poco tarde y aunque ya casi llegamos, entre registrar las maletas y el resto de papeleo tendríamos que correr para poder subir al avión. Aún me siento mal, tengo la nariz roja, un dolor de cabeza infernal y temperatura de treinta y nueve, y lo que me espera cuando lleguemos... el clima de diciembre no es lo más ideal para alguien enfermo, tendré que quedarme en casa con calefacción a tope hasta que mejore; pobre Tory, tenía muchas ganas de salir a conocer conmigo y yo como siempre arruinando todo.

No tardamos en llegar y hacer todo lo necesario para abordar; lo hacemos y al subir me quedo patidifusa... nunca había viajado en avión.

—Sígueme te enseño nuestros asientos. Te dejo el rincón, me dan muchas nauseas y siempre debo como correr al baño. —Dice haciendo un mohín. La sigo y ponemos nuestros bolsos en la parte superior de los asientos, pero antes saco de este un libro y una pequeña libreta Moleskine con un boli. Nos sentamos y veo por la ventanilla que estamos ubicadas a la mitad del avión, veo el ala izquierda de este y vaya que es gigante. Tomo mis audífonos y pongo mi playlist de relajación para disipar mis nervios; pero esto resulta inútil al sentir que el avión empieza a moverse lentamente; me aferro a la silla y mi pulso se acelera, Tory nota mi nerviosismo y me curva la comisura tenuemente, diciendo que todo va a salir bien y que en menos de veinticuatro horas pisaremos tierra alemana.

Luego de estar unos minutos en el aire me relajo solo un poco permitiéndome disfrutar de la hermosa vista de las nubes; mamá siempre me contaba que papá y ella viajaron una vez a la costa caribe y que papá le propuso matrimonio mientras atardecía en la playa. Imagino lo mágico de ese viaje y embozo una sonrisa.

«Jolín que cursi soy»

Me quedo escuchando música y leyendo mi libro "doce cuentos peregrinos" de un escritor colombiano, y me dejo llevar por esas historias hasta que me quedo dormida. Sueño con uno de los cuentos en el que una chica iba dormida en el avión y un joven narraba lo que sucedía. Pero un fuerte movimiento del avión me interrumpe el sueño, se sacude con violencia y yo palidezco.

—Tory ¿Qué ha sido eso?—Ladeo pero mi amiga no está. Llorando me arrincono lo mayormente posible y derramo lágrimas «Mamá, papá no quiero morir, por favor, no quiero morir aún» me repito una y otra vez hasta que siento que una mano fría me toca el brazo.

—Oye, ¿estás bien?—Me dice mirándome fijamente.

—¿Qué haces tu aquí?— Pregunto confundida—¿Dónde está Tory?

—Tranquila, ella está en el baño, la vi correr hace un rato con cara de nauseas y yo, bueno supongo que viajo al mismo lugar que tu—Dice burlón.—Soy Marco, y tu eres April ¿cierto?—Dice extendiendo su mano. La tomo y asiento con la cabeza.

—¿Qué ha sucedido?—pregunto refiriéndome al movimiento del avión.

—Ah, eso fue una turbulencia, es normal tener una o varias durante el vuelo, sucede cuando el avión pasa a través de una nube o cuando hay fuertes corrientes de viento, no tienes porque preocuparte, ya pasó. —me sonríe de lado y logra tranquilizarme un poco. Al instante llega Tory con su mano en la cabeza, y un mal semblante.

—Ho... Hola Marco, ¿Qué haces aquí?—Le pregunta mi amiga aún mareada.

—Vale que he decidido llegar a Frankfurt antes de que empiece el programa de intercambio.

—¿Tu también estarás ahí?—Arqueo una ceja.

—En efecto...—Asiento con la cabeza —Bueno señoritas, debo tomar mi asiento, esa azafata me está fulminando con la mirada. Nos vemos luego.—Termina con una sonrisa amable y se va.

DESÁTAME LA RAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora